Jueves 21 de Noviembre de 2024

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  • 20º

ANÁLISIS

1 de enero de 2018

El tema es el conchabo.

Muchos hombres de acción política (que la ejercen, que la leen, que la comentan o que la desean), equivocadamente, piensan y sienten que los cuestionamientos del pensar, son dardos teledirigidos hacia sus cabezas, y con el manejo, mediático y sobre supuestas usinas intelectuales, quieren dejar en evidencia, que el pensamiento crítico es sólo la jactancia de las minorías, el inconformismos de infantes sociales, que tendrían que agarrar una pala para no pensar, dado que esta actividad no generaría, para sus conceptos, nada redituable, socialmente hablando. Que el acceso a lugares de la administración, sea del orden que fuere, sólo debe ser atendido en función de una suerte de algoritmo en donde el resultante sea revisto por palabras que sostengan lo constitucional de la idoneidad o lo políticamente correcto de la meritocracia (habría que ver desde donde se parte y con qué elementos se compite) no deja de ser un cuento, que bien podría ser Chino, pero es el más verosímil de los cuentos occidentales. El conchabo, el útero político-social que da a parir a los ciudadanos gobernantes, que los sitúa en el plano distintivo del funcionariado, sea administrativo como representativo, siempre debe ser selecto, reducido, agonal en su definición (todo lo otro o los otros que bajo argucias técnicas refieren que todos tienen que acceder a, que el estado no es un botín de guerra o que esconden sus intenciones políticas y hacen informes a medida), ir en contra de esto, es como no aceptar la ley de la gravedad. Sin embargo, el pensar que las reglas del “econchabamiento” o de cómo se enconchaba no puede ser mejorada, es como mínimo tozudo y poco inteligente. A esto, a perfeccionar estas reglas no escritas, pero sagradas, es lo que se debe dedicar la clase política que pretenda seguir permaneciendo en la cresta de quiénes determinan los que están dentro del exoesqueleto del molusco (llamado concha) que los protege del afuera o de la presencia del estado en sus vidas.

Con el consabido error de que sus acciones burocráticas, llámese ejecutar planes nacionales o provinciales, sólo son actividades de su condición de funcionarios, y no desde la condición de político. Mucho se dice, luego de los ´90 que un político “supuestamente hace”, pero ¿Qué significa este hacer? ¿Ejecutar su función de empleado del estado?, aplicar un plan nacional, recorrer el interior o entregar cosas a una institución pública, en el mejor de los casos. Eso sería para estos “fenómenos” la actividad loable de un político de estos tiempos. Nada de hablar, de proponer, de discutir, mucho menos pensar. Política es llegar a un cargo, ni siquiera electivo, más allá del cómo (por lo general arrastrándose y esperando la designación de un “amigo que este arriba”) para luego “transpirar la camiseta (con un jugosos sueldo, claro está)” y enviar a la prensa “amiga” el parte que transforma la “acción” del político en un reverdecer de estos nuevos “Perones” que nada harían sí no tuvieran ese acceso burocrático en la función pública. Muy raro este concepto de la política y el político, que no permite el pensar, el desarrollo de las convicciones y de la ideología, concepto neoliberal y conservador, que sólo ofrece “la política” a un puñado de tipos metidos en el “status quo”, que encima algunos perversos, se dicen combatirlo.

Hecho

La condena de buscar respuestas donde no las hay (las filosóficas) es un encadenamiento eterno, el no arribar a una libertad absoluta, no significa que tengamos que abandonar una causa que viene con nuestra naturaleza, por más que la dictadura del hacer, nos someta a creer que sólo somos seres destinados a plantear desdichas sin objetivos prácticos. Para terminar con la introducción, que muchos agarren una pala, merced a que pocos gestionan la pala, no significa que algunos se pregunten, ¿para que se agarra la pala?   

Todo sigue igual, no sé porque algo tendría que cambiar, sí los mismos de siempre, no han perdido sus prerrogativas. Sí los olvidados eternos, no pueden o no quieren, otra realidad. Otra vez, ¿para qué hacer la heroica?, ¿de qué ficción literaria, habrá salido eso de la moral, de la dignidad?, ¿en qué lugar del planeta, o del alma, se premian las supuestas buenas acciones? La desventaja de no creer en un más allá, me respondo, ¿que sentido tendría ir por el bronce, en una provincia que no sale del barro? me desgarro con una nueva inquietud,  esta vez no tengo respuestas.

 

La espada, cada tanto asoma, cuál virus inesperado en un cuerpo decíamos, o sí se quiere como castigo providencial a una tierra plagada de mal, que deja morir por egoísmo o haraganería a su propia gente.

Todos los hombres desean por naturaleza conocer, reza el comienzo del primer texto, no solo estrictamente filosófico, sino rigurosamente científico hablando desde las formas. Esta afirmación desnuda la intención humana de aproximarse a una situación de conocimiento, desde una perspectiva tanto interior como exterior. Los límites del sujeto no son tanto interiores, si no más bien constituyen esa imposibilidad que se proyecta en la inconmensurabilidad del medio externo. Es decir la incapacidad de aprehender, en su vasta amplitud los misterios que forman parte de un Ser que se relaciona obligadamente con un medio. El fin último de esta temática apunta básicamente a conseguir una suerte de seguridad, en tanto puede vencer las cuestiones que se muestran inexpugnables para el individuo. Algunos pensadores hablaron de tópicos de poder, otros de meros modos de manifestarse ante una situación. Desde nuestro modo de ver las cosas, lo radicalmente importante se centra en la intención y como esta se fue desarrollando a lo largo de la historia, no solo creándola también brindándole un tipo de sentido.

 “Dios Todopoderoso, necesita dar cuerda a su reloj de vez en cuando, pues de lo contrario dejaría de moverse. La máquina fabricada por Dios es tan imperfecta, que hasta Él se ve obligado a limpiarla mediante un concurso extraordinario, he incluso repararla a la manera en que un relojero repara su obra; por lo tanto, ha de ser un artesano, tanto más inhábil, por cuanto que se ve obligado con frecuencia a reparar su obra y ponerla a punto”.

“Puesto que la naturaleza ha de ser perdurable, los cambios de las cosas corpóreas han de ser atribuidos exclusivamente a las diversas separaciones y nuevas asociaciones de los movimientos de las partículas permanentes, al ser rompibles los cuerpos sólidos, no en el medio de esas partículas, sino allí donde se juntan, tocándose en unos pocos puntos solamente. “

Newton, como tras sus palabras se puede advertir, se ocupa de la naturaleza, como de causa de los efectos observables, tratándolas como causas o fuerzas matemáticas. Es por esto que se ocupa de un modo magistral de la fuerza gravitatoria, ya que se muestra, a través de determinadas observaciones como evidente y a partir de este aserto, encolumna toda una serie de consideraciones, desde el punto de vista científico, que van a reconsiderar el papel fundacional del concepto Dios.

A partir de esta circunstancia realmente considerable, las cuestiones respecto a las aproximaciones de saber van tomando un tono más que especial. Una realidad es el hecho de la bifurcación de todas las áreas de conocimiento, es decir la tajante división de los grandes tópicos teóricos, caso física, matemática y filosofía (según el orden Aristotélico, modificado inversamente por Descartes) que de alguna manera van no solo a ser reformulados, estableciendo nuevos conceptos en pos de un todo absoluto, que también al ir segmentando aquella formación cuasi primigenia, modifican sustancialmente no solo las formas( Evolución Biológica, La electroestática, la electrodinámica, la lingüística, la psicofísica, el método sociológico, etc.) que además forjan la nueva realidad de lo eternamente imprescindible, por más que las situaciones que sobrepasan el modernismo, ofrezcan un nuevo aquelarre de posibilidades( sea partículas elementales, cadenas de ADN, un punto de materia, etc). El concepto más originario y populoso, metamorfoseado se va constituyendo de un modo diferente en lo esencial, pero igual en lo formal, es decir un Dios crucificado, bañado en sangre, con una diadema de espinas en la cabeza y con lágrimas en los ojos, pero con espíritu demoníaco.

Intentaremos recorrer subrepticiamente las grandes tendencias que forjan la particular manifestación del fundamento infundado.

Generalmente en filosofía se habla de una corriente posmoderna, sostenida por un argumento o un método rizomático, desde la óptica científica la nominalizada particularización discurre por intermedio de desclasificaciones que son harto difíciles de sintetizar con debida consistencia, de todos modos intentaremos sacar conclusiones generales para poder vincularlas no solo en un sentido filosófico, también relacionándolas con la particular construcción conceptual, que moviliza este pequeño análisis.            

 En matemáticas, el abismo se empieza a dar desde el momento mismo en el cuál Bertrand Russell pone en crisis la lógica de clases (desterrando prácticamente la aritmética defendida por Frege) con el descubrimiento de la famosa antinomia (Vg; Epiménedes el Cretense dice que todos los Cretenses son mentirosos) construye la teoría de los tipos, que pese a seguir con una línea platónica intenta brindar una salida coherente dentro del círculo de lo lógico-matemático. David Hilbert con los métodos finitistas (procedimientos elementales e intuitivos, de tipo combinatorio, que se utilizan para manejar siempre una cantidad finita de objetos y de funciones determinables) impulsa toda una corriente tendiente al problema de la completud de la teoría de los números. Kurt Godel afirmó en relación a este último paradigma, que el cálculo lógico, con potencia suficiente para formalizar la aritmética elemental, si es coherente, es de un tipo que hace que en él sea indemostrable la fórmula que expresa su coherencia. Dando comienzo de esta manera, en el campo de lo matemático, un espacio en el cuál se empieza a dar prioridad a lo específico en desmedro de lo general y a favor, más que nada de intereses en relación a lo particular.

La semántica de Tarski postula “si tenemos una definición de verdad consistente en el acuerdo entre aserciones y hechos, no tenemos un criterio de verdad: siempre podemos equivocarnos al decir que una teoría es verdadera”, de este modo la investigación discurre acerca de las relaciones que se pueden establecer entre los lenguajes formalizados y los conjuntos de objetos. Esta búsqueda de una prueba coherente bajo un tipo semántico representa otra prueba más de los caminos trazados en pos de un absoluto, que paradójicamente se va subyugando bajo los rigores de lo metódico, cambiando radicalmente de esta manera la meta final.

Dentro del ambiente de la física, el punto de partida constituye el impacto crítico de la mecánica con el electromagnetismo en torno al paradigma relativista einsteniano, sumado al estudio de los fenómenos de la intelección entre la materia y las radiaciones (paradigma cuántico), dan como resultado: teoría de los cuantos, física  atómica nuclear, subnuclear,  química física, astrofísica, bioquímica, biofísica, geofísica, etc. En definitiva, estos sectores, como también en el área de la biología, la teoría genética, logra adquirir entidad propia, van divisando un terreno propicio para el cultivo de las grandes conclusiones en base a parcializados estudios, lo cual marca una tendencia irreversible dentro del ámbito de lo científico.

Ya en el terreno de lo filosófico observamos la contundente realidad en que las ideas más consideradas tienen una especial vinculación con lo específicamente científico. El caso más clarificador es el reinado del pensamiento Hermenéutico, el cual se destaca básicamente por la aceptación de las consideraciones varias y el rechazo a los pensamientos sistémicos.

En el mientras tanto de querer y no poder, o del pretender, por naturaleza, cambiar, o lo que nos fue dado, o lo que arrastramos como lo que es, la “inercia de la acción continua”, sí la filosofía o la reflexión filosófica, al menos sirven para ponerle palabras, a las insatisfacciones que genera el imperio de la práctica, pues al menos de tales tribulaciones, podríamos concluir que, pocos o muchos, al dedicarnos al pensar, generamos un tránsito diferente en el tiempo, ese mismo que por miles de años ha sido y es casi igual para la humanidad, ese que es, supuestamente, tan diferente para los dictadores del hacer o los indiferentes del leer. 

 

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