Hablemos de minas
Por Maria Elina Serrano.
Estamos rodeados
La minería tiene mala prensa. Es casi una mala palabra.
Sin embargo es bastante difícil imaginar la vida cotidiana sin minerales, rocas y sus derivados. Dando una mirada rápida, se puede ver que estamos rodeados de minerales: arena, canto rodado, piedra partida y agregado pétreo. Cal, yeso, cemento, impermeabilizantes, pinturas, plásticos, aluminio, cobre, hierro, zinc.
Los arquitectos han puesto de moda las rocas ornamentales, que unen belleza y resistencia. Se utilizan como estructuras, revestimientos para pisos, paredes y mesadas: son de granito, mármoles y lajas. Los amantes del verde, paisajistas y jardineros, también utilizan minerales como sustrato: perlita, vermicullita, arcillas y lana de roca.
La industria química, cosmética y farmacéutica los utilizan muchísimo, en la elaboración de gomas, papel, productos de limpieza, agroquímicos, material de tratamiento y medicamentos para uso humano y animal.
Metales preciosos
Los metales son elementos base para distintas industrias y muchos aún no se pueden sustituir.
El oro conocido en joyería, se utiliza en las plaquetas de comunicaciones, desde un teléfono celular hasta motores de aviones y naves espaciales. Su alta conductividad eléctrica y resistencia a la oxidación ha permitido este amplio uso.
La plata tiene propiedades únicas: resistencia, maleabilidad y ductilidad, conductividad eléctrica y térmica, alta reflectancia de la luz y capacidad para soportar rangos de temperatura extremas la convierten en el insumo indispensable para la construcción de paneles solares, incrementando la demanda actual y futura.
Solo el 30 % de la plata proviene de minas primarias, el resto se encuentra mezclada con otros minerales, por lo que requiere de un complejo proceso para extraer el material. Las minas de plata mas grandes del mundo se encuentran en México, Guatemala, Rusia, Australia, Perú, Suecia y en Argentina hasta hace poco la mina Pirquitas, en Jujuy propiedad de la empresa canadiense Silver One.
Otra mina de plata en Argentina es Manantial Espejo, en la Provincia de Santa Cruz, propiedad de la compañía Pan American Silver.
No sé de que se trata, pero me opongo
La población sin estar demasiado informada, enérgicamente rechaza la megaminería. Pero ¿que es lo que se rechaza? Es un tipo particular de explotación y no cualquier tipo de minería. En Argentina, la megaminería se practica desde hace más de veinte años y sólo siete provincias la permiten. Tiene alto riesgo debido a la utilización de cianuro, mercurio, ácido sulfúrico y otras sustancias tóxicas en el proceso productivo, que en caso de derrames pueden llegar a los cursos de agua.
La megaminería nunca puede ser sustentable, ya que el mineral no se regenerará con el paso del tiempo. En otros tipos de explotación, como en las arenas de río, la renovación es periódica ya que provienen del dragado de los cauces.
La opción es entonces, una minería responsable. Esto sería la cadena productiva que cumpla con todas las normas exigidas: desde la consulta pública y la evaluación ambiental previa, hasta que las técnicas utilizadas puedan tener el control correspondiente, incluyendo los planes de contingencia ante un eventual accidente. Mucha experiencia hay al respecto en otros países del mundo y también en Argentina, algunos bien resueltos y otros, lamentablemente mal gestionados que ocasionaron daños irreparables.
Me quedo a vivir
Los recursos naturales no están distribuidos por igual en todo el territorio.
La minería de alta tecnificación genera nuevos empleos, tanto directos como indirectos, especialmente en comunidades donde no existen condiciones aptas para el desarrollo agropecuario.
En las provincias cordilleranas, con escasa superficie cultivable y productores sujetos a los vaivenes de las economías regionales, la minería puede ser generadora de desarrollo, especialmente en poblaciones pequeñas y difíciles de integrar. La Patagonia conoce de sobra cómo influye la minería en la radicación de población y en el crecimiento de la red vial, conectando distancias inimaginables para un ciudadano de la pampa húmeda.
Resulta una fácil tentación para los habitantes de las grandes ciudades, comparar el impacto económico local de la actividad minera con otras actividades como ganadería, agricultura y silvicultura. Es obvio que la minería sale perdiendo, pero las actividades agrícolas no son una opción.
No sos vos, soy yo
La visión centrípeta de quienes han crecido rodeados de oportunidades, impacta en los habitantes de las localidades mas pequeñas, que ven en la minería una actividad lícita que les puede permitir llevar esperanzas a su familia. Lejos de su realidad cotidiana está la posibilidad de acceder a una formación académica, a un empleo de calidad y a un futuro previsible para los hijos.
Sin embargo, desde las grandes ciudades se pretende muchas veces no tocar nada, mantener los espacios vírgenes, considerando que la intervención del hombre degrada el paisaje, pone en riesgo los circuitos de turismo selecto, que a su juicio deberían estar siempre disponibles y al alcance de un fin de semana largo. Difícil de entender para un joven lugareño que busca empleo y desconoce palabras como treeking, fly cast, rapel o bungee jumping.
Los ingresos provenientes del turismo vinculado a la naturaleza pocas veces van a parar a manos de los pobladores de estas grandes extensiones, aisladas en distancias o en alturas impensadas. Con un poco de suerte, algunos podrán trabajar en el sector hotelero gastronómico en la temporada, ser guías turísticos, o vender productos artesanales en una plaza de pueblo. Subsistencia básica, que no llega a cerrar sin la ayuda de la asistencia estatal.
Ponerse en el lugar del otro sería imaginar vivir con la dicotomía del estancamiento o la emigración.
La minería no debería ser el eje del debate sino el desarrollo integral de las comunidades.
Debatir un proyecto de ley es, mas que un derecho, una obligación de la democracia.
Para eso elegimos a quienes nos representan. Que cada uno se haga cargo.
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