ANÁLISIS
24 de febrero de 2015
Obediencia democrática
La política mucha veces circunscribe sus códigos y lenguajes, tal como se estila en el ámbito militar, de allí derivan términos claves como el simbólico “militante”. En las esferas de aquellos popes, líderes o conductores, siempre poseen “ejércitos” de cuadros o seguidores, que conforman sus segundas, terceras líneas y cuarta y quinta columnas de “talibanes”. Que no casualmente cuando tienen un micrófono frente lo ametrallan con palabras que incitan a un escenario de violencia simulada, afloran términos como muerte, sangre…
En la política de manual, o teórica, estas segundas líneas, deberían ser cuadros técnicos, prestos a cumplir de la mejor manera posible tareas en funciones de estado, o en su defecto dirigentes sociales o barriales con un predicamento cierto y valedero, en un distrito o barrio.
La desnaturalización de la política, que Néstor Mediante, aún continúa afectando a Corrientes, sobre todo en la esfera del peronismo, imprime una lógica viciada y contaminada, para el ascenso o para la escala de valores para ascender en el espacio político en el cuál se milita.
No se valora el aporte de ideas, de proyectos o de iniciativas, tampoco la influencia que se tenga sobre un conjunto de personas, lo único valorable, es el seguidismo o la obsecuencia a rajatabla que se te le tiene que dispensar, sin concesiones, al jefe o capanga. Saber la temperatura exacta en la que le gusta tomar el mate, pasarle una información personal acerca de otro dirigente o compañero, o simplemente “festejarle” lo lindo que le queda el saco, se constituyen en aspectos claves que tiene que poseer el segunda línea, para pasar al frente, o lo que sería en términos del lenguaje común, cobrar mejor.
Con la irrupción de la política del 2.0 o de la política en los tiempos de las redes sociales, el segunda línea, ve facilitado su trabajo, basta con poner en su facebook, una foto del jefe o del jefe o la jefa política de este y comentar positivamente todas las acciones del capanga o de cliquear en el botón me gusta. Se cobra mayor premio en caso de que el segunda línea, se disponga a comentar negativamente sobre adversarios políticos del jefe, los maltrate, los putee, es hasta terapéutico, dado que por lo general, el segunda línea, posee también una vida personal, bastante mediocre. Es donde lo laboral se mezcla con lo personal, sí uno ha optado por el camino del lamebotismo, del seguidismo obsecuente, ¿que tiene para ofrecer a sus hijos y familiares?, la mediocridad inusitada de ser un oveja en el rebaño de la vida, un ser carente de alma y de libertad, una máquina, una cosa, al servicio de intereses ajenos a uno mismo.
Lo más interesante es que el segunda línea ni se plantea este tipo de cosas, por ello, ante cada error del jefe, ni se mosquea, no lo percibe, sólo esta para decir a todo que sí, para cumplir horarios, para confundir respeto con obligación, para dar muestras al mundo que el ser humano es un ser imperfecto.
Uno de los mayores problemas que poseen aquellas estructuras políticas donde abundan este tipo de conceptos políticos, y de personajes, se traducen en que nunca arriban al poder, dado que estos segundas líneas, terminan siendo, más sectarios, refractarios y cerrados que la propia lógica que le pueda imprimir el jefe o capanga, dado que como ha conseguido ocupar espacios en la política mediante estos pisoteos y humillaciones personales, a todos aquellos que pretenden acercarse o sumar a ese grupo, le imponen el peaje de ese derecho de piso, y no todas las personas, que hacen o pretenden hacer política, son seres sin alma, carentes de espíritu libertario y cosificados al punto de sólo obedecer para tener unos pesitos más.
La política, es otra cosa, claro está, por algo, la ciudadanía no vota, a quienes forman este tipo de grupos masónicos, destinados a perseguir el beneficio económico de un puñado de familias, a expensas de otros tantos pisoteados en su vida, en su dignidad y en su orgullo.
El “problema” es que estos tipos existen y no sólo ello, existen y tienen poder, pero como si fuesen pocos los problemas, no saben para que existen ni menos lo que es el poder, de allí surge la dictadura del “hacer”.
Muchos hombres de acción, equivocadamente, piensan y sienten que los cuestionamientos del pensar, son dardos teledirigidos hacia sus cabezas, y con el manejo, mediático y sobre supuestas usinas “intelectuales”, quieren dejar en evidencia, que el pensamiento crítico es sólo la jactancia de las minorías, el inconformismos de infantes sociales, que tendrían que agarrar una pala para no pensar, dado que esta actividad no generaría, para sus conceptos, nada redituable, socialmente hablando. La condena de buscar respuestas donde no las hay (las filosóficas) es un encadenamiento eterno, el no arribar a una libertad absoluta, no significa que tengamos que abandonar una causa que viene con nuestra naturaleza, por más que la dictadura del hacer, nos someta a creer que sólo somos seres destinados a plantear desdichas sin objetivos prácticos. Para terminar con la introducción, que muchos agarren una pala, merced a que pocos gestionan la pala, no significa que algunos se pregunten, ¿para que se agarra la pala?
Los límites del sujeto no son tanto interiores, si no más bien constituyen esa imposibilidad que se proyecta en la inconmensurabilidad del medio externo. Es decir la incapacidad de aprehender, en su vasta amplitud los misterios que forman parte de un Ser que se relaciona obligadamente con un medio. El fin último de esta temática apunta básicamente a conseguir una suerte de seguridad, en tanto puede vencer las cuestiones que se muestran inexpugnables para el individuo. Algunos pensadores hablaron de tópicos de poder, otros de meros modos de manifestarse ante una situación. Desde nuestro modo de ver las cosas, lo radicalmente importante se centra en la intención y como esta se fue desarrollando a lo largo de la historia, no solo creándola también brindándole un tipo de sentido.
En el mientras tanto de querer y no poder, o del pretender, por naturaleza, cambiar, o lo que nos fue dado, o lo que arrastramos como lo que es, la “inercia de la acción continua”, sí la filosofía o la reflexión filosófica, al menos sirven para ponerle palabras, a las insatisfacciones que genera el imperio de la práctica, pues al menos de tales tribulaciones, podríamos concluir que, pocos o muchos, al dedicarnos al pensar, generamos un tránsito diferente en el tiempo, ese mismo que por miles de años ha sido y es casi igual para la humanidad, ese que es, supuestamente, tan diferente para los dictadores del hacer.
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