13 de agosto de 2020

Sobre el silencio en la postmodernidad.

Manuel Fernández de la Cueva Título; Sobre el silencio en la postmodernidad Editorial: VIVELIBRO Año: 2013 Blog del autor: https://ernestocapuani.wordpress.com/about/ Manuel Fernández de la Cueva (1974), nacido en Toledo, estudió filosofía en la U.A.M. y en la Università di Roma Tre (Italia). Actualmente es profesor de filosofía en Madrid. Cuenta en su haber con una diversidad de obras, entre las que nos centraremos en este breve ensayo que encabeza el título esta reseña.

Creo, y no sé si el autor estaría de acuerdo, que no hay que obviar que esta obra se publicó en el 2013 y que en estos últimos años el vertiginoso cambio que ha experimentado el mundo y, con él y por él, la manera de ser del humano en su mundo nos llevaría hoy a reformular o matizar cuestiones que se desarrollan en el escrito. No obstante, entiendo que el eje nuclear no ha variado en exceso y que podemos sintetizarlo y analizarlo con cierta convicción de que sigue vigente para Fernández de la Cueva. Considero crucial la reivindicación que hace el autor del silencio como único modo de obtener una vida digna y libre, es decir, en la que el humano se desarrolle plenamente en lo que es. Ahora bien, quizás deberíamos ahondar en que la época que denominamos postmodernidad no puede ser vista casi únicamente como un fenómeno cultural y de pensamiento desarraigado del contexto neoliberal y neocapitalista que lo sustenta y lo vitaliza. De hecho, el propio Fernández de la Cueva afirma que vivimos distraídos por la vida exterior ya que los mismos medios de comunicación han propiciado que ignoremos nuestra vida interior, abocándonos al consumo, al conocimiento tecnológico gestando imágenes que no son más que falsas interpretaciones o falsos espejos de nuestra realidad. Para proseguir con cierta fidelidad al texto cabe destacar que en él se distinguen dos tipos de silencio, -partiendo de la aseveración de que este no es la falta de ruido- el exterior, aquel que buscamos en lugares idílicos para obtener calma y paz del ruido externo, y el auténtico y nuclear silencio que es el interior. O sea, aquel que se produce en lo más íntimo de la persona y permite que fluya lo que nos admira verdaderamente: nos arrastra, nos implica hasta lo más profundo de la persona, aquello que a lo largo del ensayo el autor denomina el intimum meum y el pathos que nos mueve. Detengámonos en estos conceptos clave en el desarrollo de la exposición, junto al de admiración. En el intimum meum se da ese silencio interior que movido por los sentimientos y emociones más auténticas -ese pathos que desata la originalidad- nos impulsa a lo que el autor denomina la ética del silencio -en oposición a la ética de la imagen postmoderna-. Solo desde esa intimidad ética podemos interpretar nuestra existencia. Nos permite tomar distancia entre lo que hacemos, pensamos y juzgamos por nosotros mismos, y solo desde estas premisas podría tener lugar un nuevo orden moral que nos zafara de esas imágenes que nos han mancillado en nuestro interior, fruto de la vanidad y de la superabundancia de distracciones que despiertan una admiración huidiza y frágil -asfixiando el fluir de lo originario- Aunque no deberíamos desdeñar, añado a modo de reflexión, lo que Adorno a mediados del siglo XX aportó sobre la posibilidad de la conciencia sin la que sería una entelequia el silencio interior del que habla Fernández de la Cueva, puesto que, ese silenciarse con vistas a la introspección exige de una conciencia de sí: La conciencia individual tiene un ámbito cada vez más reducido, cada vez más profundamente preformado, y la posibilidad de la diferencia va quedando limitada a priori hasta convertirse en mero matiz en la uniformidad de la oferta. Al mismo tiempo, la apariencia de libertad hace que la reflexión sobro la propia esclavitud sea mucho más difícil de lo que lo era cuando el espíritu se encontraba en contradicción con la abierta opresión; así se refuerza la dependencia del espíritu. 1 1 Adorno, Prismas, Ediciones Ariel, Barcelona 1962. Insistimos nuevamente en el factor externo, la cultura y el peso específico que esta tiene sobre el individuo que se debate por liberarse de lo que no le pertenece, desarrollando así una autoconciencia que le permitirá a posteriori “optar” por el silencio que contribuye a ese nuevo humanismo. No obstante, y prosiguiendo con el relato del autor, viendo que el pathos del hombre nos impele a la búsqueda de una ética del silencio, que no es más que el objeto del silencio interior, debemos aún explicitar que nuestras emociones y pasiones son una irracional y tensa armonía entre el eros y el thánatos. A saber, entre los impulsos y pasiones de unión y los de destrucción, que deben mantener un cierto equilibrio al que solo podemos acceder desde ese silencio interior en el que aparece, en todo su esplendor, lo auténtico o ese pathos propio. En contraposición, advierte el autor, puja lo que denomina el pathos occidental, en el que se confunde el amor con el erotismo mal entendido. La enfermedad de la sociedad occidental viene dada por el desequilibrio de estos conceptos, en cuanto tendemos al absoluto placer, olvidando la muerte como algo ajeno a nosotros. Tal vez Nietzsche no entendía ese impulso vital, ornado de placeres y dolores, como el problema, sino como la necesidad de afirmar ambos, quizás en el sentido en que el autor del presente ensayo sostiene la urgencia del equilibrio entre ambos, usando términos freudianos que llevan a Nietzsche a reivindicar lo menospreciado, que no es más que el lado doloroso y quebradizo de la vida -que no soportamos- y a Fernández Cuevas a la convicción de que únicamente un sano equilibrio en el que lo impulsivo nos lleve al deseo ético, nos situará en condiciones de vivir desde el sujeto que somos. Ahora bien ¿y si la oposición no se agotara en el interior del sujeto y a ella se sumase una dialéctica entre el sujeto o el pathos y la sociedad - incluyendo el humus cultural, económico, político...- que acaba imponiéndose como definitoria del tipo de “sujeto” que devenimos? Sintetizando, y a modo de introducción de este sugerente ensayo, el autor arraiga la posibilidad del humano en el desarrollo de un pathos cuya originalidad solo emerge desde el silencio interior, que constituye el gran vacío de la postmodernidad. Así, solo apagando el ruido externo, que nos enajena y nos distrae de nuestro propósito, estamos en disposición de ser subjectum, y no meros accidentes carentes del eje que les proporciona sentido. Este último, el significado, es el anhelo humano que ha llevado a matar a Dios y, por ende, y sin pretenderlo a matar al hombre mismo, que es para Fernández de la Cueva el quid de la cuestión. Aparecen menciones explícitas a la función de Dios, en este proceso de liberación y recuperación de lo propio y auténtico, de los que he prescindido deliberadamente, por entender que la lectura y los interrogantes que nos plantea el autor no quedan invalidados seamos creyentes, agnósticos o ateos. Como el autor mismo califica su obra de mini-ensayo, entiendo que constituye el planteamiento de una de las cuestiones cruciales de la postmodernidad que debe ser profundizada y desarrollada, pues su análisis pormenorizado daría como resultado una crítica de grandes dimensiones. Veamos, pues, y esta es mi lectura, unos apuntes nucleares que pueden servirnos a los lectores como punto de partida, orientado, para seguir sumergiéndonos en la problemática de si es posible para el hombre postmoderno, algo más enriquecedor que el vacío o la superficialidad. O si, nos guste o no, estas constituyen las únicas opciones, conscientes o inconscientes, que nos permiten sostener la existencia en las sociedades occidentales actuales.

            

Por Ana Lacalle Fernández.

 

SOBRE EL SILENCIO EN LA POSTMODERNIDAD de Manuel Fernández de la Cueva. VIVELIBRO. Breve reseña para un ensayo breve. Autor: Manuel Fernández de la Cueva Título; Sobre el silencio en la postmodernidad Editorial: VIVELIBRO Año: 2013

Blog del autor: https://ernestocapuani.wordpress.com

Manuel Fernández de la Cueva (1974)


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