Jacques Rancière, la parte de los sin parte.
Universitat Autonoma de Barcelona/ Université Paris8.
Algunas preguntas surgen ante la demanda por parte de los organizadores de este congreso dedicado a la chacra social que representa la pobreza en las sociedades actuales. La primera versa sobre posible la aportación de la filosofía política a la lucha contra la pobreza. Siendo la pobreza el efecto de ciertas concepciones político-sociales enmarcadas en la misma concepción de la política, llamada democrática y de la cual muchos de los filósofos en actualidad se sienten miembros activos. Y la segunda, en línea de la primera, sobre la distinción que dentro de la filosofía política existe de la propia definición de pobreza y los caminos hacia su extinción.
Para intentar dar respuestas, en la línea de no conformismo con el estado de cosas, entre ellas de la pobreza, he elegido al filósofo Jacques Rancière porque creo que en sus obras da pistas de como enfrentar esta inconcebible situación que la humanidad vive. Rancière utiliza la alusión a la “la parte de los sin parte”, que me parece significativa para acometer este problema acuciante. Pero antes de hacer referencia a algunas otras de sus ideas colindantes con la temática de este congreso, especialmente la mencionada, junto con la defensa de la emancipación, el método de la igualdad, las escenas, la distinción de la política de lo político, por solo citar los más relevantes, permítaseme unas breves pincelas sobre la figura de Jacques Rancière y su obra para mostrar que ese camino intelectual, le lleva a ciertas de las formulaciones de las que hay que dar cuenta en este escrito.
De la biografía intelectual de Jacques Rancière hay que destacar ciertas etapas históricas importantes para su generación y para él mismo como fueron, como los acontecimientos de Mayo del 68 por lo que representó la ruptura por la acción no concertada por parte de los individuos, que se encontraron frente a un acción sin referente anterior, ni teórica ni práctica. Lo llamado por Alain Badiou, otro de esos actores de ese momento, el Acontecimiento Mayo del 68. De esa percepción de acontecimiento, surge en Rancière su ruptura con Althusser y con la filosofía marxista estructuralista que Althusser representaba; y la dedicación al estudio del archivo obrero durante una década. De ese trabajo del archivo surge su obra principal en ese primer periodo, La Noche de los proletarios, y que junto a otra dos, El filósofo y sus pobres, y El maestro ignorante delimitan ese primer periodo. Todas ellas encaradas al estudio de la autoemancipación obrera, llevada a cabo en Francia entre las revoluciones de 1830 y 1848. Gracias a las largas y concretas entrevistas que Rancière no ha dejado de conceder en su larga trayectoria, encontramos un ayuda a la comprensión de sus objetivos y metodología que ha dado paso a su ingente obra, tanto la que señalamos, como la posterior. Me he fijado, para ello, en una reciente entrevista que Rancière concedió en France Culture, donde explica su concepción de la emancipación. En ella, se puede entender como lo político es el camino hacia la emancipación. Siendo el conflicto y el desacuerdo, en la lucha por la igualdad, su principal componente.
Los márgenes de lo político son definidos en el papel de los obreros que escapando al cansancio de las largas y extenuantes jornadas de trabajo, dedicaron parte de sus horas de descanso a redactar textos que para Rancière articulan una nueva manera de hacer filosofía política en el momento histórico-conceptual del final de los grandes relatos. En ese momento se impone en su lugar, la post-fundacionalidad epistemológica, la filosofía del conflicto viene a ocupar el lugar de la ya infecunda opción de las filosofías del consenso relegadas a los modelos contra-factuales. etc… De ahí que el libro más sugerente y relevante de Rancière lleve por título El desacuerdo. En ese trabajo, Rancière distingue entre lo político y la política, la police, lo llama, es el reparto de puestos y de cargos. Mientras que el objetivo de lo político es la emancipación. Cuestiones contrapuestas y que son sin duda el origen del conflicto social y político en el que Rancière se articula, dentro de sus propuestas políticas y sociales. La salida del marxismo althusseriano, pues, de la cual él mismo dio buena cuenta en su libro La lección de Althusser, le lleva a la post-fundacionalidad, la llamada crisis de fundamentación. Y esa idea configura todo su pensamiento.
La cuestión de la igualdad, aprehendida por la filosofía francesa contemporánea del último cuarto del siglo XX, a través de una perspectiva de la posición de Jacques Rancière y de sus contemporáneos, que a veces son sus interlocutores, conduce a una reformulación de estas líneas de investigación a partir de la noción de lo común. Este artículo recurre a Jacques Rancière y a sus contemporáneos, en la medida en que considera que un corpus de autores contemporáneos se define en torno a un determinado pensamiento de la política democrática contemporánea. ¿Qué se entiende por “contemporáneo”? y sobre todo en filosofía política. Se refiere a una época que Rancière, Lyotard, y otros caracterizan como la del “fin de los grandes relatos”. Sin embargo, este conjunto de autores, a pesar de las divergencias que se pueden observar, tiene como denominador común la persistencia de la perspectiva emancipadora, a pesar de este fin de las grandes narrativas. En otras palabras, se trata de saber cómo pensar la emancipación apartándose de la hoja de ruta que había constituido, hasta entonces, la ortodoxia marxista, en la perspectiva de la ley histórica del progreso.
Por tanto, habría que determinar en qué medida puede pensarse hoy una política democrática habitada por el horizonte de la emancipación. Esta perspectiva está, postulamos, bordeada por dos límites: en primer lugar, ese “fin de los grandes relatos” y en su lugar buscar una prosecución que vincule estas experiencias vividas colectivamente en diferentes acontecimientos políticos, donde lejos de conformarse o de buscar el carácter fragmentario, episódico de ellas, se vea como necesario, como propone Rancière, encontrar los medios para agruparlas; es decir, no para borrar su brecha, sino para que su memoria, su eco, pueda prolongarse hasta alcanzar el siguiente acontecimiento; o para que por efectos de desplazamiento, de resonancia, las experiencias de un determinado lugar puedan desbordarse e iluminar otros lugares, otros tiempos.
La parte de los sin parte
En primer lugar, se trata de definir lo que no significa “parte de los sin parte”. Rancière revela este punto en varias entrevistas: en primer lugar, en una entrevista con Yves Sintomer para el libro La xénophobie en banlieue, effets et expressions (La xenofobia en los suburbios, efectos y expresiones), determina que la parte de los “sans-part” no son para nada los excluidos. En otra entrevista, publicada en español en la revista Archipiélago, Rancière aclara que, si la parte de la parte de los sin parte “no significa la parte de los excluidos”, tampoco la política es “la irrupción de los excluidos”. En el resto de la entrevista, Rancière evoca la figura del “precario”, que en el libro Imperio de Hardt y Negri “ocupa el lugar del proletariado”. Rancière matizará más tarde esta posición redefiniendo la forma de integración/inclusión puesta en práctica por el sin parte. Sin embargo, antes de profundizar en la reflexión sobre esta integración/inclusión, es necesario señalar aquí la insistencia de Rancière sobre lo que no significa la parte del sin parte. Esta es la de un sujeto político, y un sujeto político nunca puede identificarse de entrada con un grupo social. De ello se desprende que un sujeto político no es un grupo que toma conciencia de sí mismo, se da voz, impone su peso en la sociedad. Se trata de un operador que une y desune las regiones, identidades, funciones y capacidades existentes en la configuración de la experiencia dada; es decir, en el nudo entre las divisiones del orden policial y lo que ya se ha inscrito como igualdad, por frágiles y fugaces que sean estas inscripciones.
Por lo tanto, debemos utilizar con cuidado la noción de la parte de los “sin parte”, así como la del perjuicio que se le vincula. Resulta tentador asociar inmediatamente las figuras de los excluidos con las de los sin parte, y cualquier conflicto con la articulación de un mal, lo que puede haber sido el resultado de la fascinación por los márgenes característica de ciertas lecturas apresuradas de los movimientos “sans”.
La noción de sin parte, tal como la define Rancière, hay que entenderla como que no existe un sujeto que, de entrada, encarne la parte sin parte, ya que, continúa Rancière, “las partes no preexisten al conflicto que nombran y en el que se cuentan”. Así, si “proletario” ha sido durante mucho tiempo el nombre bajo el cual se ha jugado el conflicto político, no es el único que puede manifestar esa situación de dominación, de carencia de emancipación. Además, esta especificación de la parte de los sin parte por parte de Jacques Rancière tiene importantes consecuencias para el tipo de relación política construida sobre esta base: en la medida en que las partes no preexisten a la articulación del mal, este mal, una vez expuesto, no puede ser resuelto por un acuerdo entre las partes. Rancière explica este punto por el hecho de que el mal no le sucede por accidente a tal o cual entidad, sino que la existencia de los sujetos descansa en la manifestación de este mal. Para Rancière, este agravio infinito no puede zanjarse, ya que es el modo en que se expresa la lucha por la afirmación de la igualdad -o más bien, la lucha que revela la afirmación de la igualdad-. Sin embargo, puede ser tratado, y el tratamiento del mal es entonces la modificación del orden sensible para reconfigurar los modos de hacer, de decir, de ser.
Para construir el escenario en el que se va a desarrollar el conflicto, se trata más bien, desde esta perspectiva, de observar el desplazamiento de la cuestión política que ponen en juego estas movilizaciones. La ruptura introducida por la manifestación de los “sin parte”, que se produce en cualquiera de las movilizaciones territoriales, conduce a una reconfiguración del espacio político. Rancière lo define como la actividad política es la que desplaza un cuerpo del lugar que le estaba asignado o cambia el destino de un lugar: hace visible lo que no tenía lugar para ser visto, hace oír un discurso donde sólo tenía lugar el ruido, hace oír como discurso lo que sólo se oía como ruido.
No se trata, indica reiteradamente Rancière en sus escritos, de dar voz a un colectivo. Se trata más bien de revelar la multiplicidad de fracturas introducidas por la disputa en el seno de experiencias singulares en las que, de repente, las identidades ya no encubren la pertenencia. Lo hicieron los proletarios estudiados por Rancière y que le sirvieron como guía de su concepción de lo político, por los debates y organizaciones cooperativas que configuraron y gestionaron ellos mismos. A través de estas experiencias se produce el desvío de destinos que Jacques Rancière denomina subjetivación política.
Estos casos son paradigmáticos de un movimiento político que intentaremos comprender a partir de la noción de subjetivación política desarrollada en la obra de Jacques Rancière, consistentes en las estrategias de resistencia a las asignaciones identitarias y a las perspectivas sobre la cuestión de la ciudadanía. Se perfila en estos movimientos un ámbito en el que se concretan todas estas formas de desigualdad. Y por otro, la manera de superarlas mediante el método de la igualdad en el camino hacia la emancipación.
En medio de ese camino, encontramos otros conceptos como el conflicto, la meséntente (el desacuerdo), y el tort, (retorcimiento, más que error o equivocación). Se trata de dos conceptos para mostrar la dificultad para realizar esta igualdad y la eterna persistencia de los componentes de la parte de los sin parte para salir de ella de forma colectiva. El lugar en su teoría de La parte de aquellos que no tienen parte. Aquí caben y entran en liza conceptos como pobreza, exclusión, precariedad, vulnerabilidad. El método de la igualdad y sus escenas deseables son para Rancière elementos que la actualidad que estas formas de entender lo político adquieren en los colectivos y los movimientos sociales emergentes en torno a la cuestión de la precariedad. Todo ello enmarcado en unos contextos en los que las comprensiones de lo político se ven sacudidas, tanto en las ciencias sociales como en la filosofía política, por los movimientos sociales surgidos a finales del siglo XX, que cuestionan el sentido de la ciudadanía y la democracia.
En efecto, el creciente lugar de la precariedad en las sociedades democráticas crea nuevas formas de movilización y nuevos tipos de demandas, que sorprenden a la política y la obligan a reformularse. De ahí la necesidad de articular formas conceptuales acordes con la versatilidad y el movimiento que las actuales formas del “contra” se muestran. Rancière aporta por ello, dentro de su forma específica de pensar lo político, elementos esenciales para legitimar las luchas contra las formas de precariedad, tanto económicas, como sociales y política.
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