6 de junio de 2021

“Esquizocomunicación”.

Así como el esquizoanálisis se presenta como una teoría alternativa a propuesta de Deleuze y Guattari, y en tren del sentido de filosofar para ellos (crear conceptos y por tal canal, pensar, pensarse y pensarnos) resignificar, previa deconstrucción la dinámica comunicacional, más allá de los sujetos intervinientes y de los circuitos creados, es una oportunidad que nos ofrece el aquí y el ahora en su pliegue crítico.

El certificado de defunción de la gacetilla de prensa, extendió en verdad el campo de lo mortuorio a todo un sistema de comunicación, del que sólo tenemos vanos recuerdos como los que nos despiertan a quienes visitamos en la desolación de los cementerios, en el ensordecedor silencio que nos envuelve el frío olvido, que se combate con la quema de cuerpos, a diferencia del otrora entierro, la reconversión a cenizas del occiso, para despojarnos del mito de lo fúnebre y funesto. 

Quién más, quién menos, mediante una red social, una aplicación, un emoji transmitido por mensajería, comunica desde un lugar que no es el de comunicador. El oficio, el arte o la pretendida profesionalidad de comunicar pereció en los intersticios de las máquinas deseantes en que nos hemos convertido, persiguiendo el brillo, la luz, el reconocimiento que nos brinda el nuevo (a diferencia del viejo estadio del espejo) estadio de la “selfie” o el autorretrato. 

Habitamos nuestra epocalidad, desde la generalidad de ser humanos, hasta el individualismo que determina nuestra individuación. Es decir, ya no importa si venimos en un cuerpo que de acuerdo a la cultura biológica se determina como perteneciente al subgénero hombre o mujer, lo que nos determina es como nos auto-percibimos y más luego que comunicamos o dejamos de comunicar desde tal percepción. 

Las finalidades colectivas, las propuestas de lo común, los horizontes integrales, son las estructuras de los cementerios abandonados en el frío lejano del calor que irradia el que subiste y quiere dar cuenta de tal experiencia de ensueño, fabricando con ello circuitos por donde trasuntan palabras, sostenidas en sensaciones, en emociones, en sentimentalidad que exigen y demandan solidaridad, sororidad, empatía y la redención de la razón como eje rector de los viejos edificios que han caído en el averno del olvido. 

“Una carta siempre llega a su destino” (Cita de Jacques Lacan en el Seminario de la carta robada) en la compresión, en el entendimiento o aceptación de que la voluntad es más determinante que el mensaje y sus dispositivos, el primigenio circuito de emisor-mensaje-receptor termina de ser enterrado junto a sus disposiciones y preceptos. 

Es la oportunidad, el momento, la instancia, como circunstancia líquida, rizomática de los perceptos. “¿Qué quiere un hombre de letras, un escritor, un novelista? Yo creo que quiere llegar a construir conjuntos de percepciones, de sensaciones que sobreviven a aquellos que las experimentan. Y eso es un percepto. Un percepto es un conjunto de percepciones y de sensaciones que sobrevive a aquél que las experimenta”. Gilles Deleuze, El Abecedario de Gilles Deleuze. 

El hombre, la mujer o de acuerdo a cómo se perciba y decida presentarse, en la “esquizocomunicación” transmite sus sensaciones, emociones, sus perceptos, no sólo mediante letras, cómo define Deleuze, sino más bien, mediante imágenes, en un universo de lo simbólico. Los dispositivos, que antes hacían ruido en la comunicación, son constitutivos del sujeto flotante que no es ni emisor, ni receptor, pero que brindará réplicas, viralizaciones, dado que tampoco pretende trascender, sino reiterar, repetir, en una suerte de goce por la privación del sufrir, del perecer. 

Borradas las fronteras del pasado y del futuro, en las cimas de la desesperación por un presente continuo y por ende imposible, la noción misma de sujeto, abandona para sí, la posibilidad de olvidar diferencias, de abstraer, es decir de pensar.

La enterrada pretensión de organizar los aspectos públicos, por tanto políticos en una suerte de comunicación oficial, mediante comunicados oficializados ya tuvo su aquí y ahora como su certificado de defunción expedido por Jorge Luis Borges con tal definición “Los periódicos son esos museos de minucias efímeras”. 

La desterritorialización de las sensaciones de los múltiples, de cada individuo, se agencia, se procura, en tales intentos, condicionar lo condicionado, avanzar desde lo molar (las estructuras dinámicas) hasta las catexias que crean los principios o prioridades para mayorías circunstanciales en las ambiguas relaciones que mantienen, en tensión, con el poder y sus manifestaciones. 

Comunicar es existir en las interfaces, subir estados, dar un click sobre el pulgar arriba, o del gusta por más que no lo veamos, es de cierta y peligrosa manera, reconocer que nos hemos (han) transformado en la aplicación que cada tanto se actualiza y que para nosotros es reinventarnos.

Seguir habitando la inocua zona de seguridad, que creemos de confort, para no lastimarnos, creyendo lo imposible de que no moriremos por el simple hecho de no pensarlo, nos conduce al abismo del eterno presente, en el que seguimos presos, impedidos de desandar la vida en su finitud, en sus dramas, con sus desventuras, en sus instancias pletóricas, en sus circunstancias gloriosas, en el milagro del amor correspondido y por tanto de sus varias correspondencias, comunicaciones y llamados, pero con la intuición (no certeza) de que la carta siempre llegará a destino, cuando sentimos, pensamos y pretendemos llegar al otro, que es simple y complejamente, comunicarnos. 

Los esquizocomunicadores, no tienen un día específico o determinado para ser saludados, haber dotado al calendario Gregoriano de un sinfín de caracterizaciones para reconocer oficios, profesiones, modos de ser en el mundo, gestas grandilocuentes y menores, recordables y olvidables, no es más que otro de los síntomas de la gran necesidad que nos habita de lograr tener deseos propios y con ellos, bajo ellos, detrás de los mismo, converger, congeniar y consensuar, democráticamente con los otros, pretensiones, anhelos, objetivos o sueños colectivos que se dispongan con un criterio de prioridades saludables para el cuerpo común del que somos parte. 

Por Francisco Tomás González Cabañas.      


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