ANÁLISIS
24 de diciembre de 2020
Jesús de echar los mercaderes del templo ¿a propiciar una navidad con distanciamiento social?
Creer en el milagro de la navidad, precisa de un pacto tácito cómo el que a diario hacemos mirando una película o leyendo una información de un medio de comunicación. En un a priori, debemos darlo por cierto, sí es mediante una cena de excesos y bien regada, qué mejor.
Sí el hijo de Dios se sacrificó por darnos una noción de lo común, no sería disparatado pensar, que sigue obrando, desde la inmensidad del poder de su padre.
El pan cotidiano no alcanza para todos, en muchas aldeas, apenas para la mitad de la población. Hace tiempo que esta simple operación divisoria no la podemos materializar.
Tal vez, la ocasión singular que nos toca atravesar tenga que ver necesariamente con lo planteado.
El giro inesperado del destino, como mensaje divino, de no poder compartir en plenitud cómo lo veníamos haciendo, con nuestras facciones de seres queridos, estimados o privilegiados, nos puede interpelar a que reflexionemos en esto mismo.
¿Qué es lo común?, acaso ¿la base de lo comunitario? ¿Cuánto estamos dispuestos realmente a compartir, entendiendo al otro como a un prójimo, en su condición de próximo, del que pudimos haber sido y de alguna manera somos sin serlo?
Todo lo que no podamos hacer en esta oportunidad, no es más que una posibilidad divina, que va más allá de la deidad.
No poder estar con todos esos otros, con los que estábamos acostumbrados a compartir, llegando en muchos casos a banalizar el milagro simbólico de lo navideño, nos abre una probabilidad impensada en los viejos tiempos de la “normalidad”.
A ese que lo perdimos, que enfermó, que sólo podemos saludar a distancia, es también parte constitutiva de los millones, que desde hace años no pueden tener una vida digna por las condiciones impuestas por un sistema dado que se adueñó de nuestra dignidad, de nuestros sueños, de nuestras festividades y de nuestra fe.
La copa alzada, el deseo ferviente, el milagro de lo común. Jesús se nos volvió a manifestar, ojalá no lo volvamos a lapidar, a juzgar, ni a crucificar.
Feliz navidad.
Por Francisco Tomás González Cabañas.
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