O (te) cueces o (te) enriqueces
En España vamos a tener que bajar los precios de los pisos de alquiler para turistas y de las raciones y las cañas de cerveza, si es que queremos que los giris sigan dejándose los cuartos por aquí teniendo en cuenta que el sol y el calor ya no van a ser una baza exclusiva nuestra. Al contrario, en los próximos años al llegar el verano los finlandeses podrán ir a tostarse el lomo a Hide Park, y los ingleses a hacer balconing en la Provenza. Isabel Díaz Ayuso privatizará el Canal de Isabel II, que para eso es tocaya suya, y acto seguido ofrecerá becas a familias con ingresos superiores a los 100.000 euros al año para que viajen a solazarse a los fiordos de Noruega. El resto de los españoles de a pie dormiremos acurrucados dentro de la nevera, y el delito más común será el de allanamiento de piscina. En el mundo rico en general ya nadie querrá tener más hijos, porque si ya de por sí te estorban en las diversiones de adolescente eterno con salario de risa no digamos ya si traer hijos a este valle de gotas de sudor implica meter al bebé todas las noches en el bidé en vez de en la cuna. Nos pasaremos el invierno maldiciendo el verano, y el verano maldiciendo el invierno. Primavera y otoño se convertirán en salas temáticas de resorts para parejas nostálgicas donde podrás retozar en una nube del viejo polen o restregarte en una cortina de hojas bien secas. La vida va a cambiar mucho, pero mucho, en las próximas décadas. Porque la mala noticia no es que el calentamiento global haga cada año más acto de presencia, como estamos experimentando, en tal medida que ya ni Miguel Bosé podría negarlo o rehusar desafinarle una de esas cosas que él canta, la mala noticia, malísima, es que los científicos advierten que aunque mañana mismo, 22 de julio de 2022, nos levantásemos absolutamente responsables de nuestros actos por una mutación repentina en nuestro organismo del Sars-cov-2, o porque era cierto que Bill Gates nos ha introducido nanorobots en nuestro bulbo raquídeo, de todos modos los efectos de nuestras buenas acciones no iba a notarse lo más mínimo en al menos veinte años. Es decir, ¡oh espanto y horror!, que incluso depurando enteramente nuestra turbia naturaleza de pasiones mezquinas e intereses espúrios dos décadas más de empeoramiento global del clima, y por tanto del régimen cotidiano de nuestras vidas, no nos lo va a quitar nadie. Y eso no nos lo cuentan, no nos cuentan que el daño ya está hecho, que hasta sujetando el incremento de temperatura en el actual 1,5 por sobre los índices previos a la Revolución Industrial el futuro pinta mal, o por lo menos pinta frugal, duro y esforzado. Se acabó el jolgorio, se acabó la tontería, se acabó el Crecimiento Ilimitado del PIB, se acabó la movidita turbocapitalista, don´t blame it on sunshine, blame it on the boogie...
Pero tal vez en China estén más preparados para este futuro, y eso es lo malo. Me cuenta mi amigo Javier, y yo le creo, que en los discursos de los últimos años de Xi Jinping se advierte esa visión que nosotros no tenemos, ese ver el porvenir en términos de varias generaciones. En Occidente no somos capaces, aquí vivimos al día, aquí nos gusta lo precario. Y no hacemos del todo mal, porque la trampa contraria a que nos aboca el cambio climático es el autoritarismo, es centralizar el poder para que toda la población salve el pellejo bajo las órdenes de una etíte hipercontroladora. Yo no me lo trago, yo pienso que al igual que unos cuantos chupópteros se aprovecharán de nuestra escasez en adelante, también un futurible Partido Único iba a gozar de aire acondicionado y cubitos de hielo a nuestra costa. No obstante, ellos tienen la óptica adecuada sobre la actual conyuntura, la única que, en principio, nos puede salvar. O empezamos a pensar en el marco de las próximas generaciones y no de la nuestra propia o estamos perdidos como especie -y no hay otra especie inteligente más que esta que destruye su propio hábitat. O te cueces de calor, en los siguientes veranos, o te enriqueces vendiendo mercancías del apocalipsis, pero la única alternativa parece ser hacer lo que te exigen la situación o perecer. Había una película muy divertida, de Danny DeVito, Con el dinero de los demás. Allí, un especulador sin escrúpulos decía, en la misma cara de Gregory Peck, que al igual que las fustas para caballos quedaron obsoletas con la aparición de los automóviles, las empresas de alambres y cables son cosas del pasado. Pues bien, creo que se puede pensar lo mismo hoy. Los combustibles fósiles, que tan útiles nos han sido, son ya cosa del pasado, vestigios de los tiempos de nuestros queridos abuelos. Ahora corresponde innovar, reconvertir la industria y sobre todo las fuentes de energía, o seguiremos consumiendo fustas de caballos que nos perjudican. O eso o a final de siglo el termómetro subirá 4, 7 grados, en el peor de los casos, respecto de la vida del vizconde de Valmont, en el s. XVIII, cuyos calores eran muy distintos y sin comparación mucho más agradables.
No sé si os hacéis realmente cargo: ¡4, 7 grados!: Arrakis... el planeta desierto... Dune...
Por Óscar Sánchez
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