Resurgen los políticos de raza.
Hablamos de hombres y mujeres, que provenientes o no, de familias de políticos, dedicaban su vida laboral, personal y social, al mundo de la política. Independientemente de que tuvieran una profesión determinada, o el ejercicio de un oficio, a esta “clase” de políticos, la política los trasvasaba. Es decir, todo lo que tuviera que ver con ellos tenía estricta relación con la política. Desde un cumpleaños a una afección de salud, desde una elección a un verano donde las urnas por lo general parecían lejanas. El político de raza, por esta y otras razones (hasta existenciales) se encontraba inmunizado contra la posibilidad de caer en actos de corrupción. Esto no significaba que estuviese exento de errores o que todas sus actuaciones fuesen irreprochables.
Tal vez, una de las principales razones, de la agonía y desaparición de esa primera generación de políticos de raza, tuviese que ver con, la sacralización que se hizo de los mismos y el depositar consiguientemente todas las expectativas tras las espaldas de hombres y mujeres que nos hubieron de prometer todo y que apenas cumplieron con ciertas facciones de sus partidos.
De allí que, la peor tragedia política, no significó, como se quiere hacernos creer, el cambio de paradigma de modelo económico en los albores de los ´90. Lo más trágico, sin duda fue, que se terminó de dar muerte a los políticos de raza y se impuso el reemplazarlos por los “outsiders”, por famosos, por exitosos en las arenas del espectáculo, qué sin ningún empacho, en su gran mayoría llegaban con objetivos particulares, individuales, vinculados casi en totalidad en acrecentar sus bienes materiales y la suntuosidad de la vida de ellos y de los suyos circundantes.
No fue raro, es decir nos fuimos acostumbrando, a que nuestros políticos, lleguen a la política, por la fuerza de la imagen, de los niveles de popularidad y de minutos que tuvieran en set televisivos y medios de comunicación.
Se cambió, el barrio, la unidad básica y el comité, por la presencia en redes, por la encuesta, los posteos, los me gusta y las reproducciones virtuales.
Habrá que ver sí se trata de una cuestión azarosa, lo cierto es que posiblemente no sea casual, que uno de los hombres fuertes del Presidente electo, sea un nieto de Antonio Cafiero, de profesión politólogo, y referente obligado de una nueva generación de “políticos de raza”.
Tal vez, la mayor deuda de lo que se conoció como Kirchnerismo, tenga que ver con esto mismo. Durante esos doce años, sí bien se revitalizó la política y el rol del político clásico (más en el contexto que se provenía del 2001 donde se cantaba “que se vayan todos”) se continuó dando uso a la política del espectáculo, no se termino de conformar precisamente, el resurgimiento de una nueva generación de políticos de raza.
Probablemente este sea el mayor desafío político de estos próximos cuatro años. Con el resurgimiento de políticos de raza, que den prioridad a las palabras, al diálogo, al consenso, que no piensen en no conversar con el otro, porque están seguros de sus convicciones, que conducen sociedades y no están detrás de las mismas, preguntándoles sí les ha gustado lo que dijeron o no (el huevo de la serpiente del reinado de las encuestas, que ya sabemos que nos conduce a una suerte de evasión adictiva y cortoplacista de la realidad) tendremos muchas más posibilidades, de cerrar el abismo o la grieta, en esta nueva “zanja de Alsina” de la que no saldremos ni con militares, ni con sacerdotes, ni con artistas, sino con políticos, que amen y se dediquen de por vida a ello, los que conocimos como de “raza” y que tal vez vuelven en este turno para que nos podamos reconciliar más efectivamente con la política, la que incluye, la que transforma la vida para bien y que de lograr esto gana elecciones y nunca se plantea las cosas al revés (ganar elecciones y después ver, cómo sí se tratase de largarse al agua para ver donde sopla la corriente).
Por Francisco Tomás González Cabañas.
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