ANÁLISIS
31 de mayo de 2015
Desterrar el principio ficticio y perverso de “Una persona, un voto” es lo que propone el Voto compensatorio
En tiempos de las llamadas democracias inacabadas, líquidas y demás epítetos elucubrados por las luminarias, académica y editorialmente bendecidas, la única salida válida para reconstituir el contrato social, que subyace como sostén a nuestra institucionalidad representativa, es el de reconsiderar ese principio ramplón y tramposo, que nos hizo creer durante mucho tiempo que lo real es sinónimo de lo expectante, la unificación maléfica entre acto y potencia, debe ser escindida, para que tengamos normativamente, una sociedad en donde el ciudadano valga numéricamente en voto, de acuerdo a cuanto le debe ese estado tutelar, es decir sí el mismo ha estado para brindar, educación, salud, trabajo y seguridad, no puede representar en cantidad lo mismo para aquellos, al que ese mismo estado, ha permanecido ausente, generándoles todo tipo de inconvenientes, que naturalmente, repercuten también en un tejido social e institucional que nos proponemos reconstruir, mediante esta nueva consideración filosófica-política-jurídica.
Ha llegado el momento que dejemos de actuar como meros comentadores de la realidad, como catedráticos de teorías perimidas que no se corresponden con lo que sucede en amplios latifundios del mundo, en donde millones de seres humanos, de carne y hueso, perecen en la miseria más absoluta, y son vejados en su expectativa, por quienes se aprovechan de lo único intangible que poseen; la esperanza.
La esperanza de que sean iguales, de que sean incluidos, de que tienen los mismos derechos que cualquiera, es el veneno más ruin y letal, inoculado, por parte de los sectores interesados que pretenden un mundo para pocos, sosteniéndose en los que no tienen, prometiéndoles lo imposible, de que alguna vez tendrán.
Esa promesa, se maximiza, se hiperboliza en tiempos electorales, es el momento, en donde y cuando, el vejamen en abstracto, se transforma en un delito permanente, se materializa en grado sumo, cuando los cancerberos del sistema (llámese referentes políticos, académicos o comunicadores) les ofrecen en sus hogares sobredimensionados de miseria, dinero, comida, bolsones de mercadería, elementos de construcción para que sus casas precarias sigan siendo tales, formalizarnos en el sistema laboral para legalizar la esclavitud moderna, o en el mejor de los casos prometerles ruines mejoras salariales que nunca les alcanzará para dejar de ser patológicamente dependientes.
Es tiempo que aquellos que sientan, que la humanidad necesita avanzar por otros senderos, abracen esta posibilidad, que es ni más ni menos que plantear reglas de juego diferentes, que de una buena ver por todas, ponga las necesidades más urgentes como prioridad.
Hablamos de devolverle, al pobre, al marginal, lo que se le quitó, se le quita y se le sigue quitando, suspender el delito permanente, del que es víctima desde lo institucional, para que se lo reconozca como sujeto a ser compensado, regresado en su condición de humano, integrado a un contrato social, en donde no tenga excusas como para una vez dentro, cometer ningún tipo de delito o desacato.
Sí no reaccionamos a tiempo, no tendremos un mañana en donde las diferencias se planteen en términos democráticos o de diálogo, aquellos a los que les seguimos sacando todo, nos vienen advirtiendo que ya se dieron cuenta, de que lo saben, y de diferentes maneras nos lo están haciendo saber, cada elección que pasa, es una oportunidad más que dejamos pasar, para que se siga construyendo ese día de juicio final, en donde ninguno de los que estamos del otro lado tengamos posibilidad de defensa alguna.
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