12 de marzo de 2022

Una tensión edípica.

El primogénito de la vice se encargó de espetarle al elegido de la madre que él no estaba de acuerdo con tal elección, cuando fue ungido para ocupar el lugar que primero fue del padre. Carne de diván para cualquiera que tenga inquietudes en la teoría psicoanalítica, no sería triste la perspectiva en el caso de que tuviera remedio, dado que la principal afección es al cuerpo de lo democrático. Muy poco de los aspectos políticos que se dirimen en este apartado sur de las indias occidentales, tienen que ver con el logocentrismo impuesto por el eje greco-alemán que luego se extendió al continente europeo. Lo que se llama razón, para el vulgo traducido como lógica, sentido común y por lo que derivan de tales significantes los lugares comunes de la república, la institucionalidad y las promesas de imposible cumplimiento de una democracia por llegar, son narrativas exageradas de una novela inscripta en la corriente más fidedigna del realismo mágico.

La historia de los Buendía era la historia del pueblo en las magistrales páginas de cien años de soledad. Texto que entre tantos logros, consigue romper con aquello de que no existe un mal que dure cien años, dada la inexistencia de un cuerpo que lo resista. Tal vez no sea un mal, podrán esgrimir los narradores oficiales, que abundan, antes ayudaban en la narración que en género epistolar publicaba la actual Yocasta, y que ahora, lo hacen por intermedio de videos que graban en tiempo justo y preciso el ingreso de las pedradas más vinculadas a la necesidad escenográfica que a un síntoma de insurrección popular.
Muerto en tránsito como Layo, en camino a su propio retorno al poder que había cedido a su esposa, años luego fue ésta, la que en opinión en contrario de su vástago, lo reemplazó por un otro, carente de entidad y sustento para un Edipo horrorizado por no ser él mismo quién reemplazara a su padre fallecido para acceder a la poltrona del poder, ya ocupada antes por su madre, quién lo desaira con esta decisión máxima, después.  

Su propio hijo se encarga de verbalizar que la presidencia de su padre tiene como enclave simbólico la cancelación de la relación con el fondo monetario internacional. No pudo haber hecho otra cosa (en el congreso) ¿tampoco lo podrá hacer?. No construyó ni su proyecto de vida, mucho menos poder, alejado de la pollera de su madre, jamás cortó el cordón que lo alimentaba y que después de tanto tiempo lo ahoga, lo sofoca y lo amenaza con ahorcar. Es que nuestra Yocasta sabe, es decir su inconsciente, que sí lo transforma en presidente, consumará el acto incestuoso, ¿algo que desconoce absolutamente nuestro Edipo maximizado?.

Lo que sí, es que tiene la reacción en sus manos. Es decir, sí resuelve ir por el corte, debe romper con el gobierno del elegido de la madre. Necesitara hacer verbal, visible y popular su destete. Esta es la razón, de la sin razón en la que estamos todos embargados. 

El problema político, ni es político, ni del oficialismo, ni de la vice con su presidente elegido. Es una tensión edípica la que nos tiene en vilo y que no dependerá de lo que hagamos ni lo que dejemos de hacer la forma o la manera en la que se resuelva. 
Espectadores de lujo, lectores apasionados, con ansiedad damos vuelta la página para encontrar capítulos sin títulos, inconexos en espacio y tiempo que podrán llevarnos a las desavenencias más curiosas de una familia en el poder que desata en sus dinámicas intestinas el pulso de un pueblo sin identidad ni deseo. 

Para el poblador, sumido en la pobreza y marginal, como la mitad exacta de los que componen el demos que en verdad es horda, cualquier cosa que ocurra será exactamente igual para su suerte y verdad. 

Los amigos de Edipo que replican sus prácticas nepotistas (sí lo sabremos acá, adlater senador, hermano funcionario, amigo funcionario, esposa o ex, también) y su modo de proceder, seguirán en la lógica del amo y del esclavo, la órden del hijo o de la madre, pero orden a fuego que guíe un sujeto procedimental, desustancializado de subjetividad, un instrumento protocolar, ejército de soldados que proceden, sin pensar. 

Agrupados en la ficción que quieren sostener como "militancia política", tendrán que decidir cada cuál, en el caso de que el hijo le diga a su madre que con ella no se acostará para tener poder. 

Tendrá en tal caso que irse del palacio del poder, en el que viene tramando sus intrigas para hacerle entender a su madre que eligió mal al que puso en el poder. Seguramente fuera de tal amparo, sus amigos no serán tantos ni tan fieles y habrá que ver si resiste, algo que nunca experimentó, estar fuera de la protección de algún poder. Sin embargo, los analistas dicen, que en tal corte o transitar, se encuentra mayor salubridad. 

Su madre no abandonará a quién eligió, lo más probable es que vuelva al goce repetitivo de elegir otro para el 2023. En tal instancia, tiene a dos. El hijo que no fue (es decir con el que se podría acostar simbólicamente para alumbrar poder) el barón del conurbano de ojos claros o el presidente de la cámara de diputados, que como Narciso, se marea con el reflejo de su propia imagen y por lo qué a quién le diga algo que suene a sus oídos le jurará una lealtad-desleal. 

Estas son las tensiones que surcan a quiénes deciden por nosotros, desde hace tiempo y lo seguirán haciendo, porque a los pocos que aún podemos comer, nos da miedo, espanto y horror reconocerlo y de allí que consumamos todas las narrativas de órden supuestamente político o económico que nada tienen que ver con las decisiones del poder. 

Por Francisco Tomás González Cabañas. 
 


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