10 de febrero de 2020

La política en el diván occidental.

Ante la necesidad de definirse o de reconocerse en su identidad, la democracia eligió transformarse en lo simbólico de la jornada de votación. Votar y poder decir cualquier cosa alcanzaba para ser considerado válidamente democrático. El problema se volvió a constituir cuando en desmedro de esa fuente conceptual, la democracia se totemizó en el símbolo y se codificó en lo numérico. Democracia pasó a ser la cantidad de votos que un partido, un líder o persona, pudiera cosechar como representación de adhesión. La democracia es actualmente todas las palabras que se puedan decir en un lugar público, sin que sobrevenga una fuerza de facto para prohibir tal dinámica. Por más bueno o positivo que parezca, sin embargo, la democracia se encapsuló, se encorsetó en lo numérico.

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