Recobra impulso la creación del instituto nacional de filosofía.
A veces las cuestiones filosóficas o pertenecientes a las ciencias del espíritu encuentran sus límites en lo furibundo de la física, sin necesidad de citar a Wittgenstein (La lógica establece cuál es el límite del lenguaje, del pensamiento y del mundo, y de ese modo se muestra el propio límite que, obviamente, ya no pertenece al mundo, quedando fuera de ese ámbito de lo pensable y expresable) cuando se extienden los conceptos, que luego deben ser traducidos en la praxis o en el terreno de la realidad, y se lo estiran como chicles, pretendiéndolos como cobertores, contenedores y resolvedores de todos los problemas habidos y por haber, se los banaliza al extremo de dejarlos carentes de sentido, insulsos y perversamente insultantes pues terminan significando todo lo contrario de lo que decían pretender significar.
No sería necesario “Contar costillas” en lo respectivo a que se hace o se deja de hacer, con mencionar que a nivel provincial ni siquiera existe una página web oficial para la cultura y que a nivel municipal, un frente político que lleva como nombre o denominación de lo cultural lleva adelante acciones culturales mucho más comunicadas y contundentes que la secretaría municipal misma, ya caemos en cuenta que todo lo anunciado últimamente es “fulbito para la tribuna”, nosotros como medio lo hemos planteado, si ni siquiera homenajeamos a nuestros grandes actores culturales, que ingresaron a la inmortalidad, recientemente (pusimos los casos de Soler y Portela), como podemos creer en que se organizara seriamente un programa de cultura, si a los hombres que se dedican hace años a la temática en más de un caso han sido echados como perros por su condición de pensantes en esos mismos lugares donde ahora se dice promocionar lo cultural.
“Los poderosos en cambio, que continúan planteándose sus metas de siempre, viven todavía en su viejo mundo limitado. Son ellos los verdaderos provincianos, los aldeanos de nuestro tiempo; nada está más alejado del mundo que el realismo de los ministros y de los ministerios, es superado sólo por el de los dictadores, que se consideran todavía más realistas.” (Elías Canetti)
Sin embargo, nos compadecemos de quiénes en el abuso de los conceptos extensos, pueden perderse en esa extensidad y alinearse allí, enajenarse existencialmente, ante la ficción que recrean para esa tribuna en la que sostienen sus enanas arrogancias.
Como diría nuestro Filósofo Correntino, Francisco Tomás González Cabañas: “En términos reales, al no establecer ningún criterio público de selección, ni en lo político ni en lo cultural, tienen la presión de poner a su mujer, a la cuñada que nunca se enderezo en la vida, tendrá la tentación de ofrecerle un lugar a esa ex compañera de la secundaria que en aquel entonces le daba bola al que jugaba al rugby, y que ahora se chorrea por el otrora gordito con granos de quién nunca dio cuenta, que tiene la lapicera “más grande y atractiva del condado”, tendrá centena de tipos a con quiénes se ha comprometido en la campaña, antes, cuando era croto, el quiosquero que le fiaba, el del club, le crecerán los amigos del jardín, y en definitiva todo el paisaje, casi demencial que este pobre victimario/victima, atravesará por no trazar un criterio, una lógica, un ordenamiento, que tenga que ser público y coherente, para ser respetado y aceptado, y en definitiva para que su vida no termine desquiciada (este es otro aspecto que bien valdría una nota de investigación, todos los ex, que han terminado con severos desequilibrios psicológicos por la condición alienante que propone el endiosamiento por un mandato o período).
Convenimos que estamos ante un problema filosófico, encontrar una lógica, una norma, a esa atribución discrecional que es el ejercicio de designar a quiénes beneficiaran con un programa o plan, en nombre del supuesto beneficio para todos (el abuso de la extensividad del termino), sin que la misma reconozca la necesidad per se de encontrarla.
Vendría a ser como encontrarle un sentido a la vida, entendiendo y aceptando que la misma no lo tiene, ni lo tendrá, salvo la que nosotros le asignemos, en tanto y en cuanto creamos, persistentemente en tal asignación, reconociendo que sólo podrá ser válida en forma específica y delimitada temporalmente.
Mencionamos a Wittgenstein en el primer párrafo pues posee una definición interesante de “representación perspicua”
“El concepto de representación perspicua tiene para nosotros un significado fundamental. Designa nuestra forma de representación, el modo en que vemos las cosas. (Un género de «visión del mundo» que parece ser típico de nuestro tiempo. Spengler)”.
Nos alecciona José Francisco Sánchez Osorio, en su lectura de Wittgenstein y su concepto medular que hemos escogido.
“Esta representación perspicua facilita el comprender //la comprensión//, que consiste precisamente en que «vemos conexiones». De aquí la importancia de los eslabones conectantes, de encontrar los eslabones conectantes. El punto del método filosófico es cómo construir los eslabones, cuyo conexión da como resultado, precisamente, la representación perspicua. En ese sentido, una perplejidad filosófica no se resuelve dando una explicación causal, sino que se disuelve gracias a un tipo particular de representación de los hechos. Sin embargo, no hay consenso frente a la interpretación de las representaciones perspicuas, existen dos interpretaciones predominantes de dicho concepto. La primera de ellas afirma que una representación perspicua es una representación no lingüística de las reglas gramaticales. No se trata, pues, de enunciar las reglas de manera clara, sino de presentarlas de manera diferente. La segunda interpretación sostiene que las representaciones perspicuas no son más que un ordenamiento claro de las reglas gramaticales del uso de las palabras. Dentro de esta segunda interpretación, las representaciones perspicuas se distinguen por ser una serie clara de reglas acerca de cómo usar las palabras.se podría llamar representación perspicua a todo sistema de expresión que se relacione con el sistema de expresión productor de la filosófica y que tenga la función de disolver tal confusión. No habría una restricción sobre la forma que una representación perspicua pudiera tomar. No importa si es un octaedro, una serie escrita de reglas sobre el uso de las palabras o casos inventados que aparentemente están alejados del tema que se está tratando, siempre y cuando, a partir de él, se hagan patentes relaciones que introduzcan claridad donde haga falta”.
“Wittgenstein dijo que no estaba intentando enseñarnos ningún hecho nuevo: que sólo nos diría cosas «triviales» ―«cosas triviales que ya sabemos»―; pero que lo difícil era obtener una «sinopsis» de esas trivialidades, y que nuestra «incomodidad intelectual» sólo puede ser eliminada mediante una sinopsis de muchas trivialidades” (Moore).
Las trivialidades de los amigos del poder o los militantes de los poderosos, serán consideradas cultura, en caso de que usted haya considerado ser un cultor en la vida cultural deponga su ejercicio trivial y sométase a lo que se le propone, caso contrario su trivialidad nunca será contemplada por el estado-cultural y las trivialidades de los amigos y punteros de, reinarán en lo establecido como lo “cultural” y usted será cualquier cosa menos alguien vinculado a lo cultural, salvo que tenga la suerte de ser escuchado fronteras afuera de esta comarca que tiene marcado a fuego que es cultura y quiénes son y deben ser sus artistas. La filosofía es una herramienta que nos permite observar el mundo con otros lentes, con nuevos esquemas y posibilidades antes nunca vistas, es un aliado para pensar nuestra sociedad, quiénes somos y en qué tiempo vivimos:
[…] la filosofía se convierte, para los momentos actuales, en una poderosa herramienta de interrogación, ruptura de ciertos modelos y órdenes imperantes que han mercantilizado de tal manera pensamiento y lo han convertido en un instrumento repetidor, controlador y, sobre todo, eficaz y eficiente (Pulido-Cortés, 2009, p. 82).
La filosofía debe tener un lugar privilegiado en la educación para transformarla y contribuir a una experiencia que viva el propio estudiante, pues nadie puede pensar y vivir por otros, se requiere descubrir una potencia en sí mismos, la filosofía abre las puertas para no preocuparse no sólo por el aprender, sino por el pensar, por la búsqueda oportunidades de creación, análisis, reflexión y crítica. De acuerdo con Zuleta: “En la escuela se enseña sin filosofía y ese es el mayor desastre de la educación. Se enseña geografía sin filosofía, biología sin filosofía, historia sin filosofía, filosofía sin filosofía” (2004, p. 20). Cuando se habla de la necesidad de que la educación y la filosofía tengan una conexión, no se trata de extender los horarios de las clases de filosofía, sino de posibilitar que en todas las asignaturas del conocimiento, se encuentre presente la “actitud filosófica”. Con ello, se propician acciones en la educación para hacer de las aulas un sitio de investigación sobre las cuestiones o inquietudes de los estudiantes para vivir un acontecimiento que permita transformaciones. La educación no es un acto en el cual una persona transmite conocimientos a otro. El estudiante no es como aquel que va al supermercado para adquirir un producto, ni el docente es como el enfermero que aplica una inyección; si no que debe ser quien incentive el deseo para que el estudiante emprenda un camino en la búsqueda de nuevas experiencias que le permitan construir, y encontrar respuestas a sus interrogantes para vivir un encuentro, aventura y experiencia con el conocimiento.
La filosofía como creación. La definición conceptual de filosofía ha sido inquietud de diversos filósofos a lo largo de la historia, dejando como resultado innumerables concepciones en diferentes contextos y épocas. Cada concepción permite darle un enfoque de acuerdo a la definición que se tenga, no existe una respuesta única y una definición exacta de lo que es filosofía, cada filósofo la caracteriza de acuerdo a sus presupuestos teóricos; es por ello que uno de los principales debates y discusiones tradicionales del ámbito filosófico es su definición. Es pertinente dedicar un espacio para conceptualizar el término filosofía. Para el presente trabajo se asume la perspectiva de Deleuze y Guattari (1993), quienes afirman que “la filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos […] crear conceptos siempre nuevos, tal es el objeto de la filosofía. El concepto remite al filósofo como aquel que lo tiene en potencia, o que tiene su poder a su competencia, porque tiene que ser creado” (pp. 8 - 11) Es decir, la tarea del filósofo es examinar, validar o invalidar los conceptos, pero su labor no termina allí, también es crear sus propios conceptos e innovar en la creación de éstos, establecer un sistema para analizar su tiempo y su cultura; por medio del concepto se analizan los acontecimientos. El filósofo no sólo se ocupa del pensar y del entendimiento, sino también de los aspectos de las diversas dimensiones del ser humano.
La filosofía no es estática, por el contrario es dinámica, se dedica a los problemas que son necesariamente cambiantes de acuerdo a la época y contexto, siendo la filosofía por medio de la creación de conceptos una actividad vital cercana al mundo, pues los conceptos no se tienen como un objeto de colección obsoleto sino que sirven en un aquí y un ahora.
La filosofía por medio de la creación de conceptos se conecta con lo creativo, lo sensible y lo crítico: con lo creativo ya que la creación es la dimensión de un pensar diferente, pues se edifican conceptos que traen consigo nuevas y diversas posibilidades de ver el mundo; con lo sensible porque desde la creación del concepto se piensan los problemas tangibles los cuales deben ser percibidos a partir de lo vivo, de lo exterior, y se requiere sensibilidad para responder a ellos; con lo crítico ya que por medio de la definición existe una mirada para observar el mundo, preguntarse por él, analizarlo, y encontrar parámetros para relacionarse con la vida. El concepto es para el filósofo como el lienzo para el artista o la melodía para el músico, el filósofo se expresa en el concepto, es su obra de arte, es su quehacer.
La creación de conceptos articula y crea conexiones con otros conceptos que se convierten en absoluto y al mismo tiempo en relativo; intenta ser universal, ser un todo y, simultáneamente, hace parte de lo particular, de lo fragmentado, de una historia. La filosofía como creación de conceptos busca encontrar nuevas maneras de pensar que conducen a nuevas maneras de relacionarse, ver, entender y escuchar el mundo. Con ello se generan encuentros para vivir otras experiencias. La creación de conceptos permite la crítica y al mismo tiempo la creatividad, es decir:“Los filósofos se pueden clasificar en edificadores (creadores) y sísmicos (críticos); en los dos casos los conceptos se convierten en movimiento y vehiculizan la creación y la crítica; la creación deviene de la crítica y la crítica deviene de la creación” (Pulido-Cortés, 2009, p. 96)-La creación de conceptos se convierte en una nueva posibilidad, un acto particular y no una designación que limita la sensibilidad y la experiencia propia, no es un concepto dado, tampoco se impone, sino que es el reflejo de un acontecimiento. “Los conceptos no nos están esperando hechos y acabados, como cuerpos celestes. No hay firmamento para los conceptos. Hay que inventarlos, fabricarlos o más bien crearlos, y nada serían sin la firma de quienes los crean” (Deleuze & Guattari, 1997, p. 11). El concepto no está hecho sino que es una invención del filósofo que se conecta con la realidad, una experiencia que convierte los conceptos en temporales y no en universales, es así como los conceptos no son dogmáticos, ni una imposición. La filosofía se encuentra con la creación, pues este encuentro permite construir nuevos pensamientos que fabrican el concepto para repensar constantemente los acontecimientos del mundo (Por Liliana Andrea Mariño Díaz)
En el mientras tanto de querer y no poder, o del pretender, por naturaleza, cambiar, o lo que nos fue dado, o lo que arrastramos como lo que es, la “inercia de la acción continua”, sí la filosofía o la reflexión filosófica, al menos sirven para ponerle palabras, a las insatisfacciones que genera el imperio de la práctica, pues al menos de tales tribulaciones, podríamos concluir que, pocos o muchos, al dedicarnos al pensar, generamos un tránsito diferente en el tiempo, ese mismo que por miles de años ha sido y es casi igual para la humanidad, ese que es, supuestamente, tan diferente para los dictadores del hacer.
Extracto de los fundamentos del proyecto.
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