Los que se consideran líderes juegan a lo Poncio Pilato.
Existe un error en ese planteo:
…Un partido que se maneja orgánicamente da directivas a sus afiliados, simpatizantes, que es la ley suprema del partido y pacto de unión en pos de las causas y principios que nos dan identidad, en todo el territorio de la Nación...
Es bueno que nos ocupemos de la materia electoral, porque no está de más reflexionar acerca de que el acto electoral es el único momento – desgraciadamente en el cual en países como el nuestro somos todos iguales. En el momento en que se vota no hay diferencias, al menos aparentemente, porque a diario, convivimos con grandes desigualdades que quiebran la libertad de acceso y disminuyen la igualdad de oportunidades, sobresaliente y tristemente célebre característica de las democracias sociales de nuestro tiempo… ¿y del futuro? Entonces, ese instante de igualdad total en que vale lo mismo el voto de un millonario que el de un “ciruja” que no tiene dónde dormir y qué comer.
Ese momento sagrado, hay que custodiarlo para que el axioma básico que es un hombre o una mujer igual a un voto, se cumpla, se respete y esté efectivamente garantizado.
En este sentido, creo que el problema no pasa exclusivamente por el régimen electoral sino además por el sistema de partidos políticos, por el cual hasta hoy muy poco se ha hecho o cambiado. Por más que alcancemos el máximo ideal en materia electoral y de controles electorales, si no perfeccionamos el sistema de las estructuras necesaria e imprescindibles de mediación, que son, para este caso, los partidos políticos, el producto va a seguir ofreciendo “rachas críticas o lamentaciones, máxime cuando las reformas constitucionales se monopolizan desde uno u otro sector, protagonizado una escena que se repite mientras duren los preparativos de la clásica “ batalla ” donde sólo parecen estar en pugna “ las aguas para los propios molinos”, descuidando lo elemental: las opiniones que sustentarán ahora y siempre las bases verdaderas de estas, estructuras, en definitiva, la sociedad toda. Si en algo coincidiéramos todos, seguramente, es en el agotamiento moral que causan los abusos desde todos los estamentos públicos y privados, lógicamente, para cada situación problemática, el hombre y la ciencia establecen un mecanismo de defensa. Puede resultar válido tener presente una recomendación elemental de Ortega y Gasset en referencia a esta cuestión, quien sostiene que para “para sofocar los abusos hay que apuntar al cambio en los usos”. Evitemos las concesiones de los derechos que son de todos, en manos de unos pocos. La sociedad que queremos nos propone constantes desafíos. Tomemos la posta de un nuevo rumbo asumiendo los compromisos que nos demanda cada uno de nuestros roles. Definitivamente debemos erradicar la histórica manía de “tirar la piedra y esconder la mano”, siendo conscientes que lo que digamos, pronto va a ser olvidado, mientras que lo que seamos capaces de hacer, será recordado por años, por décadas, por siglos. Como humanos, convivimos con muchas pasiones y egoísmos. La clave puede estar en buscar un punto de equilibrio y motivarnos a partir de aquellas que nos movilizan a ganarnos la vida, a buscar una posición, sin pisar cabezas ni violar normas. Sensatamente, es tiempo de incorporar a nuestra finita existencia, los postulados básicos de un egoísmo razonable.
Una frase que dijo Ricardo Alfonsín y que todos repitieron “…Si alguien distraído, al costado de camino cuando los ve marchar, nos pregunta: ¿Hacia dónde marchan, por qué luchan? Tenemos que contestarles con las palabras del preámbulo. Que marchamos, que luchamos para constituir la unión nacional, afianzar la Justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que deseen habitar el suelo argentino…”
Por José Guillermo Alfonso.
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