Lunes 30 de Diciembre de 2024

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  • 20º

ANÁLISIS

16 de diciembre de 2015

Corrientes debe volver al sistema del Colegio electoral para elegir gobernador.

Sí Ricardo Colombi, se nutre de los conceptos profundos que emanan de cambiemos y que el propio Presidente, arrojo en la mesa de la quinta de Olivos en la reunión con los gobernadores, la reforma política, debe ser uno de los ejes en los que se tiene que trabajar de aquí a unos meses. A diferencia la política tradicional, Macri va por el trazo grueso y en vez de estar preocupado, como probablemente lo están los caciques provinciales que lo apoyaron, por cambiar figuritas en puestos nacionales, y pagar políticamente con ello, a centenares de los nunca bien ponderados punteros o referentes políticos, por tanto probablemente tenga en agenda no sólo la forma o metodología, que impera ya en la Ciudad de Buenos Aires (con voto y boleta electrónica), sino también el fondo de la cuestión electoral, para cambiar también, la referencia o la legitimidad representativa. Para Corrientes, el volver, perfeccionadamente, al sistema indirecto del Colegio electoral, que garantizaba la representatividad por secciones o el federalismo político hacia el interior, podría ser una herramienta, que además, le otorgue un salvoconducto, para que las relaciones políticas, se armonicen o se conduzcan hacia una cultural de mayor consenso, de forjar acuerdos de gobernabilidad (una especie de giro de un sistema presidencialista a uno parlamentarista, en forma encubierta y soslayada) antes de que prime la lógica secesionista y adversarial de que gobierne quién se impone por la mitad más uno de los votos, sin que importe demasiado la otra y también populosa, casi en un grado igual, mitad menos uno de los votos derrotada.

Daremos un ejemplo de en nuestra patria chica, de como el actual sistema de elección a gobernador, no garantiza la representatividad imprescindible para tener un sistema político que represente la voluntad popular, iremos a la última elección a gobernador, sin que sea óbice quién ha ganado y perdido en la misma.  El segundo candidato a gobernador, saco más del 40%, sin embargo, no sólo que no gano, sino que además con esa masa de votantes, que lo legitimo, no accedió a ningún espacio de poder (después sí lo hizo pero por discrecionalidad de la presidente de la nación en aquel enntonces) y la gente en verdad, o mejor dicho la consideración pública (sobre todo los que no se dedican a la política profesional ni académica) considera a la política como un espacio en sí mismo, es decir sí está votando a alguien (en gran número) quiere que esté en la política (en ese espacio, en esa categoría, en ese gueto que ven como lo político), sea como fuere o en algún lugar y eso creemos que no se está respetando bajo lo que se denomina, encubierto por este sistema a modificar, dado que las democracias representativas occidentales que estimulan, fomentan y precisan de la imposición por las mayorías, de la conflictividad dirimida por la arrogancia del número y que se sostienen en el bastión de la exclusión para funcionar, se nutren del “énfasis en procedimientos que aseguraran la participación en las decisiones que les conciernen de todas las personas situadas en una sociedad y su control sobre quienes las representen. No se basaría en la competencia partidista sino en el principio del acuerdo. Su idea regulativa sería evitar la exclusión” (Villoro, L. La democracia consensual).

Para expresarlo en buen romance, que ese 40% quede afuera de la consideración del gobierno que prevaleció, por un escaso margen, es contradictorio con la definición misma de democracia representativa, dado que al correr al sótano de los perdedores, se esta dejando de lado, los intereses, las propuestas y las expectativas de muchos ciudadanos que apostaron por tal candidatura o se referenciaron con la propuesta política y corpus de ideas que encabezo determinado candidato, bajo esta lógica perdidoso.

Que haya perdido, es decir, que hubiera prevalecido el ganador por número, no debe ser óbice, para descartar de plano, la gran representatividad alcanzada por quién perdió.

La manera, de poder encontrar otras formas, más institucionales y porque no democráticas, la vemos no sólo en forma teórica sino también práctica.

“La democracia consensual supone que todos los miembros de la comunidad pueden llegar, por el diálogo, a descubrir un bien común sustantivo. »Los seres humanos tienen la capacidad de abrirse paso entre sus diferencias hasta tocar fondo en la identidad de intereses. «  En efecto, en las comunidades premodernas, el pueblo puede coincidir en los fines y valores superiores, aceptados por la tradición, que presentan unidad a la comunidad. En cambio, las sociedades democráticas modernas y complejas no comparten necesariamente ese supuesto. La concepción liberal de la democracia se levanta sobre el supuesto contrario; es una manera de responder a la multiplicidad de concepciones del bien común que responden a intereses divergentes. Si el Estado aceptara una concepción sustantiva del bien común, sería por la imposición de un sector de la sociedad sobre los demás. De hecho, eso es lo que puede suceder, en la realidad, si se sigue con rigidez el principio del gobierno de la mayoría” (Villoro, Luis, Sobre la democracia consensual, p.12).

La propuesta bien podría ser correspondida con el actual humo blanco Vaticano, cuando en el sínodo de los cardenales, no se agota la instancia del voto, hasta que finalmente por unanimidad y no por mayoría, ni simple ni calificada, se logra el consenso o el acuerdo, para el anuncio del Habemus Papa.

Bien podríamos volver al sistema del colegio electoral, perfeccionándolo (básicamente que no sea divisible y su resultante de partes iguales, en el anterior, eran de 26 electores y de esa “burrada” surgieron los problemas ya sabidos) garantizando a su vez, que las diferentes regiones de la provincia, tengan mayormente representada sus intereses (es decir que no prevalezcan las asimetrías que proponen los grandes o el gran centro urbano de la capital, en donde se prioriza la campaña y por ende las propuestas de gobierno) y tendiendo, de un modo sugestivo o positivamente encubierto, a un sistema más acuerdista, o menos caudillista del que poseemos en la actualidad y en donde, todo gira y ha girado, desde la imposición de este sistema, tras la figura casi omnipotente del gobernador, muy al contrario, vale decir, de lo que propone el Presidente, de gobernar con equipos, bajo el arte del acuerdo, ante que por la imposición de líderes infalibles y mesiánicos.

Claro que para esto, y habiendo, hace más de tres años, presentado en el parlamento correntino proyectos de reforma política, institutos provinciales de capacitación política, habiendo realizado foros y simposios de filosofía política, ganando terreno en el ámbito internacional con tesis admiradas en instituciones educativas y culturales del mundo, aturdido medios de comunicación u bandejas de entradas de correos electrónicos para dar este testimonio de ofertar propuestas de cambio, modificación  y reforma política, nada parece alterar la indiferencia, rayana con la exclusión y el apartamiento, o la no convocatoria, por parte del gobernador para que este debate pueda alumbrar, más allá, de como dijimos, el lógico, obligado y merecido, reparto de premiaciones políticas, que tan ocupado lo ha tenido y lo tiene, para modificar la estructura provincial de gobierno y los espacios que impondrán desde la Nación, que cambio de manos y que se espera, que el gobernador cumpla, alineándose conceptualmente al mismo, por ello, este nuevo recordatorio o testimonio de nuestra existencia, para ser contemplados por quiénes deberían trabajar en los aspectos profundos y centrales, más allá del reparto de cargos y conchabos a amigos y correligionarios.

Tenemos toneladas de papeles y ríos de palabras, argumentando acerca de la gravedad en que ha caído la representatividad política, esto que se inicia en lo electoral, cuando los sellos de goma que se llaman partidos, juntan fichas de afiliación truchadas, para que no más de 30 vivos, se sienten con los 2, o a lo sumo 3 tipos de más poder en esa circunstancia electoral, y se repartan entre parientes, amigos y testaferros, esa representatividad en la legislatura y en los concejos deliberantes. Para que en las urnas, o en los cuartos oscuros y abotagados de boletas del color y de la calidad de un papel higiénico, la gente, el electorado, en una gran mayoría, estimulada por la prebenda de la bolsa de mercadería, del dinero en efectivo, o del puesto o la mejora laboral, termine consagrando a “sus representantes”.

Uno de los aspectos, de los más básicos a mejorar, ni siquiera el plantear un límite a la reelección legislativa (de ambas cámaras y de los concejos) o nulidad para evitar el nepotismo al menos en una misma lista, es precisamente uno que está de moda, entre nuestros políticos, lo que llaman federalismo, o esa jactancia cuasi heroica que mención como gesta en discursos oficiales y en medios de comunicación.

Nos hacen creer que el federalismo  es sesionar en un paraje, es recorrer la geografía provincial 34 veces al año, y quizá lo sea pero como condición necesaria no suficiente.

Evitaremos mencionar cómo funcionan los sistemas representativos, no en otros países, sino en provincias de nuestro país, no tan lejanas, sino vecinas como Santa Fé, dejando en claro, que además este debería ser el verdadero impulso de una reforma, sea constitucional o no, que este contemplada la reelección o no del gobernador, pues esto es lo principal, lo que se habla y los que hablan, es precisamente de lo accesorio, de lo secundario, de lo circunstancial, que como casi siempre confunden con lo importante.

No sólo necesitamos una reforma electoral, para discutir si precisamos una ley de internas abiertas provinciales, que establezca boleta única, voto electrónico, que defina un nuevo sistema electoral, que no sea el del balotaje (que al ser tan directo “afianza” el bolsazo de mercadería), contemplando el colegio electoral en una versión mejorada, o tantos temas indispensables, que se podrían discutir, teniendo como referencia,  este aspecto concreto, que ganaríamos en calidad institucional, al tener por ejemplo en nuestra legislatura un representante por secciones e intimar a la clase política a cambiar de eje de lo democrático, de la imposición del número, al acuerdo consensual.

Pues como vimos y como usted sabrá, los melones se acomodan solos en el camión, sin ningún criterio de mérito partidario, de idoneidad (cuando hubo oportunidad de hacerlo, el gobernador dejo en manos de un senador la elección del defensor del pueblo, para el que se convocaron y sometieron a los postulantes a un sinfín de pruebas de todo tipo, sin que se dieran los resultados de las mismas, resultando electo un mandadero de los organizadores de la pantomima) sino simplemente por esa juntada meses antes de una elección de un grupete de  talentosos; podríamos evitar la colisión de este camión melonero, introduciéndole un criterio difícil de cuestionar como el presente, que como dijimos forma parte de los sistemas electorales de muchas provincias de nuestro país, y de países vecinos que indudablemente muestran, al menos en los papeles, una mayor calidad democrática e institucional que la que podemos esgrimir nosotros, y que necesariamente es mucho más importante que los deseos, que pueden concretarse o no, de una persona para su reelección y que además, casi en forma gratuita, lo pondría en línea con lo que promete el actual Presidente de la Nación, con el que dice compartir sus consignas de Cambio.

 

 

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