ANÁLISIS
16 de agosto de 2018
De la democracia incierta, pasando por el acabose democrático, a la democracia africanizada.
Garantizan una democracia formal y en papeles, que se traduce en elecciones, catalogadas como libres, participativas e inclusivas, en donde los que pierden el poder a perpetuidad, son encontrados por el sistema que los ungió y sostuvo, al quedar fuera del mismo, como responsables de saqueos institucionales, escondiendo lo producido (de la sistematización de la corrupción), en bienes suntuosos, exóticos, cuentas en paraísos fiscales, propiedades adquiridas sin justificar y billetes de alta denominación, y acopio de los mismos a mansalva. Esta es la democracia africanizada, que claramente excede lo geográfico, y se conceptualiza como el diagnóstico cabal de nuestras democracias actuales.
“Sí usted sigue pensando que el hermanar los procesos del continente Africano con nuestra realidad política, es una afrente velada, un escarnio soez, una provocación más a la que lo tenemos acostumbrado, le seguiremos mostrando evidencias, por más que no nos corresponda, dado que no somos precisamente nosotros los que enajenamos las cuentas públicas, proveyéndonos de recursos para satisfacer nuestras deseos de materialidad. Consabidamente, aclaramos, que lo que nos mueve es la conmovedora convicción de mejorar nuestros estándares democráticos y nunca menguarlos o reducirlos, al contrario, el señalar en ciertos aspectos la capito diminuto, a la que la suelen someter, por acción u omisión, algunos hombres encaramados en el poder, no es más que la prueba de cómo nos arriesgamos a ser maltratados por estos seres diminutos, con recursos varios para enviar a sus cancerberos a que nos muerdan los tobillos, porque creen que hablamos mal de ellos, cuando siquiera los registramos, sino simplemente apuntamos a las fallas que pueden cometer y dañar el sistema estructural y evitar perjudicarlo aún más, sí es que callamos ante observarlo.
Desde el lugar en donde usted lee estas líneas, debiera pretender o generar un espacio público democrático, que no lo encontrará en un partido tal como están estructurados de un tiempo a esta parte (de hecho está es la razón de que tengamos demasiados, al no haber debate usted puede fundar el suyo en donde no discuta con nadie), en un medio de comunicación (nosotros no lo somos ni lo pretendemos ser la definición de los que lo son, es dar su voz, sin escuchar la suya o entendiendo que no la tiene o no conlleva la suya nada para ser escuchado o reproducido) en un congreso o ámbito académico (el saber cómo imposición es también o más bien allí, sucedáneamente unidireccional y disciplinar, lo que tendrá para decir, deberá que ser autorizado por quiénes le exigirán años de licenciatura, doctorados y máster, para que finalmente deje de pensar como usted y se transforme en un mero y huero instrumento de ellos) este espacio, es su espacio, en la medida que crea todavía que la democracia, más allá de las formalidades, de lo simbólico, reposa, subyace en el logos, en la idea, en el pensamiento, en lo más deslumbrante y enaltecedor que tiene el ser humano y que debería ser la guía o el objeto de cualquier organización social que se plantee un fin colectivo: promover, garantizar y fomentar el ejercicio de la libertad política. Todo lo demás llegará después. La plaza de la discusión de las ideas, con todo honor, gloria, sacrificio y abnegación la ponemos a su disposición, para que pueda sentirse a gusto en ella, y para que pueda, con argumentos preferentemente, decirnos por qué no está de acuerdo, más allá del poder que haya tenido, que tenga o que podrá tener” (La democracia africanizada. Camelot. Pág. 65.)
Por Francisco Tomás González Cabañas. Últimos títulos del autor:
“La Democracia Incierta”, Editorial SB. Junio de 2015. Buenos Aires.
“El acabose democrático” Ápeiron Ediciones. Agosto de 2017. Madrid.
“La democracia africanizada”. Editorial Camelot. Junio de 2018. México DF.
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