La radical diferencia entre Colombi y Valdés.
Sin que esto signifique o represente, el pretender azuzar una interna donde no la hay, o de buscar grietas en construcciones sólidas, tampoco podemos continuar con el optimismo, acrítico y por tanto irreal de que las diferencias políticas entre uno y otro se puedan reducir a la acumulación inercial o de alcahuetes, tal como se expresan o que meramente represente una vana divergencias de matices, en tren de no observar que el liderazgo de la principal fuerza política y social de la provincia de las últimas dos décadas, inicia una etapa dilemática, de la cuál podrá salir debilitado o fortalecido.
Insistimos no nos preocupa ni interesa tal después. El comienzo aporético que subyace en lo que algunos señalan como escarceos de formas, es en verdad un iceberg de tal magnitud que se puede apreciar en forma nítida y contundente, por intermedio del siguiente pliegue o abordaje.
Los dos últimos mandatos de Ricardo Colombi, a diferencia del primero, se caracterizaron por ser furibundamente opositores al gobierno nacional de la entonces presidente Cristina Fernández de Kirchner, administración que aplicó una discriminación feroz en términos institucionales, administrativos como políticos. La actual líder del instituto patria no sólo que se privó de visitar como mandataria la Ciudad de Corrientes, sino que solamente estuvo presente en el aniversario de Curuzú Cuatiá en 2010 y unos años después en la entrega de una bandera política en Itatí, localidad que tiempo después se convertiría en el campo de acción judicial producto de la intervención de la ministra de seguridad del entonces presidente Macri y que terminaría en cárcel para el intendente del Frente para la victoria por asuntos vinculados al narco. El desembarco de ministros y funcionarios nacionales que “ninguneaban” al gobernador radical para conceder “favores de estado” a los jefes comunales de la ciudad capitalina, pertenecientes al KIrchnerismo, eran moneda corriente y política pública nacional. A tal punto llegó el enfrentamiento, que un senador nacional, vinculado al espacio político de la presidenta, presentó un proyecto de intervención al poder judicial correntino. La avanzada no se detuvo allí, a nivel mediático, los mal llamados medios nacionales, vinculados al Kirchnerismo, generaban denuncias u operaciones político-mediáticas, para asociar a Colombi con el estrago del narcotráfico.
La llegada de Macri al poder, reconoció esta firme posición sin dobleces del gobernador Colombi, visitando la provincia en más de quince oportunidades.
El calendario diferenciado de Corrientes, permitió que Valdés ya en funciones, “aprovechara a sus anchas” las articulaciones que se definían bajo el eje “nación-provincia-municipios”.
Hasta diciembre del año pasado, cuando nuevamente el Kirchnerismo, vía Fernández, retornó al poder.
Colombi, en su poltrona de senador, nunca cambió su concepción política y su entendimiento acerca de lo que representa y constituye la alianza que fundó y lidera, diametralmente opuesta a la kirchnerista. Desde antes que asumiera Alberto, señaló, acertadamente, que se trataba de una réplica del “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Pandemia mediante y tras los primeros síntomas de que el gobierno nacional, cumpliendo la promesa de “regresar mejores”, asestaba una y otra vez golpes a la unión nacional, atendiendo solamente las necesidades y prioridades de lo que consideran el “pueblo”, es decir el tercio de la población que tienen sometida o convencida, la líder del partido de Macri, tomó el toro por las astas para liderar una oposición creciente, no sólo en las redes, ni en el ideario, sino también en las calles.
Los banderazos empezaron a vertebrar una reacción ciudadana y opositora, de la cuál, Valdés, decidió no ser parte, siquiera de considerarla.
So pretexto, de mantener la relación institucional, argucia en la que nunca cayó Colombi, no sólo que desalentó los movimientos opositores, sino que presionó a los legisladores nacionales de su espacio, para que votaran la “ficción de papeles pintados” del presupuesto nacional. Más cerca de la posición política de su par, el gobernador de Jujuy, que le entregó sus diputados al Kirchnerismo para votar a favor del nuevo impuesto “solidario” Valdés, cree que sostendrá, su liviano accionar político, mediante el silencio irrestricto con los medios provinciales con los que pauta.
Ejerciendo un juego que lo hace una suerte de “Massa correntino”, Valdés cree en la “ventajita”, en que se puede estar de ambos lados del mostrador, de “estar con dios y con el diablo”.
Amparándose en un deseo inconsciente o no manifiesto el gobernador de Corrientes, cree que puede estar “más allá de la grieta”, en un supuesto rol de teórico o de pensador, por el bien de las instituciones y de la democracia. Desconoce el mandatario que gobierna y que el escenario nacional es el actual de una profundización de la grieta. En el mejor de los casos, será muy poco, lo que pueda gravitar desde un distrito que aporta menos del 3% del padrón nacional.
Valdés, peligrosamente, no observa que sí no continúa la política que heredó de su antecesor y de todo ECO, de no doblegarse ante el poder central que aplica “a todo ritmo” la política del “látigo o de la billetera”, quedará subsumido como un cómplice, un timorato o un mendaz de ese Kirchnerismo que regresó al poder en una versión recargada.
A diferencia de la ruptura del 2005 entre los primos, cuando la misma nada más tenía una estricta lógica personalista, la cuestión dilemática o aporética que se presenta en ECO, posee características nodales, basales y fundantes.
Aún está a tiempo Valdés de no traicionar “la correntinidad” que lo hizo gobernador y que representa. En caso de que lo haga y por más que maneje hasta diciembre del año próximo la botonera del poder provincial, dejará vacante a toda una estructura política, a toda una concepción cultural que desde hace tantos años le dice que no al Kirchnerismo en Corrientes.
Los alcahuetes, las formas, estilos y hasta la “centralidad informativa” que se le brinda a la inevitable cuestión pandémica, no son más que meros síntomas de una profunda enfermedad, que en caso de no ser tratada a tiempo, cambiará de bruces el escenario de la política provincial.
Por Francisco Tomás González Cabañas.
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