ANÁLISIS
1 de marzo de 2016
De servilletas, paladines y procesados.
Duerme, duerme negrito que tu mama está en el campo, negrito, duerme ,duerme negrito, que tu mama está en el campo ,negrito, trabajando; Trabajando duramente, trabajando si, trabajando y no le pagan. Duerme negrito, canción de cuna.
En poco más de setenta días de gestión macrista o revolución de la alegría no cesa el desfile, no de modelos sino, de funcionarios nacionales y populares en tribunales. Entre globos, pitos y matracas pase pa´ dentri.
Entre prófugos, efedrina y otras yerbas el turno del auto de procesamiento le toco en suerte al que fuera de todo pero, últimamente jefe de gabinete Don Aníbal Fernández y al flamante gobernador de Tucumán Juan Manzur. A toda buena idea en políticas de Estado y como si fuera un estigma le viene adosado el “negocito” de los muchachos para literalmente robarle al Estado o, mejor dicho a los contribuyentes que hacen a la existencia del Estado.
La licitación del Plan Qunita, o el Kinder-Gate que tenía por objetivo que 140.000 bebés recibieran un kit con varios elementos, entre ellos una cuna de madera encastrada, para garantizar el acceso equitativo a los insumos y recursos necesarios para una adecuada atención del recién nacido y su posterior crianza, llevo al juez federal a procesar a los susodichos (según consta en el Auto de Procesamiento) por el delito de fraude en perjuicio de la administración pública en concurso ideal con el delito de abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público. (Artículo 54; 174 inciso 5° en función del artículo 172 y 248 del Código Penal y artículos 306 y 310 del Código Procesal Penal de la Nación)
Siempre es bueno seguir las sugerencias del Viejo Vizcacha tal como “hágase amigo del juez, siempre es bueno tener un palenque dónde rascarse”. Cuánta razón tenía el Maestro quien fuera mi profesor que un día me dijo algo como: en la pirámide jerárquica de importancia, en la cúspide esta Dios y luego los jueces federales, ya sabes a quien temerle mas.
Claudio Bonadio es el juez federal que lleva la causa, sin olvidar que estamos en presencia de un famoso magistrado, no por sus hazañas en pos de la justicia y su lucha inagotable contra el delito, su fama proviene de estar en la lista de jueces adictos que fuera escrita en un servilleta, es parte del elenco conocido como “los jueces de la servilleta”. En cualquier país medianamente serio Claudio Bonadio no sería juez y en lugar de andar a la caza de funcionarios avezados en el arte del saqueo estatal, compartiría el pabellón en la penitenciaría con Fernández y Manzur por ejemplo.
Que Claudio Bonadio se convierta de la noche a la mañana en un fiel servidor de la señorita de balanza, ojos tapados y espada o en mártir de la causa dice mucho de lo que pretendemos como país. Si Norberto Oyarbide fue premiado como el juez groom of the stool ( limpiaculo) nacional y popular, Don Claudio Bonadio se perfila para cubrir el mismo cargo en la revolución de la alegría.
Por Carlos Coria García.
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