Jueves 31 de Octubre de 2024

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  • 20º

6 de diciembre de 2019

El ciudadano pretende políticos y no políticas.

La esfera de lo público está disuelta. Estamos en la constitución, falaz, de que el todo sea la suma de las partes. El hombre o la mujer, en los términos que propone de que lo personal es político, demanda a sus representantes y gobernantes, la resolución, por parte de estos, de situaciones, de agobios, neta y estrictamente personales. El reinado de lo individual, se comprueba, palmariamente, en una estadística, de fácil ratificación, en cuanto a que, casi todas, por no decir todas, las demandas, que se le realizan a un político, en el poder, o que ambicione estarlo, tienen que ver, con la solicitud que se le plantea para que consiga un trabajo al hermano, al esposo, al hijo o al amigo del oportuno demandante.

 Varía el formato de la demanda, más no así el fondo de la misma. Es decir, en vez de un trabajo, tal vez se le solicite, la asistencia para obtener un medicamento, la excepción a un pago, la solicitud de un subsidio o la adquisición de un bien, en circunstancias beneficiosas para quién lo demanda. El político entonces, carente de iniciativa, como de valentía como para imponer otra forma de “hacer política” que la establecida, o medianta la cuál se lo condiciona en su ejercicio, obedece mansamente, para transformarse de esclavo en amo, al aceptar la demanda individual y comprometerse a solucionarla (por más que no lo haga y todo quede en promesa o expectativa). 

El circuito de la política se consolida bajo estos férreos y estrictos parámetros. Las ideologías, las propuestas, los proyectos y los postulados generales o políticas públicas, obtienen su certificado de defunción. Quedan en el cementerio de lo formal y lo simbólico. Los partidos políticos, como todo lo que pueden representar en ideas, como las construcciones colectivas, pasan a ser, meros formularios del rigor normativo de todas y cada una de las letras muertas de supuestas “comunidades” que no son más que el rejunte de hombres y mujeres, que por lo general, habitando en un mismo espacio geográfico en el que no han elegido nacer, pulsan y compulsan, para sacar una mejor tajada en términos individuales, o en el mejor de los casos facciosos o de clan. 

Como expresábamos, no lo referimos únicamente en términos teóricos o teoréticos, vayamos al campo de la comprobación. 

Sí usted consulta a cualquier político, de la totalidad de personas que recibe a diario, cuántas de las mismas le plantea aspectos de políticas públicas o problemas generales o colectivos, verá cómo cae de maduro la respuesta. Hágalo para sí, sea honesto consigo mismo. Sí alguna vez, o de las tantas veces, que golpeó las puertas de un político, cuántas fueron, para pedirle empleo, para usted o su ser querido, para que le ayude con un remedio, o en el mejor de los casos, para que le compre los materiales para el club donde pasa horas, o donde sus hijos o nietos lo hacen. A lo mejor, y no por dar un golpe bajo, se comprometió con una campaña para evitar una enfermedad que padece, usted o un ser cercano. Nada tenemos para afirmar en términos morales, no somos quiénes, ni tampoco es el planteo. Solamente expresamos que entender y desandar la política en estos términos, jamás nos permitirá tener políticas públicas, generales, o la construcción, reconstrucción o deconstrucción de colectivos que puedan ampararnos en nociones de una mismidad que nos depare la “argentinidad”, “españolidad” o la noción cultural y social del país que fuere, tampoco nos permitiremos conformar, sino por el contrario, deformar, tal como lo venimos haciendo, las nociones ideológicas de derecha e izquierda.

El político, carente de toda otra posibilidad, toma la demanda indiviudal, no porque sea una buena persona o pretende la mejor (sí pretendiera lo mejor en términos políticos, le impelería al demandante que no peticione respuestas a situaciones individuales) sino para evitar ser el esclavo demandado y pasa, automáticamente, a ser el amo a quién se le demanda. 

Esta iteración, de matemática, pasa a ser constitutiva, en el inconsciente colectivo. Es decir, el amo político, al tener cientos o miles de demandas individuales, pasa a ser un sujeto, que tiene tras de sí, el “apoyo” o acompañamiento de esas voluntades, independientemente de su accionar general, colectivo o político en términos clásicos. 

Muerta la política, todos y cada uno de los políticos, despilfarran su herencia, facultados a decir que harán una cosa, para el otro día, hacer exactamente lo contrario. Obtienen el “cheque en blanco” o la “licencia de corso” para bastardear, en grado sumo, los proyectos, la ideologías y los partidos o expresiones conceptuales. Estarán hoy en el partido político “A” para mañana estar en el, supuestamente opuesto “B”, habilitados por todos y cada uno de los ciudadanos, que le deben la gestión de haberles conseguido el empleo, el medicamento o la pelota de fútbol. 

Tratando de ser optimistas, no observamos que siquiera se atienda a esta situación. 

Pensar, criticar y reflexionar sobre la política en estos términos, no sólo que está mal visto, sino que genera persecuciones por parte de quiénes nos animanos a transgredir las cosas dadas o cómo se nos presentan.

Los medios de comunicación, cierran sus espacios, al reguero de palabras críticas, con la excusa de que el “público no lee” cuando en verdad, sólo pretenden saciar sus deseos más personalísimos o egoístas, de allí que las “noticias” más consultadas sigan siendo los cuerpos esculturales (en las formas que impone el sistema) los escándalos de sábanas o lo escatológico de la violencia cuando descarta cuerpos golpeados o mutilados. Los medios, pasan a ser un elemento más de la lógica del amo y del esclavo reinante en la política. No comunican, dado que no investigan, evitan la responsabilidad social que les cabe en términos teóricos, y únicamente replican, lo que les da popularidad, o mejor dicho cantidad de lecturas o de reproducciones, o cantidades monetarias en las cuentas, por lo general de los dueños de los medios en complicidad con sus empleados o asociados.

En el poder menos “político” y más institucional del estado, el judicial, ocurre, lo mismo y calcado. El ciudadano, acude al mismo, no para obtener un sentido de justicia, sino para ser resarcido por el daño que le han ocasionado. Pretende en verdad venganza, o justicia en términos personalizados y cuando siente que el sistema no se la ha brindado, libra los actos denominados “escraches” para hacer sentir su reclamo que, insistimos, no tiene que ver con la noción de lo justo, sino con lo que el damnificado pretende para sí ante un momento dado y una situación específica, haciendo valer, sus padecimientos y sufrimientos, como para que estos se vean “vengados”.

La academida, como epifenómeno de la escolaridad, continúa en la senda de las especializaciones de mercado, transformándose en una feria fenicia de notas númericas de profesionales que lanza a la comunidad, con esta misma noción individual e individualista, a los efectos de ratificar, en letras doradas y sobre mármol, el principio ramplón del salvése quién pueda, en que seguimos transformando, esta triste experiencia de lo humano. 

No existe cuerpo (enfermedades crecientes de estos tiempos en donde nuestras células se combaten entre sí) ni mundo (tragedia ambiental) que nos pueda seguir sosteniendo o soportando por mucho tiempo más, sí es que seguimos pensando y actuando en consecuencia, que la necesidad de cubrir el deseo de tener un pantalón o una pollera más, puede anteponerse a la necesidad de que alguien tenga hambre y no pueda saciar, en nombre de una supuesta libertad que nos somete al presidio del exterminio cercano y de un mientras tanto cada vez más demoníaco, insufrible e intolerable. 

 

PD: Algunas observaciones, como todas las que quedan abiertas o sujetas a debate, puntuales pueden referirse a dos aspectos concretos. El aborto o la interrupción del embarazo, como gesta pública y colectiva, ¿no es acaso, cómo finalidad en sí misma, la discusión acerca de la decisión de un cuerpo (por tanto un abordaje inmanentemente individual)?. Los programas y campañas contra el hambre o para reducir la pobreza, ¿no contemplan solamente, la resolución puntual inmediata del síntoma, sin trabajar lo subyacente que es lo nodal, cómo la distribución de recursos y de oportunidades, que depara en la desigualdad, revitalizada en la crueldad manifiesta de los que siquiera tienen para comer o cubrir sus necesidades básicas?. 

 

 Por Francisco Tomás González Cabañas- 

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