¿Tiempos violentos en una sociedad violenta?.
Desde el psicoanálisis ésta expresión denota la búsqueda de una satisfacción que está más allá de todo límite, de toda ley que regule y que se plasma de diferentes formas, discriminación, segregación, violencia laboral, incluso educativos, abusos, violaciones, violencia de género y también los casos de femicidios, temas actuales que nos ocupan desde este campo.
Asimismo entendemos que el fenómeno de la violencia tiene carácter universal, atraviesa en un corte transversal la historia de la humanidad, las diversas culturas, los diferentes constructos sociales, todas las edades y ámbitos de injerencia humana, lo cual señala la complejidad del tema que intentamos abordar. Ya decía Freud, en su escrito “El Malestar en la Cultura” de 1930, que allí donde hay cultura hay malestar y si no se detecta el malestar en tiempo y forma para darle alguna solución o al menos acotarlo, es posible que eso desborde por completo.
Como psicoanalistas nos interroga éste modo disruptivo de violencia desenfrenada en sus diferentes presentaciones, tal el caso de los jóvenes de Villa Gesell y en particular por la violencia ejercida contra las mujeres y el femicidio, que a partir de su visibilidad fue posible el análisis exhaustivo y comenzar a pensar en dispositivos de prevención y atención en salud mental.
A partir de lo dicho nos podemos preguntar si en la violencia de género y el femicidio ¿ se juega el nuevo sintagma mediático “matar por placer” y/o “maltratar por placer”? Sin temor a equivocarnos podríamos afirmar que dicho apotegma inscribe un antes y un después en la historia de nuestro colectivo social dado que señala la zaña de los 11 agresores que mataron al joven a patadas con el sólo objetivo de obtener placer.
Para el filósofo esloveno Slavoj Zizek , autor contemporáneo del libro “Seis reflexiones Marginales”, que ha tocado en varias de sus obras esta problemática, plantea que estamos ante dos tipos de violencia, una violencia “simbólica” encarnada en el lenguaje, que tiene que ver con la imposición de un universo de sentido y una violencia sistemática, que es la inherente al sistema, la que incluye no sólo la violencia física directa, sino también las formas más sutiles de coerción que imponen relaciones de dominación y explotación. En éste contexto, la violencia sistémica constituye la contraparte de la violencia subjetiva, concluye el escritor.
Aceptar que el otro es diferente, el amigo, la pareja, el semejante posibilita simbolizar que “no todos” somos iguales y que cada uno puede elegir la forma de vivir incluso en la convivencia. Tanto en el ámbito privado como en el público lo distinto causa temor, temor a lo desconocido al cambio más profundo y radical que toda sociedad necesita para desarrollarse.
Aceptar que el patriarcado está en decadencia, no significa que esté erradicado, es necesario seguir trabajando en la deconstrucción de ideales ancestrales a través no solo del psicoanálisis, sino a través de los diferentes mecanismos que la sociedad articula en la actualidad, llámese educación, familia en toda su expresión, clubes, entidades intermedias, entre otros.
De lo expuesto podemos concluir que acaecen tiempos violentos a los que el psicoanálisis se opone por principio y al mismo tiempo desde su dispositivo clínico ofrece una escucha particular para cada sujeto e invita a trabajar las causas singulares de cada paciente para así iluminar los verdaderos resortes del sufrimiento que traen a la consulta.
Por Lic. en Psicología Zulma Verón
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