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26 de marzo de 2017
El jazz: la última democracia.
La música no es la copia de las ideas, sino de la voluntad misma, cuya objetividad está constituida por las ideas, por esto el efecto de la música es mucho más poderoso y penetrante que el de las otras artes, pues esta solo nos reproducen sombras, mientras que ella esencias. El mundo como voluntad y representación. Arthur Shopenhauer.
Existen diversos modos para explicar algún fenómeno determinado, la paleta de opciones es enorme, con la música, –tal vez-, podemos explicar porque la democracia argentina es puramente simbólica, protocolar, sin ambición de nada más que un bálsamo o placebo antidepresivo, nuestra democracia carece de intención musical, es simplemente una realidad literaria.
Allá por los años de los zapatos de charol, traje y sombrero, en el amanecer de los años cuarenta, Estados Unidos será laboratorio para las experiencias músico-culturales que marcaran a fuego al país hasta el presente. Antes que nada, es bueno precisar que la música como concepto global y actividad de expresión creativa nació sin normas preestablecidas, todos los sonidos del universo son musicables, todo era música en los tiempos de la libertad sonora, en su génesis, no existía partitura, estructuras armónicas y mucho menos géneros musicales. La feroz adicción humana por clasificar cuanta cosa encuentre en la realidad total recayó sobre la música.
La democracia y la política sufrió el mismo golpe vertiginoso de la clasificación adicta y voraz que la música, en Argentina, la democracia junto con la política pública es ámbito exclusivo de los partidos políticos, todo aquello que este por fuera de las facciones; es sedición y, para asegurar el predominio hegemónico de elites facciosas in-representativas, en un acto naturalmente antidemocrático articularon el privilegio en la Constitución Nacional, justamente para evitar la existencia de una democracia globalizada en el país, se comienza por naturalizar lo que no es natural, como los condicionamientos de las instituciones estatales a la vida democrática de una sociedad para arribar en una democracia de comisión directiva o una democracia de caciques.
Como adelantamos párrafos anteriores, en los años cuarenta aparece en el país del norte una práctica realizada por músicos que cambiaria al país, nace el Jam Session como un renacimiento de la primera hora de la humanidad en la música, el origen de lo musicable y democrático se resuelve en una re-categorización del hombre en el acto por encima o mas allá del genero estrujado, el jam es una práctica musical que tiene como eje rector la improvisación, pero improvisación no significa hacer cualquier cosa, el músico improvisa dentro de un marco mínimo de estructuras armónicas conocidas por todos los que intervienen, la improvisación musical tiene perfectamente establecido su punto de partida y su meta, dentro de los dos extremos hay infinitas maneras de transitar el camino entre uno y otro punto, eso es improvisar, que curiosamente es la practica más difícil del mudo musical, son muy pocos los músicos que están dispuesto a entrar en la democracia musical, el músico, como hombre adicto al encuadre o a la clasificación raramente acepta el libre pensamiento, -si se quiere-, en los sonidos musicables. Miles Davis, el famoso trompetista norteamericano se ofuscaba mucho cuando el periodismo especializado encapsulaba su música en géneros como el jazz, jazz fusión, jazz moderno, etc, Davis sostenía tajantemente: ¡Yo no hago jazz, hago música social! Entre líneas el trompetista dejaba ver su visión democrática de la música y siempre remataba con: la música que no se mueve es música muerta. No es casual que el jazz sea música negra, con fuertes lazos con el continente Africano donde los modelos tribales de democracia llaman la atención por su realización casi plena.
El género se subroga la verdad musical en exponentes personalísimos y excluyentes, la democracia hace lo suyo en un sistema de partidos, bien definidos en lo procedimental y encorsetados en una colina normativa que los protege contra la democracia misma: la popular, la musica social. La realidad se presenta constantemente problematizada en pos de la propia interpretación de lo que parece que es y no es, imbuida en una permanencia de falsedad, reproduciendo a cada paso falsificaciones de un concepto de los más antiguos que tiene que ver con el hombre en el acto por oposición a los procesos y procedimientos electorales y politiqueriles de hoy día, vacios de conceptos, de caminos e ideas, saturados de marketing berreta, de eslóganes y repeticiones discursivas huecas. Toda sociedad débil no elije el camino de la democracia para sortear sus inconvenientes, casualmente opta por re-potenciar la hegemonía de la iniciativa político-democrática en las facciones (partidos políticos) que justamente debilitan y dividen a la sociedad cuando se las necesita mas fuertes y cohesionadas.
El jam incuba una re-significación de la idea-concepto música o sobre los sonidos musicables, subvierte la parcelación, al género que abrió las puertas al negocio musical que fue socavando los cimientes del origen tonal, el jam se presenta coma la recuperación de la democracia musical por aquellos que la hacen posible, los músicos participantes se reúnen en torno a un mismo fin: expresarse por medio de la música, donde los principiantes compartían el mismo espacio ejecutando sus instrumentos con los consagrados. El jam es democracia por oposición al género, al partido político que juegan su propio juego de ventajas, donde el fin en sí mismo no es alcanzando la democracia, al contrario, cuanto menos democrático sea el entorno más fuerza tensional de poder consiguen.
Por Carlos A. Coria Garcia.
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