ANÁLISIS
25 de agosto de 2015
Para-democracia y enfermedad latente.
Para referirnos de manera certera a la realidad (digamos política) inmediata sin perder verosimilitud debemos recurrir a metáforas. Es una manera recreativa de poder visualizar el desplazamiento, movimiento, devenir de los actores presentes de la escena real-mass-media-politi-k, sin caer en lugares comunes de análisis ideológico estático, es decir, cómodas posiciones de muñeco de paja fácilmente desechables. Por Ezequiel González.
Eliminamos rápidamente los tapujos que trae consigo el inmóvil espantapájaros y nos aventuramos a referir los hechos acaecidos recientemente a partir de las elecciones en la provincia de Tucumán, de público conocimiento. Utilizando conceptos críticos inspeccionamos a la sospecha de fraude como síntoma social de choque entre subjetividades por el uso práctico de la mala consciencia. Léase ágilmente como lecturas objetivas de una situación eleccionaria democrática que llevan en su interior la marca inconfundible del mito en forma de una honestidad o confianza ausente en las prácticas cotidianas de todos los para-ciudadanos. Algo que la propaganda electoral se encarga de escupirnos constantemente en los ojos, no es que los candidatos solo sean presentados ¨inocentemente como el mal menor sino que además, llevan consigo una pretensión implícita profética, de acto ciego de fe en ideas ausentes como decíamos, pero siempre en la dimensión de lo inminentemente realizable en un estado de cosas futuro.
Parafraseando podríamos afirmar socarronamente que la para-democracia es un puente tendido entre el estado de cosas presentes, inmediatamente presentes, y la democracia como utopía real-izable radicalizada. Asistimos en Tucumán a una disputa por la obtención de un cargo, que solo señala a quien le corresponde la tarea legitima de hacer promesas, de profetizar. Una disputa que para la casta política,¨ los jugadores representantes¨, aparece no solo como obtención poder-dinero, sino también como apropiación de la maquinaria para-democrática.
Es, en este contexto, donde los mecanismos dan lugar al síntoma, identificado no solo con las acciones de quema de urnas, sino también con las manifestaciones y a su consiguiente coacción para-represiva. Lo visto, lo informado es el estado de sospecha (siempre alentada por la liturgia mass media) usada pragmáticamente dentro de la mala consciencia. Posiblemente referirnos a la utilización de la violencia para re-establecer un orden pre-existente, solo confirmado por la desgana y el desinterés, no explique correctamente a la represión como lo que es: un proceso inmunológico que previene de hacer plenamente consciente la causa del síntoma ¨sospecha¨. Digamos descreimiento en las formas y apropiaciones de la para-democracia con respecto a la tierra prometida democrática, que no termina de encarnar. Distancia presentida por subjetividades vestidas con las ropas cortas que le brinda la representatividad para-democrática.
No debemos asustarnos, frente a los custodios inmóviles de la caña, y mostrar esa desnudes que se deja entrever por los discursos arcaicos de una forma de hacer política, que olvida todas las desnudeces ,incluso la que vemos y nos conmueve, nos arrebata, nos interpela. Porque siempre decir no fue empezar a cambiar, fue empezar a pensar; y aunque los glóbulos blancos vengan montados a caballo, nuestras acciones no son inocuas. Solamente un poco invisibles por el exceso y la ceguera ritualista de la maquinaria para-democrática.
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