Tras los pasos de Bloom and Dedalus
Mi primera lectura del Ulysses sería cuando yo tenía unos 20 años, motivado por unos amigos, y puedo asegurar que no me entere de nada, pero que lo leí de "pé a pá" -tragándomelo como los cardos que hacía la abuela de una novia mía, de cuyo nombre no quiero acordarme....Y me olvide de él hasta que emigré a Irlanda y un halo inspirador me incitó a volver a leerlo allá en su tierra natal. ¡Y vive Dios que lo hice y me entere de algo más!, no de mucho, la verdad, pero me sirvió para comprender la idiosincrasia irlandesa y posiblemente la del propio Joyce.
Lo cierto es que he seguido varias veces los trayectos que hicieron las personajes de Joyce por ese Dublin decadente, envidioso del Londres cosmopolita, de principios de siglo, luchando entre conservar su orgullo patrio irlandés o bien despegar hacia una modernidad que se adivinaba incierta, dividida entre seguir hablando el irlandés ancestral, arcaico, o el idioma consagrado del Imperio, o desgarrada a elegir entre sus deportes locales (Hurling, Fútbol irlandes,...) o los deportes universales creados por los británicos. Total, que el Dublin que yo conocí, allá por los finales de los noventa, no había variado mucho respecto del Dublin de Joyce.
Más tarde, conocí la biblioteca donde estuvieron sus personajes y allí me informaron que los pasos de los mismos estaban impresos en las aceras de Dublin, detallando su recorrido. Entonces yo y algunos de los amigos que me habían invitado a la lectura del Ulysses comenzamos el recorrido como si fuéramos Bloom y Dedalus, y qué menos que parar en los pubs donde anduvieron y tomar Guinness y terminar con una cogorza irlandesa. Esto nos proporcionó un acercamiento con los lugareños y un supuesto entendimiento (porque nuestro inglés era básico y su acento muy dublinés, pero todos sabemos que estas barreras con alcohol se tornan inexistentes). Seguimos trayecto hasta toparnos con la estatua de Molly Bloom (famosa pescadera y demas), ¡y nos pareció hermoserrima!, que diría Javier Krahe, nada más alejado de la verdadera belleza femenina irlandesa -verbigratia- qué nos indicó el camino de la catedral del saber dublinés, el Trinity College, que alberga una sala dedicada a Samuel Beckett (otro escritor digno de elogio, incialmente secretario de Joyce y galanteador de su hija Lucía), y con nuestra magnífica melopea proseguimos el viaje a las torres de vigía situada en las afueras de Dublin, en su playa, donde descubrimos un cartel que decia: forbidden female bath; nada más señoría...
Seguíamos en busca de la Irlanda moderna. Pero afortunados fuimos al encontrar en el trayecto la embajada española, que me vino muy bien años después cuando necesite un salvoconducto para retornar a la "moderna" metropolis española (pero eso es otro cantar, que decía él...), antes de que me hicieran conocer amablemente las cárceles irlandesas.
A instancias del bedel continuamos camino de las torres y descubrimos una pequeña librería y, en su interior, otra joya,el Finnegan's wake de Joyce, en versión original (of course). que lo conservamos como una reliquia que nunca entenderemos del todo al igual que el Ulysses de qeu venimos a homenajear hoy. ¡Long Live The Irish! ¡Sláinte!
Vale.
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!