¿Es posible pensar desde la singularidad del uno, sea la conciencia, el yo, el cuerpo, los agenciamientos de la partícula elemental o lo que fuere, dada la interacción obligada a la que estamos impelidos, condicionado, sujetos y hasta condenados en lo múltiple o las multiplicidades?

Creo que sí que se puede pensar desde la singularidad de cada uno, pero siendo consciente de que el sujeto individual forma necesariamente parte de un todo social. La realidad individual es interdependiente y por ello mi singularidad influye sobre el todo social, lo quiera o no. Esto no lo podemos olvidar porque además tiene diferentes consecuencias: cada individuo suma en el todo social y, por consiguiente, puede ayudar o cooperar a transformar la realidad social en sentido progresivo, favoreciendo la protección de los derechos humanos o regresivo. Pensemos en todos los grandes héroes morales que han conseguido cambiar el mundo en sentido progresista y positivo aun cuando la mayoría social estaba posicionada en su contra, en algunos casos, pagando con su propia vida la defensa de una determinada posición jurídico moral. Nos deberíamos inspirar en estas grandes figuras de la historia.

¿Cómo cree que es, que debiera ser y que le gustaría que fuera el vínculo entre filosofía y política?

La Filosofía y la Política son disciplinas que se alimentan mutuamente porque ambas exigen reflexión crítica, racional, independiente, moderada y prudente. La Filosofía debe abrirse a la Política y la Política no puede ignorar a la Filosofía. Es más, en los tiempos actuales sería recomendable que los políticos tuvieran una formación filosófica para entender la historia de las ideas desde su origen y comprender así mejor cuáles son los grandes retos actuales del siglo XXI que tenemos ante nosotros para afrontarlos de otro modo. Falta formación filosófica en los políticos actuales y esto va en detrimento de la ciudadanía. Es más, deberían los filósofos erigirse en modelos intelectuales independientes, críticos, morales y utópicos que orientan con su saber al político en su quehacer cotidiano.

Dada la indignidad de la pobreza y marginalidad, que asolan a tantas personas a lo largo y ancho del mundo, ¿No cree qué el anclaje simbólico de seguir considerándolos con las mismas responsabilidades y exigencias (políticas) de quiénes nada les falta o todo les sobra, se constituye en un ariete profundamente antidemocrático y con ello en el deshilachamiento de reconstituir el lazo social?

Creo que tan solo se pueden exigir las mismas responsabilidades y exigencias políticas cuando las necesidades humanas básicas están cubiertas. Antes que nada, hay que luchar por que se respeten esas cualidades morales esenciales que son inherentes a todos los sujetos y que jurídicamente se reconocen como derechos humanos porque preservan la dignidad de las personas. A mi modo de ver, habría que proteger de una manera eficaz los derechos humanos  con las armas que brinda el derecho positivo para que aquéllos queden transformados en verdaderos derechos fundamentales y no queden en papel mojado.