19 de septiembre de 2023

Milei, la democracia y el teorema de Arrow.

Mediante una nota reciente del influyente "The economist" (el medio que dictamina pintando tres colores el planisferio que países son más o menos democráticos, sin aclarar cuáles son los parámetros que utiliza para ello) se reavivó un vídeo en dónde el candidato presidencial Javier Milei, ante la pregunta de su opinión acerca de la democracia, responde ¿Vos conoces el teorema de Arrow?. El medio inglés concluye que el líder libertario es, por ello, un riesgo para la democracia...

De acuerdo  a lo que señala, Henry Mora Jiménez, de la Universidad Nacional de Costa Rica; “El teorema de Arrow, establece que cuando se tienen tres o más alternativas para que un cierto número de personas voten por ellas (o establezcan un orden de prioridad entre ellas), no es posible diseñar un sistema de votación (o un procedimiento de elección) que permita generalizar las preferencias de los individuos hacia una preferencia social de toda la comunidad de manera tal, que al mismo tiempo se cumplan ciertos criterios razonables de racionalidad y valores democráticos”. Son cinco los aspectos que se deben cumplir o al menos no violar, para encontrarse dentro, de la caracterización de lo democrático, a nosotros, nos alcanzará, solamente con transcribir el primero: “Principio de no-dictadura: No existen individuos que determinen la ordenación de las preferencias sociales con independencia de las preferencias del resto. Nadie puede imponer la decisión social. Todos cuentan por igual (un ciudadano = un voto)”.

Alecciona Mora Jiménez, “El resultado del Teorema de Arrow concluye que no existe ninguna regla de agregación de preferencias que tenga tales propiedades normativas deseables, a no ser que las preferencias sean el fiel reflejo de las de algún individuo, denominado dictador”.

A nadie se le puede escapar, al menos los que habitamos por estas tierras latinoamericanas en donde en nombre de la democracia, gobiernos populistas o conservadores, de derechas o izquierdas, administran la cosa pública, sin resultados concretos en relación a disminuir la pobreza (un cuarto de población como mínimo o piso en cada país como promedio).

En términos puros, o duros “La democracia sería un procedimiento de amenazas y negociación, que implicaría que las expectativas se ajusten o acondicionen a las de los otros individuos. Las personas tienen que negociar, intercambiar, regatear y alcanzas consensos, bajo la amenaza del exterminio mutuo” (Henry Mora Jiménez).

Claro que esto finalmente no ocurre, por una cuestión matemática, básicamente. La principal variable que mantiene el statu quo (insistimos que lo forman tanto los que dicen no formar parte del mismo o lo critican, como los que reconocen ser sus principales defensores), de estas simulaciones democráticas, es la pobreza y la marginalidad. Mientras se tengan índices altos, aquellos que escapan de tal reducto, más chances tendrán de seguir sometiéndolos, a sus decisiones, por un mendrugo o una dádiva (básicamente en tiempos o procesos electorales) a todo un universo de individuos al que de lo contrario, los tendrían que integrar en el cabal sentido del término. En la pirámide de los decisores, están no sólo los que gobiernan o manejan la cosa pública (más familiares, amigos y socios) sino también quiénes desean estar en tal lugar (opositores) y por lógica, deben aceptar las reglas de juego para participar. Estos, en su mayoría en verdad, son meros asociados, que se reparten cuotas o cotos de caza (ciudades o municipios, o bancas legislativas, o cargos en la justicia) para sostener la legitimidad y la legalidad, en el peor de los casos, están los incautos, que creen que podrán cambiar algo, sin cambiar antes las reglas de juego, estos son los idiotas útiles, los que les salen gratis al poder y los más furibundos y acérrimos defensores de un sistema que los tuvo, los tiene y los tendrá, como esclavos, o cancerberos de los opresores a quiénes dicen combatir.

Finaliza Mora Jiménez: “La igualdad contractual se transforma ella misma en relación de dominación, y lo hace por su lógica interna, que es una lógica de compra-venta (en general, de intercambio entre valores equivalentes). Por medio de la compra-venta se transmiten poderes, y estos poderes establecen una relación de dominación que en ningún momento viola la igualdad contractual”.

Descontando a los pobres y marginales, a los que están en el negocio, como oficialista u opositores, a los románticos o incautos que les hacen el juego, el resto observamos impávidos, como violan una y otra vez, a nuestra democracia sometida a los peores vejámenes desde hace tiempo, es tan cruenta y atroz esta situación que no haremos nada para que cambie o se modifique, solo esperamos que no nos ocurra a nosotros lo mismo, al punto de ofrecernos a besar el falo del violador para creer que de tal modo, no seremos violados, sí es que nos entregamos antes.

En estas tierras de realismo mágico, no precisamos ni nobeles, ni reconocimientos académicos, ni subversiones del orden establecido, nos alcanza con el falo del violador, que en nombre de nuestra identidad, y por habernos sacado de los dominios de la corona (y que evitaron hacer la propia, como proponían Manuel Belgrano y José de San Martín, con el proyecto de “Monarquía Temperada”) nos someten a la peor de las pesadillas de ser pobres o evitar serlo, con la condición de no hacer nada por aquellos que deshumanizados en nombre de nuestro progresistas bienestar.

“Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la democracia, su estructura debe ser de la mayor solidez; y sus instituciones consultarse para la estabilidad. Si no es así, contemos con que se establece un ensayo de gobierno, y no un sistema permanente; contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica y no con un establecimiento social donde tengan su imperio la felicidad, la paz y la justicia…La libertad indefinida, la democracia absoluta, son los escollos adonde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas” (Simón Bolívar. Discurso de Angostura. 1819)
El teorema de Arrow, establece, lisa y llanamente, que la democracia sostiene su legitimidad o su "democraticidad" en un impulso performativo, inmanente, de hecho. 
Aquella aporía dilemática de "aut consilio aut ense" (o por consejo o por espada) o por razón o por la fuerza, es constitutiva del origen de lo democrático. Todo lo que venga luego de una asunción en pleno del poder como tal, podrá ser democrático, antes, en términos puros o absolutos no.
Tanto el medio inglés, como intelectuales que militan en espacios políticos que no abrevan en el de Javier Milei, pretenden, situar la complejidad de la esencia democrática, la búsqueda sincera del discernimiento crudo, de cómo las decisiones políticas se toman, vinculado a lo mayoritario, o se conciben de forma excluyente. 
Las discusiones, los debates y la confrontación de ideas, son necesarias e indispensables, pero es condición necesaria, para ello, además de conocer mínimamente de lo que se habla, la honestidad intelectual de cómo abordar tales encrucijadas. 
De lo contrario, quiénes acusan a otros de no democráticos, en nombre de esa democraticidad, además imposible, están actuando antidemocráticamente.  

Por Francisco Tomás González Cabañas.


Comentarios »
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!
Escribir un comentario »