15 de abril de 2020

El fin de los actos proselitistas.

La política tal como la entendíamos, orilla el borde del colapso desde hace un tiempo. Producto de la cada vez menos sostenible y creíble pantomima de los actos políticos y de campaña, derrapó en el presente, donde las aglomeraciones se hacen añico por las restricciones de la emergencia sanitaria que, distanciamiento social mediante, terminarán de transformar el ya socavado vinculo entre representante y representado, entre votante y votado.

Por la razón, triste, como ineluctable, de la escena de políticos en campaña, amuchados de gente, por lo general de bajos recursos, condicionadas a estar presente para escuchar promesas insustanciales, quedará definitivamente en el arcón de los recuerdos, posible y probablemente de los malos recuerdos, de los olvidables por aburrimiento, o de los recordables por fijación traumática. 

 

De todas maneras, lo analizable, al menos por ahora, en donde el eje de las autoridades debe estar centrado en como salir progresivamente del confinamiento o de la cuarentena (del útero materno en el que hemos transformado el quédate en casa) tiene estricta relación, en este apartado, en como se reconstruirá el ya percudido o fantasmal vínculo entre el político y las multitudes. 

 

El condicionante de las restricciones sanitarias, continuaran (afirman especialistas y nos reconfirma el sentido común) al menos por dos años, por tanto, en todas y cada una de las partes en donde se lleve a cabo una elección o acto electoral, la reconversión de los actos proselitistas, de campaña o la aglomeración de individuos para demostrar el apoyo político a líderes será de una forma y manera, sustancialmente diferente y distinta, dado que la manera anterior y por todos conocida,  acaba de quedar caduco.

 

Seguramente se profundizará el aspecto o el pliegue telemático, a distancia y de la multiplicación del compartir las producciones audiovisuales. Sin embargo, en la trampa de solo quedar en la forma, olvidando el contenido, se gestará la enfermedad seductora del nuevo virus, en que el político, podrá enfermar, perdiendo o no teniendo, el vínculo necesario e indispensable con el electorado. 

 

Creemos, consideramos y sostenemos, que antes de que políticamente, se trabaje en imagen, difusión de actividades y reproducción de las mismas (tal como venía operando hasta ahora la lógica de las campañas electorales) se debe, amalgamar, consolidar y acendrar, como nunca antes, la solidez, la entereza y el peso específico de cada uno de los que se postulen como para administrar recursos públicos o representar voluntades. 

 

Serán tiempos más que precisos, para que los políticos trabajen en el aplomo conceptual que puedan tener o acrecentar. Se deberán rodear, de mayor cantidad de hombres y mujeres que contribuyan a sacarles el lustre del prestigio personal que puedan ostentar socialmente.

 

Independientemente del campo del que provengan, cada uno de los postulantes o candidatos a algo, tendrán que exhibir como carta de presentación, sus plataformas políticas, y sus discursos en libros, escritos y generados a tales efectos.

 

Así como de un tiempo a esta parte, en occidente, los principales candidatos a Presidente, se mandaron a escribir sus propios libros, como una acción inevitable e imprescindible de campaña, este accionar, se profundizará mediante, la necesidad de acortar la distancia social obligatoria (por la cuestión sanitaria), haciendo de tal debilidad (la distancia) una fortaleza. Es decir, un candidato a intendente, o alcalde, tendrá que tener su propio libro, que le brinde el lustre que siempre significa el objeto libro, haciendo de este, un elemento vital y basal de su campaña proselitista. 

El libro del candidato a intendente, o incluso concejal o edil, de la pequeña o poco poblada ciudad de tal, podrá ser distribuido gratuitamente, o incluso podrá ser una forma clara de como se financiara el candidato (vendiendo a quiénes de esta manera lo apoyen o promocionen), y dentro de sus páginas, contará con una pequeña historia del propuesto, para luego poder dar forma a un relato más formal de sus propuestas específicas, incluyendo incluso un apartado con quiénes conformará su equipo de gestión, de campaña o grupo de trabajo.

Será tiempos, en donde los políticos, deberán rodearse más de hombres de palabras, de pensamiento, de reflexión, que los activos y hacendosos, profesionales de las recorridas permanentes, de los amuchamientos y de las aglomeraciones, ya caídas, definitivamente en desgracia.

Un político, teniendo a un libro como principal elemento de campaña, será el testimonio o la posibilidad, del cumplimiento más acabado del pacto o trato básico con el ciudadano, firmando y dejando por escrito, entre páginas, lo que más difícilmente, como tenía la posibilidad hasta ahora, gracias a los actos o discursos hablados, borrar las propuestas afirmadas, con el codo o la manga. 

 

Por Francisco Tomás González Cabañas. 

 

 

 

 

 

 

    

 


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