¿EL FIN DE LA CATEGORÍA DE LO HUMANO? por Ana de Lacalle
1,- Introducción
El porvenir de la humanidad no deja de ser una incógnita con ciertas acotaciones. Estas se desprenden de la constatación de las características que parecen sustanciar las sociedades que actualmente se imponen como modelos a seguir. Destacando, en este sentido, la crisis planetaria provocada por la pandemia del covid19 e, ineludiblemente, el cambio climático como una emergencia ante la que no se acaban de tomar medidas drásticas. Así, nos proponemos reflexionar, en el contexto de un capitalismo globalizado, qué perspectivas aparecen como posibles para los humanos y en qué sentido serían o no deseables.
Las prospecciones que parecían imponerse antes de la pandemia del covid19 estaban tendenciosamente lideradas por las tesis transhumanistas y poshumanistas que albergaban un ideal de humano, menos humano, pero que se consideraba el horizonte anhelado de superación de la fragilidad del humano. Estas, sorprendentemente, parecían ningunear los peligros que acechan al planeta, anunciados desde hace años por los expertos, por el desequilibrio de la naturaleza producido por la acción devastadora del hombre. Pero los efectos del virus del SARS-CoV-2, que han paralizado el planeta, no solo han puesto a prueba la entronizada actividad científico-tecnológica, sino que han situado en primera línea la crisis climática —sea esta o no la auténtica causante— ya que se considera plausible que los cambios artificiosos en los ecosistemas estén generando nuevas transiciones de enfermedades de unas especies a otras y, por consiguiente, se aventuran nuevas pandemias en el futuro.
Sea cual sea el auténtico origen del covid19, no puede desvincularse del desarrollo científico-tecnológico, su impacto ambiental, y lo que es más preocupante: la irresponsabilidad de los que financian investigaciones que parecen regirse por el lema “si se puede, se hace”, o expresado en otros términos: no existe límite de naturaleza moral alguna que impida efectuar y realizar aquello que adviene como una posibilidad, porque siendo el criterio principal los réditos crematísticos a largo plazo ¿por qué no va a realizarse un avance científico-tecnológico?
Quizás la respuesta que aventuramos es porque lo prioritario es consensuar qué es un avance, y desvelar el implícito falaz ilustrado de que el progreso científico es progreso moral.
A tal fin expondremos cómo se ha desdeñado cualquier tipo de humanismo apostando por una transición —transhumanismo— hacia una superación del humano finito, limitado y buscando siempre una figura posthumana que pueda llegar incluso a ser una nueva especie. Esto implicará cuestionarnos hacia dónde queremos ir como humanidad.
“A Sloterdijk le interesa particularmente el ser humano como fenómeno de prodigalidad extrema, de excedente casi milagroso, de producción y autoproducción que excede todo límite imaginable. Así pues, es necesario habituarse a pensar al hombre como un ser de lujo, aun cuando los dogmáticos no dejen de decirnos que el hombre es hombre sólo en función de sus carencias.” VÁSQUEZ ROCCA, A (2021.
2,- Crisis de las tesis posthumanistas
2.1, - ¿Qué es el humanismo?
Heidegger vio la necesidad de superar los “ismos” en cuanto estos implicaban concepciones metafísicas que distanciaban al humano del ser. Así afirmaba que el humanismo consistía en (…) meditar y cuidarse de que el hombre sea humano en lugar de no-humano, «inhumano», esto es, ajeno a su esencia. Pero ¿en qué consiste la humanidad del hombre? Reside en su esencia. (Heidegger, 2000: 21) Es decir, la existencia del humano remite a su esencia, ya que el Dasein es el hombre que soporta el ser aquí, como el arrojo del ser que es su destino, es el ser en el mundo o la apertura del ser, solo él tiene el rasgo fundamental de la existencia, es decir, del extático estar dentro de la verdad del ser (Heidegger, 2000: 30).
Partiendo del humanismo heideggeriano que esquiva la metafísica tradicional, podemos sostener que ser humano es hallarse en el desvelamiento del ser, o en el claro del ser, y en consecuencia un ser aquí dinámico por cuanto no resta recluido en lo ente clausurado y determinado.
En este sentido, admitiendo que la humanidad no es estática, urge reflexionar sobre si hay horizonte hacia el que se dirige, o si debe haberlo y qué criterios son válidos para dirimir ese posible horizonte.
En respuesta a esta reformulación que hace Heidegger de los humanismos anteriores, superando la idea de que lo humano podía ser definido en términos fijos e inmutables, hay que destacar la respuesta que Sloterdijk desarrolla, en algún aspecto en contra de esta nueva perspectiva.
El filósofo alemán —contrarrestando la concepción heideggeriana— sostiene que:
“El humanismo, tanto en el fondo como en la forma, tiene siempre un «contra qué», pues supone el compromiso de rescatar a los hombres de la barbarie. Es fácil comprender que justamente aquellas épocas cuyas experiencias determinantes han tenido que ver con el potencial de barbarie que se libera en las interacciones humanas violentas suelen coincidir con los tiempos en que más lata y apremiante es la voz del humanismo.” Sloterdijk, P. (2006: 31)
Es decir, para el autor el humanismo pretende el amansamiento del hombre mediante la convicción de que una lectura adecuada amansa.[1]De hecho, considera que este tipo de humanismo remite a la lucha que el hombre libra entre sus tendencias embrutecedoras y amansadoras. Por lo tanto, la cuestión del humanismo reside en definir qué es un humano teniendo en cuenta su apertura biológica y su ambivalencia moral.
Así, tras una serie de sospechas y recriminaciones posibles a Heidegger, el autor de esas normas para el parque humano —expresión enormemente elocuente— entiende que la pretensión del filósofo alemán, adherido a la causa nazi, es poner al descubierto las condiciones de posibilidad del humanismo europeo, abriendo cuestiones que le sobrepasan, por lo que tal vez inaugura el espacio del pensamiento transhumanístico o posthumanístico. Y esto porque sugiere que no es conveniente sostener el término “humanismo” si queremos recuperar la verdadera tarea del pensar, que en la tradición europea o humanística se daba por resuelta.
Fijémonos lo que le cuestiona, casi con una ironía socrática, Heidegger a Beaufret, a quien parece ir dirigida la Carta:
¿para qué volver a ensalzar al hombre y a su autorrepresentación ejemplar filosófica en el humanismo como la solución, si precisamente en la catástrofe presente se ha demostrado que el propio hombre con todos sus sistemas de autosobrevaloración y autoexplicación metafísica, es el verdadero problema? Sloterdijk, P. (2006: pp. 40)
Y tras esta pregunta retórica Heidegger desenmascara el cristianismo, el marxismo y el existencialismo como tres formas veladas terapéuticas de humanismo. A esto se opone, en síntesis, afirmando que el hombre difiere tanto en su esencia como en sus rasgos ontológicos de todos los demás seres vivos en que el hombre tiene mundo y está en el mundo, mientras que los otros están sometidos a sus entornos respectivos.
Es necesario destacar para acabar de clarificar el propósito de Heidegger y Sloterdijk que ambos se hallan bajo el terror que ha supuesto el nazismo y, aunque, ambos han sido acusados de simpatizar con esa ideología política, tanto el texto referido aquí de Heidegger como el de su compatriota constituyen una reflexión sobre cómo podemos ser humanos, sea huyendo del clásico humanismo como sea o dejando atrás esa dicotomía hombre-animal. También es de justicia recordar que quienes utilizan antes que ellos esta terminología que se empeña en separar al humano de la bestia son en su origen Platón y Nietzsche.
Ahora bien, no puede obviarse que esta cuestión se encuentra arraigada en el corazón mismo de un sistema capitalista que instrumentaliza el desarrollo científico-tecnológico y lo pone, a menudo, al servicio de los que poseen el poder económico y, en consecuencia, de intereses particulares.
Mas lo que aquí nos interesa es cómo ese intento de superar el humanismo dará lugar a lo que hoy se denomina transhumanismo y posthumanismo, en los cuales ahondaremos más adelante
2.2, - Capitalismo y desarrollo científico-tecnológico
Existe un hecho crucial que no podemos obviar, a fin de profundizar con rigurosidad; esto es: la técnica como herramienta de producción es el mayor demandante o consumidor de la ciencia, por lo que de facto serán las necesidades de producción las que orienten las prioridades del desarrollo de la ciencia y la tecnología.
Así , La mercantilización de todas las existencias, unida a la aceleración tecnológica de la renovación de las mercancías en un espacio inalcanzable para la política, determina que todos los objetos, no menos que los hombres, inscriban su pre- sencia –por decirlo con Montesquieu– en el placer biológico de la «pura utilidad»; que las cosas, al mismo tiempo que los hombres, sean tratadas –si seguimos ahora a Kant– como «medios» de la desnuda reproducción de la vida, fuera por tanto del «mundo» y de sus relaciones cincun-spectas. (Alba Rico, S. 2007: 33-34). Es decir, todo se halla bajo el criterio de utilidad mercantilista que, por consiguiente, sostiene un horizonte crematístico, respecto del cual estamos exigidos a desvelar hacia dónde nos lleva o cuales son las perspectivas que revela.
Junto a esta visión trágica del capitalismo y la tecnología han aparecido otras opuestas, como la de Srnicek y Williams, que insisten en la cara amable de esta economía postcapitalista. La tecnología nos libera del trabajo y amplía nuestras libertades que ven en el postcapitalismo un momento privilegiado de conquista un tiempo de ocio privilegiado. (Srnicek, Williams: 2017).
Por su parte, Gustavo Flores Quelopana augura que “Al verse la humanidad liberada de los trabajos penosos y alienantes la tecnología deja a la gente libre para dedicarse a las actividades culturales, comunitarias y de salud. El trabajo humano se convertirá en ocupación creativa y autorrealizadora” (Quelopana Flores, G: 2021: 9)
Sin embargo, esta percepción entusiasta también ha sido puesta en cuestión por Quintanilla al afirmar que “Lo que es específico de las nuevas tecnologías y en especial de las tecnologías de la información, es por una parte, que han invadido el ámbito del ocio, y por otro, que han hecho que el ocio sea productivo. Si se me permite el juego de palabras la técnica ha transformado el negocio en ocio y el ocio en negocio (Quintanilla, M.A.:2017: 26).
Lo que parece constatable es que no podemos deslindar hoy el curso del capitalismo del desarrollo científico tecnológico, que su fusión responde a un utilitarismo mercantilista y que, inclusive, aquello que se nos presenta como un espacio de libertad, como podría ser el tiempo de ocio, se ha reconvertido en un negocio más para el beneficio particular de quienes manejan el poder económico.
Ante este panorama, debe alertarnos en qué sentido la aplicación de los avances científico-tecnológicos al sujeto humano están presididos por fines no explicitados, pero en cualquier caso nada democráticos -en un sentido laxo- y cabe cuestionar hacia dónde se orientan, con qué propósitos y quienes tendrán acceso a esos aún por definir avances.
2.3, - Cambio climático y Pandemia del covid-19
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que hay un consenso bastante generalizado sobre la conexión que existe entre el cambio y la crisis climática y la aparición de la pandemia del covi-19. Esto, obviamente junto a un sistema económico globalizado que ha diluido fronteras y que, en este sentido, somos interdependientes unos de otros, porque los desequilibrios ambientales y económicos ya no son locales sino planetarios.
La devastación de la naturaleza por la acción humana empieza a tener consecuencias patentes mediante terremotos, huracanes, sequías, lluvias torrenciales, tsunamis, …que se van sucediendo con una intensidad inédita y una proximidad en el tiempo cada vez más preocupante. Así, “la destrucción de los ecosistemas por la continua ampliación de la frontera agropecuaria a favor de la agricultura industrial, así como el calentamiento global, la ganadería intensiva y el tráfico ilegal de especies, aumentan exponencialmente el riesgo de una pandemia.” (United Nations Environment Programme (2016: 18-28).
Estas alarmantes previsiones que ya se anunciaban por parte de instituciones y científicos que por sus investigaciones habían llegado a conclusiones, que posteriormente han tenido lugar y van sucediéndose y de las que disponemos estudios al menos desde el 2016, fueron ignoradas por poco convenientes al modelo productivo capitalista.
Quizás el azote pandémico sirva para dar prioridad a una serie de criterios que deben ser adoptados de manera global, con el propósito de subsistir como especie y la convicción de que la globalización no es únicamente una cuestión de extensión y explotación de los mercados, sino una irrenunciable cooperación internacional que exige reconocer la interdependencia que existe, de facto, entre todos los lugares del planeta. Así la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, una de las diecinueve secretarías de Estado, que junto con la Consejería Jurídica del Ejecutivo Federal conforman el gabinete legal del presidente de México, publicó en su revista Diálogos Ambientales un artículo colegiado sobre la cuestión abordada de gran lucidez y que cabe considerar:
El COVID-19 nos muestra la necesidad de rediseñar nuestros modelos de vinculación con la naturaleza, con animales silvestres y domesticados. Es fundamental evitar las rutas de destrucción del ambiente que hacen posibles las zoonosis y las pandemias, y actualizar nuestros modelos productivos y comerciales. El presente es un momento de unidad y rescate ante la emergencia. Las acciones aquí planteadas requieren del involucramiento y acción de todos. Los recursos humanos y financieros para abatir el deterioro ambiental y asegurar una sostenibilidad económica y humana requieren de la suma de esfuerzos colectivos, nacionales e internacionales. Debemos abrir y fortalecer los lazos de colaboración con el sector privado, las organizaciones de la sociedad civil, la academia y los gobiernos estatales y municipales para que cada uno, desde su ámbito de competencia, adopte y ejecute acciones y compromisos como los aquí propuestos. Esta pandemia nos está demostrando que los esfuerzos individuales y descoordinados no dan frutos, son efímeros y, en algunos casos, contraproducentes. Desde esta Secretaría proponemos iniciar el planteamiento de un nuevo paradigma con el involucramiento de toda la sociedad. El planeta nos otorga esta oportunidad para reorientar el rumbo.
En síntesis, sería una ceguera tendenciosa no explicitar la crisis climática grave en relación con la pandemia del SARCS-2, por cuanto los estudios oficiales apuntan, sin resquicios, a esa vinculación que, además, augura si no se remedia otras futuras pandemias.
Dejaríamos de mentar otras consideraciones nucleares que ha puesto en jaque la pandemia si no introdujésemos algún apunte sobre cómo esta ha sacudido el mundo, como un terremoto cuyo núcleo no es único, sino que se haya disperso en múltiples focos ubicados por todo el planeta. Zizek afirma en esta línea que: “El coronavirus está perturbando cada vez más el buen funcionamiento del mercado mundial y, como hemos oído, el crecimiento puede disminuir en uno o tres puntos por ciento. ¿No indicia todo esto claramente la necesidad urgente de una reorganización de la economía mundial que ya no estará a merced de los mecanismos del mercado? No estamos hablando aquí de un comunismo a la vieja usanza, por supuesto, sino de algún tipo de organización mundial que pueda controlar y regular la economía, así como limitar la soberanía de los estados-nación cuando sea necesario. Los países pudieron hacerlo en el pasado con el telón de fondo de la guerra, y todos nosotros nos acercamos ahora a un estado de guerra médica” Zizek (2020: 29).
Ahora bien, no es tarea fácil discernir qué cambios efectivos deben introducirse en el sistema económico mundial que sean solidarios con la Naturaleza y contribuyan a erradicar las desigualdades en la distribución de la riqueza, y, por ende, un mundo habitable para todos y más justo.
2,4,- Transhumanismo y Posthumanismo
Parece evidente que lo que está en juego en estos términos es el lugar común de lo humano que se ha intentado prodigar como el referente en la modernidad. Hemos visto que ese supuesto lugar común no ha estado exento de diversas interpretaciones y, por ende, aunque la voluntad, o tal vez la necesidad, ha sido que hubiese un quid sobre el que fundamentar ulteriores cuestiones, lo cierto es que estos nuevos intentos de acotar lo humano son cuanto menos problemáticos.
En la base de esta necesidad definitoria de en qué consiste ser humano hallamos esa oposición inicial entre natura y cultura, o en otros términos bilógico y artificial, que sin embargo se ha ido disolviendo con la aparición de las nuevas tecnologías de la información que han marcado lo que se ha denominado postmodernidad, por un lado, y por otro con el desarrollo biotecnológico, parece estar imbricado con lo posthumano.
Según Rosi Braidotti:
“(…) el común denominador de la condición posthumana es la hipótesis según la cual la materia viva es, en sí, capaz de autoorganización y al mismo tiempo no-naturalista. Este continuum naturaleza-cultura es el punto de partida para mi viaje a la teoría posthumana.” Braidotti, R. (2015: 9)
Hace tiempo que es posible que lo natural de lo humano sea la cultura. Pero si así fuese, lo problemático surge cuando nos preguntamos en qué sentido evoluciona o cambia lo cultural, ¿hay algún propósito explícito o implícito? O ¿nos dejamos arrastrar en una dirección no pensada, no evaluada y, en consecuencia, azarosa? ¿No debería intervenir la conciencia en el devenir de esa disolución con lo natural y lo artificial para que los humanos seamos lo que queremos, en lugar de encontrarnos siendo seres extraños a nosotros mismos?
En este sentido el optimismo de Braidotti respecto de este cambio de paradigma es indiscutible, ya que cree que “la teoría posthumanista es un instrumento productivo en tanto capaz de sostener ese proceso de reconsideración de la unidad fundamental, referencia común de lo humano, en esta época biogenética conocida como Antropoceno, momento histórico en que lo humano se ha convertido en una fuerza geológica en condiciones de influir en la vida de todo el planeta” Braidotti (2015: 15).
Por su parte, a pesar de no negar la mejora que puede suponer la visión transhumanista, Jon Rueda advierte que “La previsible desfiguración del ser humano ya sea por el uso de las biotecnologías o por volver imposible la vida humana en este planeta, puede llegar a provocar pavor. De hecho, Jonas cree que tanto la inquietud creada por la posible desdibujación de la naturaleza humana como su posible desaparición pueden tener un efecto determinante, el de aceptar nuestra enorme responsabilidad: estamos ante la “heurística del miedo” Rueda, J. (2016 : 72)
Y es, precisamente, este estado de alerta o de miedo el que se origina por algo muy arraigado en lo humano: el deseo de poder, aniquilando los posibles beneficios que algo nuevo puede implicar para la especie, si su uso no es adecuado. Lo cual no deja de ser un enjambre; ya que ¿bajo qué criterio consideramos que un determinado uso es adecuado o no? Aquí está tal vez el núcleo de la discordancia entre humanistas y posthumanistas, la desconfianza de los primeros de que —tras lo que de los humanos dice la historia— seamos capaces de decidir y actuar por el bien de la especie, en lugar de que los que ostentan el dominio de los nuevos artefactos y sus aplicaciones los pongan al servicio de sus intereses particulares.
Sin embargo, en la visión humanista late con fuerza la idea de la discontinuidad entre naturaleza y cultura. Ante este implícito que se revela en la crítica al posthumanismo, F. Broncano constata que “los humanos fueron siempre monstruos prometedores que rompieron el equilibrio genético para iniciar nuevas sendas evolutivas. Sus prótesis fueron siempre el inicio de nuevas formas de dependencia de sus propias producciones” Broncano, F (2012, pg. 64). Es decir, la producción cultural es el embrión de lo que hoy en día es capaz de hacer la ciencia y la tecnología, en cuanto desarrollo y evolución del conocimiento que los hombres han ido adquiriendo. Mas lo que se percibe como problemático es ese punto de inflexión en el que el humano tiene la sensación de poder y querer transformar su corporeidad alcanzando habilidades que nos distancian cada vez más de lo propiamente biológico.
Porque, si nos lo planteamos con seriedad, ¿no es tentador?:
“Qué le parecería a usted una vida de duración indefinida y permanecer siempre joven y sano, hasta el punto de poder considerarse inmortal? ¿Qué le parecería tener una inteligencia millones de veces superior y ser completamente inmune a la depresión o a la simple falta de ánimo? (…) ¿Qué le parecería poder disfrutar de nuevas capacidades sensoriales que le permitieran captar aspectos de la realidad que han permanecido ocultos para el ser humano (…)? Diéguez. A, (2017: pg.7)
Sin duda, estas promesas de futuro pueden ser deseables únicamente si se limitasen a lo expuesto por Diéguez, a saber, el aumento inimaginable de capacidades que mejoraran la existencia de los humanos por igual y justamente.
La terrible sospecha respecto de este futurible es que se convierta en el arma de sometimiento de una élite reducida —aquella que dispone del poder adquisitivo para disfrutar de estos avances biotecnológicos— a la gran mayoría de humanos que sin haber abandonado su condición actual se ven mermados todavía más en su capacidad de cuestionar o rebelarse contra el estatus quo.
Si nos adentramos en la posible inmortalidad. que esta revolución biotecnológica promete, lo problemático aparece como qué hacer con una vida infinita, ya que la finitud es lo que tal vez nos permite darle un sentido a la existencia. Siendo eternos ¿qué seríamos? Borges, en su relato El Aleph ya planteaba nucleares interrogantes sobre una posible Ciudad de los Inmortales:
“Esta Ciudad pensé) es tan horrible que su mera existencia y perduración, aunque en el centro de un desierto secreto contamina el pasado y el porvenir y de algún modo compromete a los astros. Mientras perdure, nadie en el mundo podrá ser valeroso o feliz” Borges, J.L. (1998: 21)
Como vemos caracteriza de horrible un posible mundo en el que la no finitud haría de sus habitantes individuos miedosos e infelices, porque en él todo se halla confundido, pasado, presente y futuro; no hay, por consiguiente, nada nuevo que hacer.
Con meridiana claridad afirma posteriormente Borges que: “La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Estos conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y azaroso. Entre los inmortales, en cambio, cada acto (y pensamiento) es el eco de otros que antes lo antecedieron, sin principio visible, o el fiel presagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo. No hay cosa que no esté perdida entre infatigables espejos. Nada puede ocurrir una sola vez. Nada es preciosamente precario. Lo elegíaco, lo grave, lo ceremonial no rigen para los Inmortales.” Borges, J. L. (1998: 30-31).
La inmortalidad —título del capítulo— podría evocarnos un eterno retorno nietzscheano que nos dejara instalados en la nada; porque nada nuevo hay, ese vacío de novedad que podría atisbarse en el fragmento citado no sea quizás una percepción última de lo que significó ese retorno por siempre del filósofo alemán, pero sí es cierto que la perspectiva que nos muestra Borges nos impele a preguntarnos si de verdad, por muy atractivo que pueda parecer, queremos ser inmortales.
3,- Conclusiones
A lo largo del artículo hemos intentado mostrar qué factores condicionan de manera inexorable cualquier planteamiento sobre el porvenir humano. Estos son: el capitalismo imperante, el cambio climático, la pandemia del Covid-19 y el desarrollo científico-tecnológico —destacando la biotecnología— entronizado por las corrientes transhumanistas y posthumanistas.
De esta forma, podemos inferir la necesidad de una seria y compartida reflexión ética sobre a dónde puede llevar al ser humanos este entramado de elementos factuales y potenciales.
Entendemos que la cuestión nuclear reside en que hallándonos aún en especulaciones sobre la condición del humano —y, tal vez, por ellas— nos aventuremos y dejemos arrastrar por modificaciones sustanciales sin una rigurosa reflexión sobre de dónde partimos como humanos y a qué queremos llegar y por qué.
La Filosofía se ha ocupado desde sus remotos inicios de qué es la naturaleza humana, para contemplar la posibilidad de que no haya como sustancia algo así, hasta entendernos como un sujeto inmerso en un contexto del que es agente y paciente, etc. Esta trayectoria es hija de una insatisfacción que subyace siempre respecto a qué sentido tiene, en última instancia, ser seres con un cerebro complejo que dio lugar a la conciencia, y con ella a toda una serie de preguntas que, al menos, no se hallan a nuestro alcance. ¿Es una especie de tortura cósmica? ¿La némesis de nuestra propia condición?
Sea como sea, lo posible es el ámbito de una actitud realista que nos reclama una respuesta que sí se halla en nuestras manos. Aunque no atinemos a dar una respuesta sobre nosotros mismos suficientemente satisfactoria, tenemos la conciencia de encontrarnos en un momento que marcará el destino de la especie.
El hecho de atender a la crisis climática con el coraje y la valentía que requiere no salvará al planeta —ya que empieza a especularse que este sufrirá las transformaciones que sean y dará lugar a formas de vida que puedan adaptarse a esas nuevas contingencias— sino a nosotros mismos, a nuestra perdurabilidad como especie. Sabiendo, además, que la forma de producción capitalista con el afán de crecimiento ilimitado es la causa principal de la devastación de la naturaleza y que en esa lógica se encuentra el desarrollo científico-tecnológico ¿no deberíamos poder acotar y consensuar el uso que vamos a darle a esas herramientas inéditas? ¿No deberían estar al servicio del mantenimiento de la especie en el planeta? ¿No deberían, por justicia, orientarse a mejorar las condiciones básicas de vida de la mayor cantidad de humanos?
Para algunos no parecen estas últimas sugerencias el camino deseable, sino que quieren traspasar su propia humanidad para convertirse en una especie de cíborgs, algo así como una nueva especie. Lo mentado no es en absoluto ciencia ficción sino constataciones de investigaciones científicas que se están llevando a cabo, en este sentido, financiadas seguramente por aquellos que aspiran a su inmortalidad, teniéndolo ya todo, y para lo cual se sirven de ideólogos que legitiman discursivamente ese dejar atrás la fragilidad y debilidad humana.
Así, aunque la pandemia del covid-19, en un principio, asestara un martillazo a la arrogancia humana, la celeridad con la que se han conseguido vacunas y los resultados positivos que, por el momento, parecen estar produciendo ha reavivado la convicción de que el poder de la razón humana en el campo de la investigación y del desarrollo de la ciencia y la tecnología no tiene techo.
¿Qué porvenir le espera al ser humano? Era el punto de partida. Pues, tras lo expuesto, se puede afirmar que quizás aún esté a nuestro alcance dilucidarlo, y por ello elegirlo. El obstáculo somos nosotros mismos, y eso nos lleva a pensar que los humanos seguiremos la trayectoria de los grandes gigantes de la economía y, por ende, a un desarrollo en todos los ámbitos que responderá a intereses particulares que, sin concebirse a sí mismos dependientes de nadie surcarán los caminos que recaben en su propio beneficio.
Si así fuese, las perspectivas para la humanidad como especie pueden ser catastróficas, porque toda decisión tiene como horizonte la inmediatez y los que están en condiciones de revertir la situación no han desarrollado esa sensibilidad ética que les obligue a pensar en el resto de los humanos y en aquellos que probablemente padecerán la hecatombe en primera persona.
BIBLIOGRAFÍA
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Flores Quelopana, G. Miseria del capitalismo digital y de la tecnoutopía. (2021). Libros Peruanos. Lima. 100 pp.
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Nick Srnicek y Alex Williams. Inventar el futuro poscapitalismo y un mundo sin trabajo. Barcelona. Editorial MALPASO. AÑO 2017. 483 pp.
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Artículos
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Webs
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https://mia.semarnat.gob.mx:8443/dialogosAmbientales/documentos/DA_1_2_Web.pdf
Vásquez Rocca, Adolfo, Sloterdijk, Habermas y Heidegger; Humanismo, posthumanismo y debate en torno al Parque Humano, Oviedo, España. Revista de Filosofía, Nº 26 - 2009, ISSN 1885-5679 -, pp. 1-22 http://www.revistadefilosofia.com/26-01.pdf 26/08/2021.
[1] Esta mansedad se entiende en el desarrollo previo que realiza Sloterdijk en esta obra respecto del origen en comunidades de amigos literarios de ese humanismo nacional burgués que cuestiona
Carlos Enrique Bähren
Tremenda serie de errores, aseveraciones, referencias erradas, crítica al dañino capitalismo y de más falacias. Se nota que la autora no conoce ni la complejidad de la obra de Sloterdjk y se basa en un artículo en español de otro chambón dado a literario para enlodar en el nazismo a un pensador alemán al nivel de Heidegger. Escribir un artículo confuso y llenarlo de media docena de citas que no cumple con lo básico de un ensayo... es de pseudointelectuales!