LECTURAS DE NIETZSCHE
Al contrario de lo que suponen los neófitos, Nietzsche es uno de los escritores más complejos de entender; esto porque no es un filósofo sistemático que construye un todo ordenado, propio ya de la filosofía de su época; también porque no es solo filósofo en el sentido académico, sino filólogo, un prosista que juega continuamente con imágenes, nunca expuestas de la manera que su época le hubiera exigido —tal vez para poder derrocarlo con esa lógica argumentativa—, sino un artesano del lenguaje que no encaja con la racionalidad imperante, que va viviendo y escribiendo; eso sí, teniendo como referentes indiscutibles los griegos anteriores a Sócrates, entre los que destacan Heráclito y los textos de Diógenes Laercio.
Leer a Nietzsche no es, por ende, tarea nada fácil y esto lo demuestra las interpretaciones que de su legado se han hecho —excluyendo, por supuesto, las tergiversaciones que de sus últimos escritos hicieron su hermana y su cuñado—. Habiendo probablemente algunas que desconozco, destacaría la continuista de la lectura heideggeriana que sitúa la voluntad de poder como el concepto nuclear para interpretar a Nietzsche, y otra que entiende que lo que nos permite aproximarnos a una lectura ajustada de Nietzsche es el Eterno retorno —Aquí encontraríamos a Miguel Morey, Ricardo Espinoza Lolas... —. Esta divergente lectura no es una cuestión menor, ni de lejos, ya que, si la voluntad de poder es, como sostenía Heidegger ese principio regulador de lo real que hace comprensible el mundo, el eje se está situando en una voluntad que partiendo de la schopenhaueriana es, además, de deseo y pasión, autoafirmación de uno frente a lo otro, fortaleza de voluntad y capacidad de afirmar la vida y sostenerla ante el dolor. Por otra parte, si el eterno retorno es la clave para leer a Nietzsche, su lectura no puede deslindarse de la presencia de lo griego, de Dionisio, de Ariadna y de una interpretación que está íntimamente vinculada con la biografía de Nietzsche, sus amores, sus desengaños, sus sometimientos y sus liberaciones, ese laberinto de Ariadna en el que se halla Nietzsche y que no es más que la manifestación del eterno retorno, como un triángulo del que no es posible zafarse y en el que cada instante es vivido como lo eternamente presente. Está última lectura, va realizando un recorrido simultáneo por la biografía y los escritos de Nietzsche, entre los que el dinamismo y el fluir sin sujeción conforman un binomio inseparable.
La postrera lectura expuesta es más arriesgada, más incluso interpelante, porque nuestra propia existencia puede verse reflejada de un ir y venir del dolor insoportable a la euforia de quien cree haber captado lo inherente al caos vital.
En este sentido, espero con entusiasmo una publicación que se está postergando de Ricardo Espinoza Lolas sobre Nietzsche, que según sus propias palabras —y no cito literalmente— será una muestra sustentada en los propios escritos nietzscheanos de cómo sin el eterno retorno, no hay laberinto, ni posibilidad de afrontar la vida con la pasión, con alegría y sostener el dolor, en instantes que casi se superponen o se entrelazan.
BIBLIOGRAFÍA
- Heidegger. M. Nietzsche. Editorial Ariel filosofía.
- Inicio ¦ Núm. 34 (2012) ¦ Espinoza Lolas. ALPHA. Revista de Artes, Letras y filosofía. Nietzsche y la concepción de la naturaleza como cuerpo.
- Morey, M. Vidas de Nietzsche. Alianza Editorial
VÍDEO MONOGRÁFICO. Ricardo Espinoza Lolas Nietzsche y el laberinto de Ariadna. Ubicado en YouTube
Oscar S.
Diogenes Laercio es, naturalmente, muy posterior a Sócrates, y la lectura de Nietzsche como un hedonista del instante creo yo que no se sostiene en los textos.
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Perdón. Acaso haya una pequeña errata y se haya confundido al filósofo cínico Diógenes con el historiador Diógenes Laercio. ¿Es posible?