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20 de enero de 2022
Poeta andaluz, español y universal
Otro ilustre poeta en el ostracismo
Antonio, nacido en Sevilla en el seno de una familia acomodada católica, hijo de la caída del Imperio español a los infiernos de la realidad, vivido en Madrid en el advenimiento de la II República y muerto en el exilio a la puertas de Francia cuando el fascismo franquista se enraizaba en España, tornándose en una tonalidad grisácea, negra a todo el país.
Gran poeta, renovador, aunque su hermano (Manuel) no le iba a la zaga, pero se alineó con los malos. Antonio tuvo una vida intensa, pero con un final no merecido. Escribió un poema al que me adhiero absolutamente, el que siempre deseé escribir, toda una declaración, toda una intención, una "filosofía de vida", todo, en definitiva...
Ved,que aquí, en esta apartada y desolada tierra, surgieron poetas, que por haber nacido en tierras de lengua deslenguadas y no anglosajonas, fueron desterrados al ostracismo, siendo toda una referencia, toda una declaración, toda una intención.
Qué fue de aquellos poetas andaluces tan religiosos, creyentes, pero tan sensuales, terrenales y exquisitos. Ahí es donde yo me siento más identificado, no tanto en su sentimiento religioso (mi agnoticismo me doblega), cuánto en su sensualidad. Pero siendo consciente de que con el paso del tiempo no ha habido científico ni filósofo que haya podido explicar el surgimiento del Universo, de la Vida, del Ser, tan solo apelando a la casualidad más que a la causalidad, sin ningún método científico (por ahora). Caso distinto es el de la Religiones que siempre apelan a un Dios o Ser Supremo (Creador) ¿Pero quien creó al Creador? Todo es un acto de fe...
En definitiva, deléitemonos con lo sensorial y el siguiente poema:
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia,algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara ni un Brandomín he sido
ya conocéis mi torpe aliño indumentario,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manatial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra,bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
más no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy ave de esas del nuevo gay trinar.
Desde las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente,entre las voces,una.
¿Soy clásico o romantico? No sé.
Dejar quisiera mi verso,,
cómo deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el doctor oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre eque siempre va conmigo
quien había solo espera hablar a Dios un día;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo;
me debéis cuanto he escrito.
A mí trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho dónde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo,como los hijos de la mar.
Vale.
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