Averroes feminista contra el régimen talibán
Texto de Óscar Sánchez.
"Si se espera que las mujeres hagan el mismo trabajo que los hombres, debemos enseñarles las mismas cosas"
Platón, República
Un hombre de verdad, un macho como está mandado, ha de ser necesariamente feminista, primero porque ningún hombre interiormente libre querría tener bajo su bota a su amante, su madre, su hija o su compañera de trabajo, y después porque ningún hombre que tenga lo que se tiene que tener soslayaría el riesgo de que una congénere suya pueda llegar a ser tan buena como él o más en cualquier campo de la existencia. Sin embargo, hay mucho machirulo de postal suelto por el mundo, y sobre todo en el Afganistán recién reconquistado por los tan avanzados y sagaces miembros de la organización talibán, esos hombres de mundo, ese blasón de civilización. Así, la Sharía aplicada al sometimiento de la mujer consiste en su versión talibán -y es tristemente irónico que esa palabra árabe signifique “estudiante”- en la prohibición para los desdichados seres de ese sexo de acudir a la escuela, reír ante desconocidos, hablar en público, por supuesto trabajar, salir de casa sin compañía masculina, dejarse examinar por un médico varón (pero no hay médicos femeninas), hacer valer su palabra ante un tribunal, cometer adulterio o, como se sabe, mostrar parte alguna de su cuerpo fuera de su hogar sin exceptuar los tobillos. Tales condiciones, cuya infracción a menudo se castiga con la muerte, debieran ser tipificadas por los organismos internacionales como crímenes contra la humanidad, sin demora y sin mayor matiz o enmienda. Pero como eso no va a ocurrir, o no mientras sigamos dependiendo del petróleo, lo que mientras se puede hacer es combatir la esclavitud femenina mediante la guerra cultural. No una guerra entre nuestros valores y los suyos, a la manera del famoso “choque de civilizaciones” de Samuel Hungtinton (todo el mundo se burló, por cierto, de la “alianza de civilizaciones” pregonada por Jose Luís Zapatero, pero yo aún no entiendo por qué…), sino entre sus propios valores de antes y los de ahora. Me explico…
Averroes -Ibn Rusd- fue un médico, jurista, filósofo, teólogo y consejero áulico de la Al-Andalus musulmana en el s. XII. A él le debemos, también, prácticamente, el retorno de la obra aristotélica a Europa, lo cual es algo así como la Revolución Informática en la actualidad, sin exagerar ni un pelo, y teniendo además en cuenta que en aquellos tiempos los integristas y “talibanes” éramos nosotros, y los vividores y tolerantes eran ellos. Pues bien, Averroes era feminista, tal cual, en un entorno islámico y en la Baja Edad Media, infinitamente más feminista que los afganos en la actualidad, desde luego, pero también algo más feminista que algunos rincones del Occidente que habitamos. Vaya este célebre -célebre entre los estudiosos, claro- texto de prueba (perteneciente a Exposición de la República de Platón, Tratado I, capítulo 34, “De la condición de la mujer” Traducción de Miguel Cruz Hernández).
Sabemos que la mujer, en tanto que es semejante al varón, debe participar necesariamente del fin último del hombre, aunque existan diferencias en más o en menos; esto es: el varón es más eficaz que la mujer en ciertas actividades humanas, pero no es imposible que una mujer llegue a ser más adecuada en algunas ocupaciones, sobre todo en las referentes a la práctica del arte musical. Por esto se dice que resulta mejor cuando el hombre compone las melodías y las mujeres las interpretan.
Si la naturaleza del varón y de la mujer es la misma y toda constitución que es de un mismo tipo debe dirigirse a una concreta actividad social, resulta evidente que en dicha sociedad la mujer debe realizar las mismas labores que el varón, salvedad hecha de que son en general más débiles que él. Sin embargo, la mayor parte de las mujeres son más hábiles que los varones en actividades como el tejer, coser y otras artes, así como por su forma de organizar, tanto en el arte de la guerra como en el resto, y así se ha comprobado entre los habitantes del desierto y en la ciudad de las mujeres (https://es.wikipedia.org/wiki/La_ciudad_de_las_damas). Del mismo modo, cuando algunas mujeres han sido muy bien educadas y poseían disposiciones sobresalientes, no ha resultado imposible que lleguen a ser filósofos y gobernantes. Pero se cree que pocas veces se da este tipo en ellas, y algunas leyes religiosas impiden que las mujeres puedan acceder al sacerdocio; otras, por el contrario, sí reconocen que pueda existir, pero lo prohíben.
Puede aclararse todo esto comparándolo con lo que conocemos de los animales, a saber: que existen hembras guerreras, nos referimos a los animales que antes hemos comparado con los guardianes. Así vemos que las hembras del perro cuidan lo mismo que guardan los machos, y espanta las hienas al igual que éstos. A veces, en algunos casos, bien que raros, la naturaleza ha proporcionado a los machos instrumentos que no poseen las hembras, como en el caso del verraco. Pero, por lo común, en la mayor parte los instrumentos de lucha son comunes a los machos y a las hembras, lo que quiere decir que la hembra también realiza esta actividad combativa.
Sin embargo en estas sociedades nuestras se desconocen las habilidades de las mujeres, porque en ellas sólo se utilizan para la procreación, estando por tanto destinadas al servicio de sus maridos y relegadas al cuidado de la procreación, educación y crianza. Pero esto inutiliza sus otras posibles actividades. Como en dichas comunidades las mujeres no se preparan para ninguna de las virtudes humanas, sucede que muchas veces se asemejan a las plantas en estas sociedades, representando una carga para los hombres, lo cual es una de las razones de la pobreza de dichas comunidades, en la que llegan a duplicar en número a los varones, mientras que al mismo tiempo y en tanto carecen de formación no contribuyen a ninguna otra de las actividades necesarias, excepto en muy pocas, como son el hilar y el tejer, las cuales realizan la mayoría de las veces cuando necesitan fondos para subsistir. Todo esto es evidente per se. Así las cosas, y en tanto que es evidente en el caso de las hembras que comparten con los machos la lucha y lo demás, conviene que a la hora de elegirlas busquemos las mismas condiciones naturales que consideramos en los varones, por lo que deben ser educadas del mismo modo por medio de la música y la gimnasia.
La música y la gimnasia no son, como se pudiera pensar, actividades menores o puramente decorativas, sino que son, conforme a la reglamentación platónica, la etapa inicial e imprescindible de la “escolarización”, por así decirlo, del ciudadano en la república más justa concebible -y bella: Platón la denomina Calípolis-, sin distinción de sexos. Pero es que además el Averroes jurista propuso las siguientes reformas en la ley islámica, todas ellas asombrosas, absolutamente rupturistas y dignas de una suerte de Nobel de la Paz retroactivo, según su obra Bidayat al-Mujtahid, traducida como El jurista distinguido:
-Nadie tiene derecho a obligar a una mujer a casarse con quien no quiera, incluso si es huérfana.
-Entre las condiciones que una prometida puede exigir a su futuro marido se encuentra la de que que éste renuncie a casarse con ninguna otra.
-Un juez puede divorciar en el acto a una mujer que alega malos tratos, aún con la oposición de su marido.
-Una mujer puede perfectamente llegar a ser juez, así como, tal como se ha visto arriba, guerreras, filósofos o hasta gobernantes.
-Como colofón, no existe obligación alguna para la mujer de llevar su cara cubierta por un velo cuando camina por la calle.
Naturalmente, ideas como esta, y sobre todo su insistencia en que todas las religiones son obras del hombre y por tanto no se puede poner coto a la investigación filosófica le valieron a Averroes un castigo, pero ni fue duro ni tampoco largo. Hubo que esperar hasta casi el s. XX, con la publicación de La liberación de la mujer y La nueva mujer del abogado egipcio Qasim Amin, y la lucha de la activista asimismo egipcia Huda Shaarawi para que la visión de la igualdad del medieval Averroes tuviera un eco en el mundo musulmán. De modo que creo que no hay que combatir ideológicamente a los talibanes -y, en general, al resto del Islam, muy variado en su gradación de control sobre la mujer- con ideas y prácticas occidentales, que en muchos aspectos aún dejan mucho que desear, sino con su propia tradición. En su tradición, allá cuando, como dije antes, ellos eran los “vividores y tolerantes”, hay importantes rastros de algo que bien podría ser replanteado de nuevo. Porque cuando empleamos peyorativamente el calificativo de “medieval” habría que especificar a qué Medioevo nos referimos…
Juan Manuel
Muy de acuerdo. A ver cuando se hace un reconocimiento a la época medieval en la península Ibérica, que ,al contrario de ser una época oscura fue un desarrollo en todas las disciplinas humanas,pero como sucedió en España y no en centro de Europa pues...