13 de diciembre de 2022

La energía de fusión y Pink Floyd

Por Óscar Sánchez

 

 

Nunca sabremos cuándo se inventó la rueda, aunque sólo sea porque lo más probable es que se concibiera en diferentes lugares del globo, en algunos con más adelanto, en otros con más retraso y en la mayoría por imitación. Sin embargo, sí que podemos fechar cuando tuvo lugar un milagro mucho mayor en la historia del ser humano, que es hoy mismo, 13 de Diciembre de 2022 (¡a dos días de mi cumpleaños! ¡maldita sea!...) La conquista -creo que ese el término más adecuado- del primer experimento en que por fin se ha hecho posible la energía de fusión atómica podría ser la noticia más trascendente del último millón de años, sin exagerar lo más mínimo, y tal vez el posible salvavidas in extremis de la humanidad (junto con el hidrógeno verde del flamante H2Med de nuestro querido Pretty), que es esa especie singular entre todas las especies vivientes que sólo aprende por las malas. Recuerdo que hablé de esto mismo con un profesor mío que ya murió, y entonces yo era el tecno-optimista y él no. Como consecuencia, llevó más de una década sumido en la tristeza antropológica, por así decirlo, llevando sobre mis pobres hombros la idea de que si salir de los apuros realmente colosales que nos plantea el inmediato futuro va a depender únicamente de nuestra buena voluntad, vamos de culo y cuesta abajo, como han demostrado fehacientemente las dos últimas -así llamadas- “cumbres del clima”. Sin duda debe haber cientos millones de “hombres de buena voluntad”, como pedía la Bíblia, pero ninguno de ellos está en los consejos de administración de las ciento y pico o doscientas grandes corporaciones que de verdad mandan en el mundo. Así que creo que el problema más grande a que nos enfrentamos si se confirma que pudiéramos contar con una energía limpia, inagotable y barata (algo que convertiría en obsoleta la Esfera de Dyson aún antes de haber sido meramente calculada, pero que a la vez la haría posible) no es cuánto tiempo va a tardar en hacerse comercialmente viable, sino qué vamos a hacer entre tanto con los hijos de puta. En serio lo digo. Porque un cambio de modelo energético hacia el sueño absoluto hecho realidad provocará tal modificación en los usos y costumbres económico-politicos de los pueblos de la Tierra que los hijos de puta de toda la vida van a tener que reinventarse o morir...

 

Puesto que no tengo muy claro que podamos, pero en cualquier caso no debemos, quitárnoslos de en medio por la vía expeditiva, podríamos buscarles lo que David Graeber denominaba “trabajos de mierda”. Es cierto que uno de los requisitos de un trabajo de mierda es que el propio trabajador sea consciente de la mierdificación -el término es de Graeber- de su desempeño, pero con los hijos de puta creo que podemos hacer una excepción. ¿Por qué no situarles en cargos de aparente importancia, como en El traje nuevo del emperador de Hans Christian Andersen, y bailarles un poco el agua, o, si no queda más remedio, ponerles realmente al frente de algo importante, pero secundario? Cogemos, por ejemplo, al CEO de la Exxon y le elevábamos a Pontifex Maximus, como en la Roma antigua -ya, ya, él tampoco sabrá bien de qué va eso... O al mamón de la Pfizer: ese de organizador interplanetario de juegos florales y bacanales multirraciales. O, yo qué sé, al tipejo que tome las decisiones en la Philip Morris de presidente de la CNN y Al Jazeera a la vez, al estilo Berlusconi pero a gran escala (Trump, por su parte, tendría licencia para bañar en oro y firmar con su nombre en letras tamaño Hollywood todo lo que le apeteciera...) Mejor el soborno que una masacre, en mi opinión. Y en último término, lo que proponía Roger Waters en el The final cut de Pink Floyd, en la canción titulada The Fletcher Memorial Home:

 

Llévate a todos tus bebés crecidos a algún lugar
Y construirles un hogar
Un pequeño lugar propio
La Casa Conmemorativa de Fletcher
Para tiranos y reyes incurables

 

Y podían aparecerse a sí mismos todos los días.
En circuito cerrado T.V.
Para asegurarse de que siguen siendo reales
Es la única conexión que sienten


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