Razones fundamentales para la postulación ante la UNESCO.
Resulta, sin embargo, singular, que ninguna autoridad política de la provincia de Corrientes, ni tampoco política, haya vinculado, para consolidar los argumentos que el propio gobernador expondrá en semanas ante el mundo, la razón universal, inmaterial y cultural, es decir filosófica del chamamé, más allá de lo harto sabido y sentido de sus letras, de su composición, de su historia, de sus leyendas, de sus tragedias, de sus colores y de sus protagonistas.
El siguiente es un resumen de la exposición de motivos, que conformamos desde la escuela correntina de pensamiento, para todas las autoridades que aún no den cuenta de lo imprescindible que resulta para el entendimiento a nivel internacional de vincular lo inmaterial y cultural con lo filosófico, y que por tanto lleva como título de la presentación y de la demanda de reconocimiento “La filosofía correntina anida en la poética chamamecera”.
En verdad que es un despropósito hablar de la posible filosofía provinciana de un país que no pertenezca a la fundación de occidente , sí incluso sabemos que no está académicamente aceptada la categoría de filosofía latinoamericana, es una afrenta el anatematizar con “la filosofía correntina”, sin embargo, no estamos en el claustro, ni ante la autoridad rectora, estamos en el ágora de la opinión, en el espacio donde lo pensable solo es posible, si lo verbalizamos, porque no disparar entonces con munición gruesa e ir en búsqueda de una perspectiva filosófica para nuestro lenguaje, por antonomasia, que tiene su fiesta, su foro, su origen, su pasión, calor y color, pero aún le falta que la conceptualicemos para estar dentro del estableshiment político-cultural del mundo o del universo.
“Frente al concepto de "filosofía latinoamericana”, incurrimos en disolución cuando afirmamos que el filosofar es coextensivo a toda experiencia humana; de donde decir homo sapiens sapiens es decir filosofía. De ese modo, todo lo que a lo largo de la historia han hecho los hombres como individuos y como pueblos puede considerarse que posee una eminente dimensión filosófica. No obstante, si el filosofar está inscrito en todo actuar humano, el problema se disuelve, porque la expresión "filosofía latinoamericana" sería equivalente a las expresiones "filosofía empresarial" o "filosofía personal" o "filosofía vallenata" o cualquier otra que se nos pueda ocurrir. Si reivindicamos la existencia de la filosofía latinoamericana con el argumento de que todo lo humano es filosofía, en realidad no estamos planteando nada, pues se trataría apenas de constatar la existencia de "otro gato pardo en medio de la oscuridad", de una noción por completo indeterminada de filosofía. En el otro extremo, caemos en consunción cuando estipulamos que la filosofía, en el sentido propio de la palabra, se limita a la tradición de pensamiento fundada en la razón, que inauguraron los griegos hacia el siglo VI a.C., de donde por definición no se puede hablar de la filosofía al margen de dicha herencia. "Filosofía griega", "filosofía alemana" y "filosofía francesa" serían apenas expresiones dedicadas a especificar momentos de una y la misma filosofía; y el término "filosofía latinoamericana", si posee algún sentido, correspondería a "filosofía en América Latina", sustrayendo por definición toda pretensión de peculiaridad latinoamericana. No obstante, de este modo el problema se anula antes de formularse, porque la delimitación tan estricta, "filosofía no hay sino una", amenaza incluso con dejar fuera variantes históricas del filosofar que se aparten del modelo logo céntrico de ascendencia helénica (piénsese en qué sentido Nietzsche es filósofo)”. Leonardo Tovar González.
Tras la iluminada cita y por más que en otras oportunidades, hayamos expresado que la categoría filosofía correntina no existe “Imposible que desde estos ámbitos incompatibles surja una unidad de concepción que se de en llamar “filosofía Correntina”, los señores de las letras y los obreros de las letras, cómo de los sentidos y de los conceptos no defenderán nunca los mismos intereses, pues representan contrapuestos y contrarios, por más que en cierto punto puedan englobarse dentro de la cultura o la literaturidad” la única forma de dotar de existencia a algo, es precisamente creando o generando la misma.
La función social de las letras del chamamé. De la teoría filosófica de las letras, a la aplicación de las mismas en el campo social o en su armonía.
Sí el chamamé representa fidedignamente lo que siente y vivencia el hombre del litoral, sus características están concentradas, convertidas en música en un compendio de valoraciones que tienen que ver con la valentía, las ansias de libertad (lo que denota un punto de partida donde se padece de opresión) y la condición “poriahú” o de pobreza material, de la que el chamamé hace un culto a la resignación a la misma. Creemos, consideramos y sostenemos que la interpretación musical, abandona los acordes costumbristas, meramente descriptivos de los paisajes característicos, sobrevuela las desventuras del amor y las lágrimas vertidas por la añoranza, para acendrar un mensaje de unidad resignada, fidelizando el lazo sistémico entre amo y esclavo qué entre recitados y sapucay, poéticamente sostiene.
“Que importa sí a la larga es de otros la cosecha” se canta en “Mujer del litoral”. “Cumple su deber, chingolito fiel…recién florece su vida, dura y áspera será, anda jugando al trabajo y rinde como el que más” en “Peoncito de estancia”. “Y casi al final del camino tengo las manos vacías…Aceptando mi destino, sin rencores ni reproches” en precisamente el chamamé “Sin rencores ni reproches”.
Son muy pocas las letras que tratan de cuestiones políticas o sociales, o de personalidades que tengan que ver con tales mundos. Los pocos casos, son abordados muy lateralmente, por ejemplo en “Poncho celeste y vincha punzó” apenas se desliza el derramamiento de sangre, entre dos facciones políticas que surcaron decenas de años la realidad correntina, pero que en el chamamé se lo retrata como una versión local de “Capuletos y Montescos”, otro tanto ocurre con “Antonio Gil” a quién se lo denomina “soldado” y “seguidor del camino de San Martín”, relatándose su particular historia, expresa la canción “la inocencia de los pobres se llama necesidad”, que más allá de su leyenda posterior, lo cierto es que fue ultimado o ajusticiado, precisamente por rebelarse a la autoridad o no encajar dentro de lo establecido, el chamamé en este caso hablando de un tema del que no canta o canta poco, lo hace para recordar lo mal que le fue al transgresor, al menos en la vida terrena. Con “Andresito” la letra dice así: “Para nosotros, en cambio, tu nombre seguirá siendo la sagrada rebeldía de una dignidad sin precio, que se aguanta la pobreza y sobrevive al saqueo.”
En la generalidad del cancionero del chamamé sobreabundan los retratos topográficos, de cada uno de los pueblos y de los parajes litoraleños, de los amores, malos y buenos, de los vínculos familiares y de la añoranza o del que está lejos. El rancho como objeto que interviene en la naturaleza, en el paisaje, lo simbólico de la pobreza bien entendida, excelsamente cantada. El alma guaraní, presente en sus leyendas, como en letra, pero conceptualmente, dependiente, de esa otra mundanidad, como la acontecida con Antonio Gil, acá en la tierra pierden siempre o no tienen nunca, pero en el más allá, sea celestial o en el reencarnar en un pájaro u otro animal, reinan en un futuro prometedor, en la esperanza, previa y necesaria resignación, de la que hace uso y abuso el político, que entiende que la democracia es precisamente, prometer lo que nunca será cumplido, para seguir prometiendo y haciendo desear lo que nunca se conseguirá.
A diferencia del género musical “canción de protesta”, el chamamé se ubica en las antípodas, podríamos afirmar que adquiere características, desde la perspectiva política, de un cancionero oficial o de la oficialidad, galvaniza, sedimenta y fortalece lo establecido, otorgándole el impagable servicio, de haberse convertido en el narcótico más adictivo, en la anestesia más contundente para los sectores más desposeídos, marginales, para los pobres o “poriahú” a quiénes les entrega, poéticamente y al ritmo musical, la resignación necesaria para que sigan siendo lo que son, sin que en la vida terrena o política, hagan algo para intentar cambiarlo.
“El chamamé honra la cultura estética de todo un pueblo que debe sentirlo como parte de su identidad, puesto que encontrar un sonido musical es encontrar el sentido de una comunidad. Sonido y sentido se corresponden en tanto y en cuanto una comunidad haya sido capaz de localizar su raíz y de prolongar la misma en tallo, ramas, hojas, fruto y númenes vegetales, es por eso que este arte se transforma en el solvente en el que los correntinos, en su condición de solutos, quedamos involuntariamente disueltos en su legado. Pero como ya sabemos no todos los solutos se mezclan en el solvente al mismo tiempo, cada uno lleva un proceso distinto de saturación, y a su vez, deben darse las condiciones necesarias para que se lleve a cabo dicho proceso. En las personas sucede algo parecido, como ya advertimos, no en todos los correntinos se manifiesta el mismo sentimiento de pertenencia al escuchar un chamamé, ni es necesario que esto suceda, puesto que las estructuras ya están dadas, y por más que en un acto “voluntario” no se de la adhesión a este legado habría que ver si con el paso del tiempo o la distancia se manifiesta y se arraiga un sentimiento superior” (Ser correntino. “Una manifestación artística de nuestra identidad”. Duarte Facundo y Tayar Milagros).
De eso se trata, pues sí estamos de acuerdo con Deleuze y Guattari, cuando afirman que sí de algo se trata la filosofía es de crear conceptos, conceptos siempre nuevos (¿Qué es la filosofía), debería ser precisamente este norte, un horizonte en donde todo el sistema cultura-educativo-gubernamental de la provincia se vuelque, para que la universalidad chamamecera tenga un fundamento de fuste, una razón de ser ante el mundo.
Hablamos de dotar a nuestro lenguaje cantado, su arqueología, su subyacencia, su sustento, una perspectiva que este en consonancia con lo musical y lo folklórico, pero que a su vez, brinde, aporte, ese talismán que nos dé el salto cualitativo que no se conseguirán ni con más artistas en escena, ni con más lunas chamameceras.
El mundo (recordar la valía conceptual de nuestro sincretismo cultural, culposo, aterrador, peregrino, sacrificial, del cual la música es la poesía que irradia su verdad transcendente más allá delas formas) podría estar prestos a escucharnos, sería necesario que nos debemos cuenta que podemos estar consustanciándonos en algo que verdaderamente nos lleve en un más allá del tiempo y del lugar, en verdad, recuperar esa voz primigenia de nuestros antepasados, que quizá la expresó nuestro literato correntino Martín Alvarenga, con ese principio de que Latinoamérica empieza en Corrientes, somos la profecía y el origen…”
Por Francisco Tomás González Cabañas de la escuela correntina de pensamiento.
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