7 de junio de 2021

El balotaje o el peor de los sistemas electorales.

En la anterior elección peruana, se dio un escenario calcado al que observamos no sólo allí sino en la mayoría de los países de latinoamérica, incluido el nuestro. Sí existe un ariete, un pliegue, una perspectiva, que aún no ha sido trabajada, ni planteada por la clase dirigente provincial (hemos presenciado los escarceos mediáticos y jurídicos por la reciente convocatoria del gobernador), para generar una nueva línea de conexión, un amalgamiento con la “gente”, “ciudadanía” o “pueblo” a la que la cosifica dividiéndola desde esta dirigencia entre facciones irreconciliables, bajo la argucia perversa de la legitimidad del balotaje. La cuestión electoral, que desde la firma del pacto de Olivos, acendró, la perspectiva unitaria (bajo el engaño de que el voto directo siempre es a título de igualdad) determinando que en una elección nacional (sea presidencial o de medio término) quién ganara La Matanza y otros distritos del conurbano bonaerense (la determinante tercera sección electoral) tendría asegurada su victoria, generando con ello, la desigualdad política en pos de la igualdad y por sobre todo, para que los fondos coparticipables y el reparto de obras, siempre sea bajo un criterio, ni siquiera político, sino populoso-electoral, es decir los gobiernos nacionales de turno, difícilmente rompan la lógica de este sistema unitario, hasta tanto y en cuanto, no se le ofrezca al menos, otra perspectiva.

Partimos de la conclusión, tal vez como tesis, de que el sistema de segunda vuelta electoral o ballotage acrecienta la división social, en tren de ratificar el absurdo concepto defendido por el matrimonio Muffé-Laclau, que la política debe ensalzar sus confrontaciones o su pliegue agonal. Como siempre los que proponemos otra cosa, además de razonablemente ofrecer argumentos a nuestras conclusiones, debemos como favor extra al realizar el trabajo de legisladores y dirigentes políticos proponiendo proyectos como para en este caso, ofertar una propuesta superadora al desquiciado sistema electoral reinante o de balotaje 
La iniciativa en el orden de la provincia de Corrientes, que bien podría ser discutido en la campaña electoral que se inicia es contar con un código electoral propio y no una adhesión y que de acuerdo a nuestras humildes percepciones plantee un retorno, remozado, o mejorado, del colegio electoral o representatividad consensual. 
Para Corrientes, el plantear esta propuesta (desde el trabajo concienzudo que contenga, como lo hizo Salta con relación a la boleta electrónica, casi una marca registrada), perfeccionadamente (es decir el colegio electoral podría ser sólo nominal, es decir se eligen electorales que a su vez eligen los gobernantes, pero los electores no son de carne y hueso, para evitar fraguar la voluntad popular), el sistema indirecto del Colegio electoral, que garantiza la representatividad por secciones o el federalismo político hacia el interior, podría ser una herramienta, que además, le otorgue un salvoconducto, para que las relaciones políticas, se armonicen o se conduzcan hacia una cultural de mayor consenso, de forjar acuerdos de gobernabilidad (una especie de giro de un sistema presidencialista a uno parlamentarista, en forma encubierta y soslayada) antes de que prime la lógica secesionista y adversarial de que gobierne quién se impone por la mitad más uno de los votos, sin que importe demasiado la otra y también populosa, casi en un grado igual, mitad menos uno de los votos derrotada. 
Sin ir más lejos, esta metodología que se impuso en Nación y luego en la mayoría de las provincias, del balotaje, es la expresión más cabal de la política de choque, de agudizar la conflictividad, de resolverla por la fuerza, en este caso de un voto más, al que no se ha dudado de obtener mediante condicionamiento, compra o presión. Todos los que a nivel provincial como a nivel nacional, llegaron bajo la propuesta de cambio, si algo tienen que modificar es precisamente el sistema electoral, que nos determina, que nos estructura, que nos dispone de la manera mencionada, que hubo de ser explotada por gobiernos anteriores que se granjearon en la división, en la profundización de las grietas naturales, bajo el entendimiento que la política es acrecentar la diferencia y no reducirla o minimizar.
Bien podríamos proponer volver al sistema del colegio electoral, perfeccionándolo (básicamente que no sea divisible y su resultante de partes iguales la totalidad de sus miembros y su conformación nominal, para evitar la remembranza del último y vergonzante colegio electoral en la provincia de Corrientes)garantizando a su vez, que las diferentes regiones del país como de  la provincia (la idea es doble que se presente ante el gobierno Nacional como propuesta de la correntinidad y asimismo se disponga una ley provincial para conformar el código electoral provincial que disponga el colegio electoral, nuevamente, en Corrientes) tengan mayormente representada sus intereses (es decir que no prevalezcan las asimetrías que proponen los grandes o el gran centro urbano de las capitales, o ciudades populosas, en donde se prioriza la campaña y por ende las propuestas de gobierno) y tendiendo, de un modo sugestivo o positivamente encubierto, a un sistema más acuerdista, o menos caudillista del que poseemos en la actualidad y en donde, todo gira y ha girado, desde la imposición de este sistema, tras la figura casi omnipotente de los que administran los ejecutivos, muy al contrario, vale decir, de lo que propone el actual Presidente, de gobernar con equipos, bajo el arte del acuerdo, ante que por la imposición de líderes infalibles y mesiánicos. 
Lo expresamos, desde el trabajo que se viene realizando, a nivel teórico como práctico y vislumbrando que en Occidente es un tema candente. España en la actualidad se dirime por reformar su sistema electoral, donde por ejemplo existe un consenso generalizado para establecer otro reparto proporcional que no sea el clásico y universalizado D ́hondt. En Argentina, una de las tantas promesas incumplidas es precisamente el giro de un sinfín en iniciativas para mejorar el sistema electoral, para hacerlo más transparente en sus movimientos como más justo y ecuánime en su dimensión de lo igual (no es lo mismo el sujeto que tuvo todo por parte del estado para desarrollarse como el que no, no parten desde mismos lugares para que lo igual los empareje) 
Desde la institucionalidad correntina, o la clase dirigente, se debe trabajar esto mismo, con las personas idóneas y calificadas, con experiencia y dedicación para que este debate pueda alumbrar, más allá, del lógico, obligado y merecido, reparto de premiaciones políticas, que llenan la estructura provincial de gobierno y los espacios que se imponen desde la Nación, bajo la misma lógica. De hecho no por casualidad en nuestras investigaciones, presentadas en diversos congresos internacionales de filosofía política, como en los resúmenes que hemos convertido en libros especializados en la materia, presentados por prestigiosos catedráticos europeos, el ejemplo de la democracia más consolidada como neural de occidente, la de Estados Unidos de Norteamérica elige presidente bajo la modalidad citada.
Ambas necesidades de la política pueden convivir armoniosa y consensualmente, destacándose en el mismo concierto nacional, Corrientes por un trabajo en este sentido, que tiene como finalidad última, el regresarle la dignidad y completa del correntino de a pie, del chamigo que habita el paraje más desolado para que su voto, signifique y pese, en modo similar al que habita una ciudad populosa o gran urbe. 
Se pueden hacer, y está muy bien que se sigan haciendo, rutinarias y permanentes recorridas por el interior, inaugurando obras o proyectando las mismas. Pero el hombre no vive solo de obras, necesita y sobre todo el correntino, tan postergado en su  dimensión de tal, además de chamamé y carnaval, que se lo dignifique políticamente, que no por el timo de lo igual, el voto desde Corrientes signifique menos que el de las grandes urbes, generando menos recursos participables y por ende, menos todo para la provincia por esta razón que no se la considera a nivel económico e institucional como merece, corresponde y su importancia nodal, señala recordar el histórico principio que en nuestro país las provincias son preexistentes a la Nación. 

Por Francisco Tomás González Cabañas.
 


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