De la pesadilla de la república al sueño de la monarquía electiva.
No haber reparado críticamente en el dramatismo que significa y representa tener sumida a casi la mitad de la población por debajo de los índices de pobreza, tiene por respaldo el precisamente llegar a tal objetivo, responsabilizando por tal logro a las circunstancias pandémicas como al anterior gobierno de otro signo político, para cementar la cosificación de la masa, y continuar manejándola, por intermedio de la impresión de billetes que no encuentran respaldo por no tener valor de intercambio alguno, en los circuitos comerciales y financieros fuera de nuestras fronteras.
Tales papeles pintados, que más temprano que tarde volverán a vestirse de próceres de un pasado agonal, binariamente diseñados entre buenos y malos, al no poder transformarse en otra cosa más allá de nuestros intercambios por la supervivencia, se consolidan como el elemento primordial de la cuestión electoral, ya para tal entonces, transformada en excusa electoral para perpetuarse en el poder, bajo una modalidad dinástica en donde quede finalmente pulverizada la división de poderes y controlada la libertad de expresión.
La definición política de lo que ocurra excederá lo que pueda o no hacer la oposición en su rol de tal. Será la ciudadanía en el caso de que pretenda seguir siendo, y no verse finalmente convertida en horda (categoría semántica en donde solamente se disputa la supervivencia sin más reglas que la de prevalecer a cómo dé lugar) la que brinde la batalla real, como la simbólica e imaginaria. La debe dar en los tres planos, en lo cotidiano, en la virtualidad, en las redes, en las calles, en las marchas, con los sonidos, con los mensajes, como en la instancia electoral, con una táctica definida y organizada. Imaginar una victoria en el campo de la votación es imprescindible, dado que es el único ámbito en donde el oficialismo y su despótica ambición, podrán aceptar una derrota y con ello poner en suspenso sus ya confesas pretensiones antidemocráticas.
Es elemental y fundamental que comprendamos que todos y cada uno de los que no formamos parte de la nomenclatura (lista de nombres) como otrora en la Unión Soviética los cuerpos de elite del partido comunista que poseían el mando, las decisiones y privilegios, trabajemos incansablemente para impedir que nos transformen definitivamente en horda y perder así nuestra condición de ciudadanos y por ende los pilares básicos por los que nos organizamos al menos ideal o aspiracionalmente.
Tal como la existencia misma, de la que no fuimos previamente consultados, en la guerra que nos han sumido, el combate debe ser sin cuartel, apasionada como racionalmente debemos disputar nuestro derecho de no quedar subyugados a la condición de súbditos o de parias enfrentados y la confianza debe ser el báculo en que construyamos una nueva mayoría republicana y democrática asentada en el próximo turno electoral en los principios de juntos por el cambio.
Por Francisco Tomás González Cabañas.
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