En la búsqueda del mejor lugar debajo de la piñata.

El lugar que uno ocupa debajo de la piñata es sólo para sí y tiene como objetivo acaparar la mayor cantidad de golosinas, regalos, premios o sorpresas, independientemente de que las queramos, de que nos vengan repetidas o en su defecto que nos den placer. La importancia radical pasa por ver sufrir, o padecer al otro que se quedó sin o con menos, por obra y gracia de nuestra acumulación.
La democracia cuando convoca a la ciudadanía a que la célebre, confecciona una lista de invitados que son nada más y nada menos que los candidatos que de acuerdo al poder político que detenten, se posicionaran debajo de la piñata para tomar lo más que puedan de los recursos disponibles. Dado que físicamente es imposible que todos los infantes asistan a tal cumpleaños, los que no tuvieron el privilegio de ser invitados, observan el festejo “con la ñata frente al vidrio” gozando en el acto “voyeur” de lo felicidad de los otros, de los representantes y de la infelicidad de los que no pudieron constituirse en tales.
Tienen estos, sin embargo un premio consuelo. Son los recipiendarios de las dádivas o prebendas electorales, las bolsitas de mercadería, vales en supermercados o de combustible, es decir las golosinas que a los privilegiados les sobran, lo único en definitiva que pueden repartir, además de la promesa, claro está de que en el próximo cumpleaños entraran otros invitados a la fiesta, de que ésta será más amplia e inclusiva y que los premiados no serán siempre los mismos.
Desde afuera puede ser comprensible que los que llevan siempre lo que contiene la piñata deseen seguir en tal situación (reelecciones o girar de un cargo a otro) pero debiera entenderse desde adentro que no puede continuar tal situación a perpetuidad.
Sí no generan desde ese interior revestido y plagado de privilegios, el fuera excluido y marginado, construirá o fortalecerá su propio mito fundacional de una narrativa que le permita creer y convocar desde sus fiestas propias en donde las golosinas se las consiga y repartan con una lógica distinta a la imperante.
Los infantes engolosinados que no piensan más que en la repetición de sus acumulaciones, deben entender que de seguir de tal manera, no sólo que ponen en riesgo sus propios cuerpos rebosantes de excesos, sino también la posibilidad misma de no poder ejecutar acciones placenteras, dado que esos otros, a quiénes los segregan, ya no estarán para observarlos, para votarlos, para aplaudirlos, para constituirlos con su mirada y para formar parte de una integración a nivel simbólico o narrativo.
La necesidad de que existan nuevos actores, triunfadores o protagonistas de los cumpleaños de la democracia, es más acuciante e imperante, para los privilegiados de tal sistema que para los posibles y futuros integrados. De no entenderse esto y actuar en consecuencia, se corre el riesgo de la piñata además de reventarse, reviente también a los que siempre tienen la suerte o el privilegio de estar bien posicionados. Sí tal cosa sucede, el encantamiento (cada vez menos intenso) de los fuera por el cumpleaños de adentro, se disolverá y entonces la fiesta estará afuera y desde allí se confeccionarán las listas de invitados y se repartirán los premios, las sorpresas y los cargos.
Por Francisco Tomás González Cabañas.
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