De la mano cerrada y el puño extendido.
¿Quiénes nos han dormido? ¿O qué nos lleva a tan pesado dormir sin sueños? ¿Por qué se nos tutela, se nos representa a las mayorías en el llano, única y hegemónicamente desde las cúspides del poder?
¿Es qué acaso, tiene la política, que prescindir de la filosofía, de lo filosófico y de los filosofers, para proponernos, una y otra vez, incansablemente, el mismo camino, sendero o vía, dicotómica, binaria y adversarial qué de un lado están los buenos y nobles y del otro los malos y abyectos?
¿El poder político, o de los cargos, de los administradores y representantes, munidos de una legalidad en sospecha por la legitimidad oscura en razones, argumentos, intenciones y sensaciones, es la única capaz y habilitada para señalarnos cuándo es el tiempo y el horizonte de ir o volver a una supuesta "esencialidad" republicana o democrática?
¿Cómo se puede continuar hablando de la ley que proviene de un acuerdo social, cuando tal pacto, tratado, está roto, deshilachado como lazo?
¿De qué manera las palabras vertidas desde las cimas de un poder omnímodo, cuasi totalitario, pueden resultar creíbles, cuando regadas por fondos públicos se diseminan acríticamente, por medios y redes, pretendiéndose injertarse en el tejido social, artificialmente, cómo si fuesen un implante capilar?
¿Podemos invocar a lo consciente, dejando de lado, lo inconsciente, de pisotear, de ningunear y de ridículamente no respetar las dinámicas filosóficas, que tal como corrientes, surcan lo subyacente, lo basal, el pensamiento crítico, el aporte de encuentros, simposios, revistas e intensidades que aportan,diagnósticos y propuestas, incansablemente cómo fármacos para nuestra institucionalidad, nuestra noción de república y posibilidad democrática, aviesamente zaheridas?
¿Podrán leer estas líneas, cómo otras, los estómagos hambrientos por la pobreza, de la que esa tinta política no se responsabiliza, los bolsillos vaciados por defectos económicos, los cuerpos mutilados por la inseguridad y la sospecha, los adinerados carentes de libertad y de posibilidad de expresar lo que sienten y piensan, dado que son rehenes de esa dirigencia que, con palabras, pretende reinar también en el distrito del concepto sin convocar a filosofers o sin desandar las huellas de la filosofía?
¿No es acaso la única barbarie o la mas atroz, aquella que anula, que subyuga, que eclipsa, que pisotea el pensamiento crítico y a sus hacedores?
"Son las palabras las que toman una actitud,no los cuerpos; las que se tejen, no los vestidos;las que brillan, no las armaduras;las que retumban, no las tormentas;son las palabras las que sangran, no las heridas". Pierre Klossowski.
Por Francisco Tomás González Cabañas.
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