Jueves 26 de Diciembre de 2024

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  • 20º

ANÁLISIS

5 de octubre de 2015

El “Candidato” político y su relación con la ciudadanía o el electorado.

Ellos, la clase política, realmente forjaron esa relación de amor marital, con el ente abstracto, personalizada como la mujer llamada democracia. En ese heroico y triunfal regreso, de la oportunidad de votar, de expresar una idea política, un convicción social, los políticos representaban, no sólo al pueblo, sino también a la máxima expresión de la libertad, y para los creyente, a los deseos de dios, para con sus hijos dilectos. Contaron con una cantidad inusitada de posibilidades materiales, de instrumentos normativos, para ordenar una sociedad, ávida de consagrar, no sólo con el voto, con reconocimiento público, y hasta con admiración sacra, a los hacedores de la democracia. Eran los padres de la patria, la nobleza latinoamericana, en sus venas fluían, la sangre azul de monarcas, condes y demás personajes nobiliarios, que en Europa poseían tal entidad, y que en nuestra versión vernácula, se constituían en intendentes, gobernadores, ministros, legisladores y demás funcionarios públicos.

Por diferentes motivos, conocidos por muchos y desconocidos por pocos, a medida que avanzaban los años, se iba horadando y percudiendo esa entidad democrática, símil a la monárquica. Aquella vieja frase que los hombres pasan  y las instituciones quedan, nunca se hubo de tener en cuenta. Dieciocho años después (crisis de legitimidad), del regreso triunfal, esa mujer bonita que se casaba, con pleno amor, con los hombres de la política, se convertiría en una hembra despechaba, que no sólo clamaba por el divorcio vincular, presentaba una y otra demanda judicial, con el claro y prístino objetivo, de ver tras las rejas, a todos los que la habían engaño en forma artera. Ese matrimonio constituido, por una forma de gobierno con los hombres que la ejecutaban, poseían millones de descendientes, de hijos, que éramos, ni más ni menos que la totalidad del pueblo argentino. Se comprendía, la reacción que la mayoría había manifestado, en pleno divorcio conyugal. Cacerolas mediante, protestas espontáneas y maldiciones a granel, los hijos se expresaban claramente, a favor de la madre, denostando y catalogando de demonio, a la clase política, a ese hombre que había hecho sufrir, con infidelidades, golpes y descalificaciones, no sólo a su mujer, sino también al conjunto de la familia.. Mientras se salía a, comprender, para superar el dolor, las razones y argumentos de nuestro padre social (la clase política), nuestros hermanos, salían, dominados por la emoción, a clamar por el dolor de nuestra madre (la democracia). Siempre ante un problema, y más en los de pareja, que no por casualidad etimológica proviene de par, son dos los responsables, en menor o mayor cantidad, y cada uno tiene su cuota de responsabilidad ante el fracaso.

Nunca será absoluta la visión que se tenga, ni de la forma de gobierno, ni de sus poderes que la constituyen, menos mal e impensadamente sobrevinieron años en donde se reconstruyo aquello, y por más que se esté o no de acuerdo, la democracia y sus políticos, ya caminan sobre terreno firme.

La realidad se oculta detrás de estas máscaras, que nosotros mismos ayudamos a consolidar. Nuestra actitud cómplice, fomentada y difundida por mercenarios de la comunicación, nos sentencian a eternizarnos en este mundo de fábula y mentiras.  

 

Baudrillard, narra que el sida es una enfermedad paradigmática, dado que en el acto íntimo de una relación sexual, uno debe intermediar con un preservativo, al hacer el amor sin protección, podemos contraer una enfermedad terminal cómo traer un hijo al mundo. La técnica siempre es determinante en estos tiempos que corren. No deseo ir muy lejos, pero sin los recursos tecnológicos, quizá no escribiría esto.

 

El problema no son los fuegos artificiales, existen y quién se divierte con ellos adelante, lo único que hay que tener en claro es que duran muy poco, y largan mucho humo. Cómo los políticos con alta presencia mediática y sin propuestas, cómo los eméritos doctos que defecan en la ética, cómo los artistas e intelectuales que brillan por la mera provocación o por el roce social, cómo los miles de súbditos que por unas migajas no conocen lo que es la libertad.

Algunos tontos, puede que nos llegue una cierta molestia, por el estado virtual de las cosas, pese a ello, somos rehenes del sistema de salidas temporarias, que nos brinden la certeza que nunca podremos obtener pero que estamos condenados a buscar. Abrazando la tecnología que nos costará el exterminio de nuestros recursos naturales, construimos redes sociales, virtuales, donde, más allá de la comunicación y de la exposición pretendemos imposibles, como tomar cervezas, comer rosquetas, fumar cigarrillos, pertenecer a grupos, militar causas, todo, por intermedio de un click.

Cuando en una determinada mayoría, el amor real, duele tanto, que se prefiere establecer un vínculo cibernético, manteniendo sexo y despertando en los protagonistas sentimientos serios, por más que no existan intercambios de fluidos, esa mayoría genera una realidad, antes inexistente, que debe ser considerada como tal, independientemente de lo que parezca a ojos de quiénes se manifiestan en la vida con otros parámetros.

Los griegos que nos legaron la democracia, consideraban natural no sólo la homosexualidad, sino que se sospecha (al menos etimológicamente) que la pedofilia era socialmente estimulada. Foucault murió de Sida, dejándonos como herencia sus textos.

Quizá nuestros sistemas actuales, que nos movilizan a vivir tras una pantalla, desde la sexualidad, hasta el amor, pasando por la militancia política, sea una manifestación clara, de que en realidad lo que no controlamos, o se ha salido de nuestro control o de nuestras intenciones conscientes, es un sistema de político, administradas por meros oportunistas que ni siquiera reconocen que no se pueden controlar ellos mismos y por tanto difícilmente, desde lo consciente, puedan cambiar las cosas para bien en nuestra comunidad.

Cuentan que Alejandro Magno, en una de sus campañas, se encontró con temperaturas bajo cero y para llegar a destino, tenían que cruzar con su ejército, un río fangoso, profundo, poco amigable. Ninguno de sus hombres se animaba a dar el primer paso, para enfrentar el obstáculo. Alejandro, comienza a ingresar al río, en el medio del mismo, al ver que nadie lo sigue, se da vuelta y mirando a sus oficiales les dice ¿Os dais cuenta de las cosas que tengo que hacer, para que me tengáis respeto? La autoridad no se funda en nombres, jerarquías, ni trayectoria, estos son simplemente condimentos, la autoridad se funda en la razón y a veces se puede encontrar de nuestro lado, como en otro lado, se precisa de grandeza e inteligencia para reconocer esto.

Por estas cuestiones, de la vinculación harto compleja de los representantes con los representados, que nació lo democrático, al menos en el período moderno, bajo la opresión dictatorial, y fueron paridas por el desgarro del padecer de desaparecidos y más luego soportadas por largas crisis, que casi se extinguieron en la democracia misma, es que precisamos de “Candidatos” a todos y cada uno de los lugares institucionales, que al menos puedan sostener lo que prometen, que demuestren alguna condición como para que nos resulte creíble que no dejarán en el altar, a la novia, que en este caso sería la democracia ciudadana.

 

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