PARALELISMO: MITOS-LOGOS/LITERATURA-FILOSOFÍA
Personalmente, y en el sustrato de las problemáticas planteadas, despertó mi interés esa dicotomía establecida por la historiografía moderna entre Mythos y Logos, como paso del pensamiento mágico al racional, en el que vislumbré un paralelismo similar al que actualmente se efectúa entre Literatura y Filosofía. Planteada esta cuestión durante el diálogo el Dr. Cabanchik sostenía que mantener cierta tensión entre ellas evita el error de subsumir una a la otra, o incluso la disolución de ambas. Aceptando la necesaria distinción entra cada una, porque quizás ni toda literatura sea filosofía, ni esta pueda ser calificada siempre de literatura —en este aspecto entiendo que habría que precisar el significado que le estamos atribuyendo a ambos términos—
No obstante, sospecho que no podemos librarnos sin más de ese nexo estrecho que existe entre ambas y que creo que puede identificarse en el paralelismo que he propuesto anteriormente. Es decir, tan cuestionable es que la filosofía occidental se desprendiera de lo mítico para dar paso a una racionalidad pura, que implica un cierto menosprecio de los mitos como explicaciones del hombre, el mundo y los dioses en contraposición con la filosofía, como que la literatura sea una estética cuyo contenido no es fundamental, y, por ende, una hermana menor de la filosofía.
Veamos la interesante aportación de José Antonio Pérez Tapias que nos servirá de plataforma para clarificar al máximo el propósito del presente artículo:
“El mito, al parecer inerradicable, acompaña así a la humanidad a lo largo de toda su historia, también a la humanidad occidental. Se concluye desde ahí que el mito hay que «aceptarlo como una dimensión irrecusable de la experiencia humana», afirmación antropológica que puede verse matizada sosteniendo que, al menos, «ciertos aspectos y funciones del pensamiento mítico son constitutivos del ser humano». La constatación de que no hay sociedad o cultura sin mitos viene acompañada además por la afirmación de que «el pensamiento mítico puede sobrepasar y rechazar algunas de sus expresiones anteriores (caídas en desuso por la historia), adaptarse a las nuevas condiciones sociales y a las nuevas modas culturales, pero no logra extirparse».
Tenemos, pues, que, respondiendo a las mismas estructuras de lo humano en que se enmarca la «función mitopoyética», mitos ha habido siempre, A eso hay que añadir que los modos y funciones del mito han variado a lo largo de la historia, jugando en ello mismo un papel fundamental el surgimiento y desarrollo del pensamiento lógico-racional, como contrapuesto al pensamiento mítico: «Frente a la tradición mítica se han constituido luego la filosofía, la historia, y las investigaciones científicas, como saberes críticos y racionales. Se han creado frente a los mitos, en oposición a ellos, en busca de una nueva explicación, fundada en la razón, no en la tradición». Pero la contraposición no es totalmente antagónica, dado que históricamente ya en los mitos subyacían los primeros balbuceos de la razón en su intento de estructurar el mundo y dar cuenta del sentido de la existencia humana, por una parte, y que, por otra, el trabajo de la razón, contaminado por el mito que quería desterrar, da lugar a mitologías de nuevo cuño. Es precisamente esa variación de las creaciones míticas y su compleja relación con la racionalidad lo que dificulta poner orden en la temática de los mitos. Porque, ¿qué tienen que ver los mitos de los griegos y de otros pueblos de la antigüedad, o los mitos de las «sociedades primitivas» que hacen las delicias de los antropólogos culturales, con nuestros mitos, los de nuestra cultura, así denominados con intención claramente peyorativa?”
José Antonio Pérez Tapias. Mito, ideología y utopía. Posibilidad y necesidad de una utopía no mitificada. Gazeta de Antropología, 1988, 6, artículo 04
El texto reproducido de Pérez Tapias cuestiona que hayamos superado los mitos, por cuanto lo que parece haber sucedido es que toda cultura tiene sus mitos y estos han variado según los cambios en el seno de cada una de ellas. Sería un ejercicio ilustrativo de lo que se expone llevar a cabo la tarea de identificar los mitos de nuestra cultura postmoderna.
En este sentido la literatura, aunque a menudo se sirva de la ficción, es un testigo transparente de la cultura en la que se gesta y por ello un rico y nutrido humus del que extraemos aquellas problemáticas prioritarias de cada tiempo y, en última instancia, del humano como tal. Es más, si como aseveraba el Dr. Samuel Cabanchik, la filosofía es aquella pregunta que no tiene respuesta, mientras que la poesía es la respuesta a la pregunta que ni tan solo puede ser formulada, parece razonable admitir que, antes que oposición entre una disciplina y otra, lo que hay entre literatura y filosofía es una complementariedad.
Esta última, como vínculo entre cada una de las disciplinas, evidencia que deslindar, en ocasiones, qué es literario y qué filosófico es una tarea difícil, e incluso me atrevería a decir sospechosa porque se atisba el implícito de que la única filosofía válida es la sometida a la Academia, cuando, precisamente, por su sujeción a ese rigorismo la filosofía pierde lamentablemente el arraigo imprescindible con el mundo y la vida —lo dicho lo sugiere Giorgio Colli[1] cuando, partiendo de textos platónicos, apunta que la filosofía nace cuando se convierte en literatura, pero como aspiración al saber, no como esa verdad “dicha” por los Sophos que la precedieron—
Recuerdo ahora la distinción kantiana, recogida recurrentemente por Cabanchik, entre enseñar filosofía y enseñar a filosofar. Las Universidades pecan excesivamente de lo primero como fin, y no como medio para el auténtico fin que sería enseñar a filosofar. Solo los que osan apartarse de la ortodoxia académica, poniendo en riesgo su sustento vital, se lanzan a esa tarea kantiana de Sapere Aude. O dicho, en otros términos, piensa autónoma y libremente a partir de los instrumentos aprendidos, pero crea, elabora, cuestiona y sacude los cimientos de la sociedad y la cultura que encierra a la filosofía, como un saber académico, para no perder la legitimidad que podría ser cuestionada por los que intentan ejercer la filosofía.
Sintetizando: la filosofía no debe menoscabar la literatura porque se deslizan continuamente sobre una línea sin división nítida, ni la literatura debe hacerlo con la filosofía, si no quiere quedarse en un gesto estético vacío.
[1] Colli, G. El nacimiento de la Filosofía. Tusquets Editores. Barcelona 2009
Daniel
Excelentes exposiciones; las que comparto plenamente. Filosofía y literatura; se encuentran influenciadas reciprocamente. Es lamentable la rigidez en la enseñanza de la Filosofía, como piedra basal del conocimiento pleno del ser humano y su entorno, limitándose al plano generalmente teórico y en algunos casos, anacrónicos. Un cordial saludo.