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  • 20º

POLÍTICA

15 de abril de 2015

La Tierra Sin Mal o radiografía del alma Guaraní

Tal era el concepto del más allá al que se aferraban los guaraníes, los anteriores tenedores de la tierra que habitamos, dado que muy falso sería que dijéramos que son nuestros antecesores, dado que han sido exterminados en nuestra geografía, no así en nuestras vecinas provincias e intentamos por ello aventurar culturalmente que heredamos de los guaraníes.

Pese a que una ley, relativamente reciente dispuso que el guaraní es idioma oficial de la provincia, y de que los festejos del milagro de la cruz (donde épicamente se detalla la muerte de uno o varios guaraníes) hayan cesado en tal simbolismo, lo cierto es que nos decimos descendientes de guaraníes cuando en verdad estamos más cerca de ser los familiares de sus exterminadores.

 

Para la etnología,  que se encarga del estudio de la forma de vida de los pueblos, los individuos y su cultura, los guaraníes que habitaban parte importante de nuestro suelo, en el Siglo XVI,  ostentaban la tenencia de esclavos dado que otorgaba  prestigio social y cierto poder político.

 

La peculiaridad de esta cultura, según los entendidos, es que el prisionero podía convivir una larga temporada con sus captores, le entregaban tierras e incluso podía casarse y usualmente lo hacía con una hermana o hija de su dueño, y a pesar de que este matrimonio era de corta duración, pues al fin debía ser sacrificada la víctima, era un honor para su muchacha ser su esposa, y si había habido hijos de este matrimonio, debían ser sacrificados con el padre. Los esclavos tenían casi iguales derechos que los hombres libres; recibían un trato familiar, ya que vivían bajo el mismo techo que sus dueños, aunque su fin no fuese halagüeño y la espera desagradable.

 

Ya no se atesoran esclavos, para sacrificarlos a los fines de otorgar una prebenda a las fuerzas mágicas como antaño.

 

 

Allí esta Andresito Artigas,  hecho monumento de lata por un grupo de artistas bonaerenses que fueron de gusto de la mujer de un ministro nacional y popular (como si corrientes no tuviese sus artistas) un salvaje guaraní que como pudo, defendió las fronteras Correntinas, contra los bandoleros “gauchos” del Brasil. Ni siquiera se repara en porque las actuales generaciones de correntinos no hablan guaraní, cuando si lo hacían los antecesores. Muy fácil, muy simple, tal idioma lo hablaban los “negros, cabezas y desclasados”, los gobernantes firmaron a fuego que era vergüenza conocer tal habla, hoy casi extinta, y que ameritó una ley en la legislatura que la deposita en el sitio de la extravagancia.

La mano del hombre, entre tantas cosas, ha obtenido en la técnica, un brazo imprescindible, que le permite recrear o regenerar lo natural, por intermedio de artificios o simulaciones. Jean Baudrillard, un ensayista Francés, describe en sus diferentes textos, de que manera lo artificial, la reproducción de lo natural, se transformó en nuestra actualidad, en lo real, en lo auténtico, en lo valedero.

El filósofo alemán Martín Heidegger, distinguía etimológicamente las diferencias sustanciales entre Oriente y Occidente. “Oriente, es el lugar en donde sale el sol, Occidente es el lugar en donde se oculta”.

Mejor es parecer que ser, decía con clara ironía Oscar Wilde, a los fines de ridiculizar a una sociedad que daba prioridad a las formas.

Kant, nunca hubo de salir de Königsberg, su pueblo natal y sin embargo por intermedio de lecturas y de comentarios, conocía casi a la perfección las estepas siberianas. El escritor Italiano Cesare Pavese, afirmaba que existe una vida vivida y una vida pensada, en referencia a que se puede conocer la realidad mediante el intelecto o la experiencia.

Podríamos seguir citando a cuántos autores quisiéramos para que los discursos “encajen” dentro de lo que queremos transmitir, la importancia del sistema cultural, con una raigambre histórica tan perfecta que incluye su propia auto-destrucción.

Nos quedamos en el final, con el de uno de los nuestros, el más relevante a nivel internacional, seguro de los últimos tiempos, publicado e invitado hasta el hartazgo en Europa y diferentes países, que no se aparta y nos representa, con su  impronta y su raíz que es la nuestra.  Hablamos del filósofo correntino Francisco Tomás González Cabañas, acerca de lo guaranítico: Tal como lo expresa uno de los rutilantes ensayos

En medio de los humedales sudamericanos, al parecer existió una civilización, o una aldea, que desarrollo una organización social y política muy peculiar y que de acuerdo a los registros existentes, tanto a nivel etnológico como antropológico, no guardo similitudes o correlatividades, con las culturas amerindias, conocidas y estudiadas después. Damos cuenta de la misma, mediante el descubrimiento de un papiro que los especialistas se lo adjudican a Platón, en lo que sería el hallazgo de un nuevo diálogo del filósofo que versa acerca de los gobiernos más  virtuosos y en donde se mencionan los casos de Atlantis y de los Gentereí. Como todos sabemos el primer caso, ha sido históricamente materia de búsqueda e investigación furtiva, más no así esta segunda civilización que habría tenido un vínculo estrecho con Atlantis, transformándose ambas, para Platón en los modelos políticos ideales, perfectos o a imitar. Platón nos cuenta de la siguiente manera la información que posee acerca de los Gentereí:

Fedón: Y tú qué crees Sócrates, acerca del mejor gobierno posible, acaso, luego de los mismos ¿no han concluido todos de una forma trágica?

Sócrates: Es que sólo conozco dos.

Fedón: Atlantis y ¿el otro?

Sócrates: Los Gentereí.

Fedón: Nunca escuche hablar.

Sócrates: ¿Quieres ahora?

Fedón: Encantado.

Sócrates: Teniendo como virtud máxima el conocer tanto sus límites como sus virtudes, estos hombres de estatura inferior a la promedio y de color del barro próximo al río que habitaban, sabían muy dentro de sí que no necesitaban demasiado esfuerzo como para alimentarse y subsistir, por tal gracia de la naturaleza, que ellos la entendían como una bendición de las divinidades, desarrollaron también una fortaleza interior, que los hacía en circunstancias de peligro, no solo no temerle a la muerte, sino desearla, como tributo o acto sacrificial ante esas deidades.

Fedón: Cobardes para vivir y valientes para morir…

Sócrates: Así lo podríamos decir Fedón, sigo: El mayor deseo de ellos, era el estar bien considerados por el resto de la comunidad, de su aldea,  mostrarse con algún atuendo en el que pudieron haber pasado meses de confección incluso, sobretodo en una festividad a principios del estío, una suerte de bacanales, en donde con disfraces, colgando piedras, imitando a las aves, con plumas, acompañados de cantos y estertores, desfilaban por toda la aldea, siempre siguiendo esa búsqueda, la aceptación, visual, estética y social del otro.

Fedón: Mejor parecer que ser…

Sócrates: Me parece que te estas adelantando  unos siglos, pero sí lo quieres ver de esa manera Fedón…continúo: Regidos por una organización social muy simple pero no por ella poco efectiva, habían logrado determinar bajo un sistema un poco más complejo de que entandamos tal vez, quiénes participaban de la cosa pública y quiénes no. Si bien no suscribían a un sistema definido o explícito de castas, los gentereí propiamente dichos, eran gobernados, por los “Ahiteba”. Si bien estos eran naturalmente gentereí, cuando asumían el rol de gobernantes, dejaban de serlo e ingresaban en este estadio superior, asimismo con el paso del tiempo, y como muchos “Ahiteba” lograban traspasarse el poder filialmente, no fueron pocos los que, confusa o equívocamente, querían imponer estos parámetros de vínculos sanguíneos, cuando en verdad, se trataba de otra cosa.

Fedón: Más vale cola de león que cabeza de ratón…

Sócrates: No existía en aquella comunidad valor supremo que el de la obediencia que se le debía a los de la clase gobernante, pero una obediencia con parte de admiración, estimulada por la referencia de querer ser parte de la misma, no por la imposición del rigor del terror, sino porque los “Ahiteba” eran como una suerte de semidioses, que desde la mortalidad del común, habían ingresado a tal selecto grupo, para ese afuera, todo se hacía ver como posible, por más que no lo fuera, por eso era decisivo que no estuviese explícito que tal condición podía ser transferida o heredada por vínculos sanguíneos. La única condición como para tener la posibilidad de ser un semidios gobernante, era la de obedecer primero, y desear ser parte luego, por más que en ese mientras tanto se sufrieran las peores injusticias o vejaciones.

Fedón: ¿Engañaron a todos  algún tiempo, a algunos todo tiempo pero no a todos durante todo el tiempo?

Sócrates: Al parecer los Gentereí habitaban las extensiones de la naturaleza, reinaban en los humedales, también eran conocidos como los del bosque, los Ahiteba se nuclearon en una suerte de castillos o grandes construcciones, en donde bajo grandes pórticos, abrían y cerraban las compuertas de la fortificación, creyéndose  los custodios de la aldea, con el derecho de tener la tranquilidad de espíritu de no verse sobresaltados por los rugidos del tiempo o los peligros de las alimañas.

Fedón: ¿Los del bosque no podían ingresar?

Sócrates: Sí claro que sí, pero sólo cuando eran autorizados o llamados a cumplir algún tipo de servicio, de actividad o de tarea. No eran pocos los del bosque, que incluso pasaban más horas dentro del castillo que fuera, al punto que fueron llamados, tanto por unos como otros como “chimbos”. Limpiaban, cocinaban, enseñaban, curaban, contaban, divertían y hasta participaban de grandes comilonas y de orgías de los “Ahíteba”. Siempre volvían al bosque, no tenían dentro de sí, ese permiso para quedarse en otro lugar, tampoco lo deseaban, salvo en caso que desde la gobernancia se decidiera que alguno de ellos fuera parte de la clase gobernante; los chimbos eran muy bien vistos por los gentereí comunes, que escuchaban, sin desear tampoco, como a pasos suyos y en nombre de mejorar las condiciones de vida de ellos, se vivía tan distinto y tan bien.

 Fedón: No entiendo como tantos podían aceptar vivir de forma tan diferente sin que se suscitaran problemas, ¿no es acaso el sentido de igualdad, o al menos de oportunidades, una característica del ser humano, más allá de la cultura a la que pertenezca?

Sócrates: Te pido que pienses, o recrees esto que te narro, desde el lugar en el que estamos, desde todo un sistema en donde todo funcionaba bajo estos principios y en donde todas las variables que puedas imaginarte se ajustaban para el mismo ángulo. Toda la información surgía desde el mismo lugar, se distribuía con los mismos métodos y con los mismos hombres, consabidamente orquestados por los Ahiteba. En medio del humedal tenían un ágora, un espacio, el más grande construido hasta entonces, para representaciones teatrales, para espectáculos y para comunicar las novedades de la aldea, ninguno de los gentereí los usaba sin quebrantar lo dispuesto previamente por los de la clase gobernante, quiénes elegían desde los juglares hasta las vestimentas que estos tenían que usar para comunicar lo que ellos querían que se comunicara.

Fedón: ¿Cómo lograban esa unidad interna ante tanta diferencia notoria? Perdona que sea insistente…

Sócrates: Dispusieron un corte o antinomias que no tenían con ver con su condición social o política, desde lo estético, lo comunicacional y lo deportivo. En esas fiestas tradicionales que te mencione, desfilaban dos ejércitos, en ambos, participaban Ahiteba como Gentereí, por tanto, la disputa no se daba entre la clase gobernante y los gobernados, sino entre estos ejércitos creados ad hoc, recreados por intermedio de relatos o de fábulas, por lo general vinculados con el reino de la naturaleza, confrontaciones entre animales, entre cantos de pájaros o sonidos de truenos y de rayos. Otro tanto lograron hacer con los que comunicaban las novedades de la aldea, incentivaban disputas o confrontaciones entre juglares de supuesta fama, que leían los mandatos escritos por la clase gobernante, y en esos mismos libretos supuestamente criticaban el estado de cosas, cuando en verdad lo que hacían era legitimarlo, validarlo a través de la risa, hacerlo más cotidianamente aceptable y tolerable. En el barro de esa disputa de ídolos de lodo, los gentereí pasaban sus días, cuando no amonestados por los dictados de los profetas que también eran parte fundante de los Ahiteba, que azuzaban el posible castigo de los dioses, en caso de que algunos, por alguna extraña razón, osara decir que no al estado de cosas, desobedecer, caminar por la cornisa denunciatoria y vindicativa. Como instancia final de este sistema inercial de control, los curadores, sanadores o chamanes de la salud, tenían la potestad de declararlos insanos a quienes no toleraran lo establecido, para ellos, cada cierto tiempo prudencial, partía un navío, río adentro, llevando a los afectados a tierras desconocidas, como una suerte de exilio obligado o de viaje final, en donde podrían continuar con sus vidas enfermas pero lejos de la aldea en donde las cosas funcionaban tal como lo establecido.

Fedón: ¿Pero qué tipo de gobierno adoptaron?

Sócrates: Esta es otra de las particularidades, si observamos todo esto diremos que eran manejados por una oligarquía, pero no, cada tiempo normado, asistían a elecciones en donde todos tenían la posibilidad de participar, o al menos, así lo decían sus leyes. No existían límites para que se postularan tanto los que vivían adentro o afuera, Ahiteba, Chimbos o Gentereí. Por supuesto que esto era una escenificación, una impostación más te diría, la más excelsa. Quiénes se postularan, debían estar avalados, apoyados o acompañados por un ejército o núcleo de hombres de más de 30, inscribirse en una suerte de catálogo, y una corte de jueces, determinaba sí los inscriptos cumplían tanto con el requisito numérico, como también no contar con impugnaciones por parte de curadores, chamanes o profetas, si alguno de estos dictaminaba que en la lista de candidatos aparecía quién atravesara ausencia de salud o mal espiritual la postulación caía automáticamente. El segundo paso era la elección propiamente dicha, en donde convengamos, se postulaban, como vimos, quiénes el sistema aprobaba, filtro fino mediante, que a la luz pública no mostraba su poder censor, sí bien todos asistían al voto, mediante el ingreso a un habitáculo especialmente diseñado al costado de la plaza pública, y marcaba con un punto en la lista de candidatos, lo cierto es que para que cada uno de los votantes, marcara o hiciera su voto, el método más común como para convencerlo era mediante la entrega de un obsequio o regalo momentos antes del sufragio. El valor del objeto dependía de acuerdo del votante, sí al que le tocaba votar necesitaba más elementos para vestimenta o no había tenido una buena cosecha, los candidatos, que por lo general y como imaginarás, en casi la totalidad de los casos, iban por mantener el poder, le obsequiaban lo que este precisaba. Según cuenta uno de los filósofos de los del bosque, del que al parecer han quedado muy pocos registros de sus obras, se ha llegado a prometer a un votante acaudalado y sin necesidades inmediatas el obsequio de que soñaría lo que deseara, pues desde hace tiempo era atormentado por pesadillas de las que no se podía desprender, y el nivel de promesas de los que pretendían mantener el poder llegaba a tal extremos de la señalada promesa.

Fedón: Pero si esta comunidad ha sido tan exitosa para sí, ¿Qué ha sucedido con ella?

Sócrates: Esa es otra historia Fedón, más divertida que esta, pero no siempre lo divertido nos lleva a entender, a comprender, a conocer por qué han sucedido las cosas, por ello era imprescindible que conocieras primero esta parte.

Sí bien el hallazgo de este diálogo platónico es una gran novedad para el mundo de las ciencias espirituales, lamentablemente, nosotros avocados a la investigación de esta cultura nos quedamos con el deseo de continuar leyendo lo que el filósofo supo acerca de la misma, un tesoro preciado que debe estar en algún papiro oculto en el mar Muerto o en el Egeo, de todas maneras no es óbice para que continuemos con lo que tenemos hasta el momento, que no es poco, ni mucho menos, nos permita trazar la existencia de estos prohombres que son parte constitutiva de nuestros antepasados.

Podríamos inferir que este sistema organizacional que desarrollaron los Gentereí o los del bosque, fueron las bases mismas que desarrollo el feudalismo durante siglos en casi todas las extensiones del globo. De acuerdo a los patrones culturales y políticos reinantes, no se reconocían como un sistema de casta o clanes, sin embargo, estaban bien determinados tres estratos, que extrañamente no se distinguían por hábitos de consumo, por actividades a desarrollar, por privaciones o limitaciones, sino por el lugar, ni siquiera de hábitat general, sino de pernocte. Es decir, los Ahiteba, eran tales, porque dormían dentro de esas construcciones símiles a castillos, y esa es la única característica que abiertamente los hacía tales y los separaba tanto de los Chimbos, que eran tales precisamente porque pasaban horas del día dentro de las construcciones o de los castillos y de los Gentereí que eran quiénes habitaban y dormían en el bosque, en el descampado, en la intemperie.

Esta diferenciación social por pertenencia de hogar ante la nocturnidad, es toda una novedad en sí misma en relación a todas las culturas hasta ahora estudiadas, pues no hablamos de que ningún habitante tuvieran vedada, la participación política, de hecho es hasta llamativamente avanzado el sistema democrático o electoral que desarrollaron, tampoco la participación en festividades, la práctica de cultos, tampoco un conjunto punitivo o sancionatorio especial para quiénes no estuvieran en el manejo del poder.

Técnicamente podríamos hablar que el sistema político/social/organizacional, les permitía a todos y cada uno de los habitantes el desarrollo por igual de sus deseos, expectativas o proyectos, dando por sentado por tanto que construyeron una sociedad democrática digna de nuestros tiempos. Sin embargo, la estratificación, que perduro en la nominalidad de las tres (3) clases de habitantes, nos brinda el hiato que hace posible que al recorrer por dentro este sendero, veamos que en verdad, esa clase gobernante (Los ahiteba, que de acuerdo a ciertos filólogos especializados en lenguas amerindias, podría significar “los puros, los de verdad, los auténticos”) sometió con un poder hipnótico, enmadejo a más no poder, encorsetó al extremo de solo permitir un resquicio de aire, maniato pérfida y perversamente al resto de los habitantes, que sometidos a estos, vivieron durante años y por generaciones, como narcotizados, en un sistema de cosas que explícitamente no prohibía nada, pero que implícitamente sólo dejaba subsistir con la única razón de servir, en una suerte de lacayismo oculto, a quiénes idearon, con la malicia real de las almas más egoístas y con la astucia y genialidad de lo demoníaco esta cultura que tenemos bajo estudio.

 

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