25 de marzo de 2020

De la necesidad de un protocolo oficial para el uso de respiradores.

No existe quién no se repite, y nos repita, que vamos inexorablemente al despegue de la curva y que los próximos meses, o semanas, serán de elevado número de casos (pico) y que por tanto, el porcentual de pacientes con necesidad vital de respiradores, aumentará al punto de hacer colapsar la cantidad existentes o a ingresar de los mismos (sea por compra, donación, fabricación o préstamo). Podríamos aprovechar el recurso humano de la previsión, la inteligencia y las palabras, para que además de producir, sobre todo en los medios audiovisuales, tanta historicidad de pánico y de alarma, podamos solicitar a las autoridades políticas, que además del envío de fuerzas de seguridad, de cierre de fronteras y de recomendaciones de que nos quedemos en casa, conformen, consensualmente un protocolo único para el uso de los respiradores que serán la diferencia entre la vida y la muerte, para cientos o miles, y que por tanto se transformarán en el bien escaso e irremplazable que combata con certeza a la pandemia que nos tiene en vilo.

Las alarmas, ante esta dificultad, que vamos a atravesar, se empiezan a encender. En España, personal de salud, se suicida, por tener que “elegir” a quiénes poner o sacar un respirador, como los escenarios desgarradores que llegan desde Italia, por la misma situación. Un intendente, del sur argentino, afirmó que será él, quién elija quién usará o dejará de usar el bien escaso de los respiradores que administra desde los centros de salud de su comuna. 

 

Es una de las tantas debilidades humanas, que afectados por el pánico y el terror, nos terminemos de nublar en la posibilidad de discernir y por ende de pensar o razonar. 

 

Imaginemos en sitios desde donde esto se escribe. Sabemos, aceptamos y convivimos, que los empleos mejores pagos por el estado provincial, son las terminales de llegada de familiares, amigos y conocidos de quiénes lo administran. Soportamos y toleramos incluso, que por la sanidad psíquica de los privilegiados, y dado que en la mayoría son los protegidos del poder (es decir el que necesita protección es porque reconoce su debilidad) se les haga creer que ganan lo que ganan dado que son capaces, inteligentes o porque llegaron a tales sitios por concurso de oposición y antecedentes.

Acuciados por esta contingencia sanitaria, que no reconoce entre ricos y pobres, entre los colores de sangre de nobles y plebeyos, destruye el virus, al dinero como motor de intercambio y por ende golpea con fuerza al sistema.  

Es decir, los administradores del poder, político y económico, ven como nunca antes, como están amenazadas sus vidas y la de los suyos, haciéndonos creer que es una preocupación general por todos, que en parte obedece, a que todos, podemos contagiar es decir aumentar la cantidad de afectados y por ende multiplicar exponencialmente la cantidad de respiradores que precisemos en un mismo tiempo y momento.

Este es el principal problema. En Corrientes por ejemplo, de acuerdo a las respuestas del ministro de salud, existen sesenta y dos respiradores en uso y otros sesenta a incorporar. Supongamos que dispongamos de ciento veinte o ciento cincuenta. Sí son mil los afectados con necesidad de tal aparato para seguir respirando, además el uso promedio, de esos respiradores, se cuentan en días y no en horas (es decir que pueden ser usados por muy pocos en breve tiempo cada uno), no habrá para incluso los privilegiados del poder la posibilidad de que ellos o sus familias tengan garantizado el uso de un respirador.

Sí hacemos un cálculo sencillo nos daremos cuenta. Son 70 los intendentes, 20 los ministros e interventores de institutos públicos, 45 legisladores, a quiénes multiplicaremos por 3 (familiares, amigos y conocidos mínimo por los cuáles cada uno de ellos querrá garantizarle que no les matará el coronavirus), casi 500 personas, más los afectados reales, sin poder pero con capacidad de daño para el micro sistema (es decir comisarios, personalidades conocidas, empresarios poderosos, periodistas influyentes) caeremos en cuenta que sí no existe un protocolo único y sistematizado, reinará el caos y descontrol en todos y cada uno de los sitios sanitarios en donde alguien, que no sea ese protocolo, este decidiendo quién usa y quien no (y por ende muere) ese respirador que serán siempre escaso. 

Seguramente la especie humana sobrevivirá, pese a los que tengan que morir por este virus, que desnuda la ineficacia del sistema, lo que debemos aprovechar, es precisamente no terminar de matar el “tejido social” y la única forma, es ponerle palabras y razón, a un bien escaso como un respirador.

El protocolo lo tendría que establecer el Presidente de la Nación como máxima autoridad política y como comandante en jefe. Podría consultar a médicos especialistas para definir ciertos criterios (edad, salubridad, posibilidades de sobrevida, actitud moral y ciudadana, etc) o lo que fuere, pero no sería recomendable que se demore mucho más, dado que nos puede llevar a tener más muertes que el virus propio, la discrecionalidad, arbitrariedad y falta de solidaridad, de quiénes ya demostraron la incapacidad neta y nata que poseen de anticiparse a los problemas. 

Por Centro de estudios "Desiderio Sosa". 

 

 

    


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