El problema es el peronismo, no los peronistas.
El peronista, devenido en un simple y llano ladrón de gallinas, depauperado por su no acceso consuetudinario al poder, abandonó, finalmente, tras medio siglo, la compostura de simular que al menos pretendía de en serio el acceder al poder ejecutivo provincial.
En la falsa escuadra que muchos caracterizan como el ridículo del cuál no se vuelve, los peronistas como polizones de una embarcación destinada a contener el capricho de una sola estrella deportiva, naufragan nuevamente ante el oleaje aquiescente que pretenden para sí mediante las denuncias de fraude, de falta de libertades políticas por el uso y el abuso de un aparataje, al que no combaten, ni censuran, ni repelen, sino del que sólo critican porque no pueden hacer uso del mismo, dado que a lo sumo, les dejan observarlo o tenerlo en homeopáticas dosis de tiempo o en migajas de su producibilidad o traducibilidad para sus fines que no son ni inclusivos, ni integrales ni referenciados a lo que alguna vez significó el peronismo para los sectores más postergados de la Nación.
Los peronistas más pillos, o los ladrones de gallina, que a lo sumo, se pueden calzar el traje de bandoleros rurales, porque se hacen de animales de granja algo más grandes o pueden entrar en el ejercicio del abigeato, usan tal etiqueta, como otrora los corsarios, reconociendo en forma previa que perderán la elección o la perderá quién esgrima su condición de peronista. Negocian antes, con el oficialismo de turno (que hoy podrán estar en un partido, como ayer lo estuvo en otro y anteriormente en un pacto de partidos) para denunciar el robo de sus competidores que salen a la cancha escenográfica de la elección con el traje de peronistas, pero que tampoco poseen la ambición real de poder para llegar a cierto destino cierto que tenga que ver con una comunidad organizada
Ambos equipos son peronistas, calcados en su enajenada posibilidad de ser gobierno. Son peronistas eunucos, los único que los diferencia es el tiempo o el momento en el que se presentan como impotentes, sin falo o sin pene como para ingresar por el poros (el hueco del medio) que es a la vieja usanza la forma de proyectar una resolución a un problema, de un obstáculo como para sortearlo.
Sostener la trapisonda de que son opositores con real posibilidad de obtener el poder y que no lo logran por falta de azar, por infortunios varios, y siempre por trampas ajenas, que insistimos sólo les son extrañas en la medida que no las pueden aplicar desde el lugar de victimarios (no para salir de tal lógica del amo y del esclavo), es un ejercicio de tiempo completo, que lo practican en forma permanente como consistente.
El peronista debe salirse del significante extenso y por ende vacío, en el que han transformado, su sentimiento político, sí es que algo quiere, pretende o busca, rescatar o resguardar del mismo. Ningún partido podría, en la actualidad, mantenerse vigente más de treinta años. De un gran tiempo a esta parte, las expresiones políticas, sólo se distinguen entre sí, por los colores que usan para pintar los cordones de la vereda, en el más interesante, o revolucionario, de los casos, por cambiar el sentido de una calle transitada o avenida. Las definiciones que otrora se podían dirimir mediante la reunión en la básica, en el comité o en el acto, se toman, en otros lugares y mucho tiempo antes. Discusión para nostálgicos o para teóricos, lo cierto es que las generales de la ley le corresponden a todos los partidos, el presente testimonio en relación al peronismo es a título de ejemplo, de referencia explícita y puntual.
Por supuesto que quienes rascan o mendigan beneficios políticos, por arrogarse la representatividad de una expresión política que defendió los derechos del sujeto histórico “trabajador” que hoy de hecho (es decir sin análisis teórico o reactualización doctrinaria) tendría que defender la posibilidad de inclusión del sujeto histórico “pobre”, no tomará y hasta atacará lo aquí expresado. Sabemos de la existencia de estos y hacia ellos no dirigimos las presentes palabras. Nadie que haya tomado, algún conchabo, o ejercido un espacio de representación bien remunerado, en nombre de los trabajadores, de la inclusión social y de los “cabecitas negras”, podrá asimilar el cabal sentido de lo que expresamos.
Le estamos hablando, al compañero, al que fue eternamente “muchacheado”, al que siempre estuvo condenado a empujar desde abajo el pesado y atascado carro, que siempre llevó en la cima a las mismas vedettes que en la soberbia del plumaje, en el baño de purpurina, y en el exceso de lentejuela, repartieron besos, sonrisas y promesas por doquier, sin reparar que eran en la medida que esos desconocidos y ninguneados las empujaban, contra viento y marea, a más no poder.
Por supuesto que no será fácil, para alguien que toda la vida se consideró peronista, dejar de serlo, para conservar algo, tal vez lo primordial de ese peronismo y por tanto del peronismo. Sin embargo, sí esto no ocurre, sí esto no sucede, el peronismo va, inexorablemente hacia una pendiente que le tiene reservado un lugar privilegiado, en el fondo del mar.
Sí el peronista de a pie, el militante de base, el que puede hacer la síntesis de que lo más importante y lo único que se debe defender del peronismo, es que haga eje, clivaje, que priorice al pobre como sujeto histórico (como antes fue el trabajador) para incluirlo socialmente, la tarea estará más que asignada y uno de los movimientos políticos más interesantes de la historia política argentina, podrá seguir haciendo aportes teóricos, conceptuales, de la mano de sus integrantes, del sudor de sus militancias que se revitalizarán en un reactualización en una deconstrucción de hecho del peronismo para los tiempos que vienen.
Caso contrario, en tiempos de ciento cuarenta caracteres, de redes sociales, el peronista, el militante, debe ser poco más que licenciado en historia, politólogo, hábil declarante o publicista, mejor dicho todo eso junto y más.
Abandonar el peronismo, o mejor dicho el gueto, la cueva, la ratonera, en la que se pretenden seguir cobijando, un conjunto de malandrines y sinvergüenzas, es el camino que debieran emprender, todos aquellos que sientan que es valioso conservar, sea en otro partido, en una expresión nueva o en la ciudadanía, la idea, el principio, la prioridad, de que los pobres deben ser incluidos y que por ende la principal tarea política es ir reduciendo, en el mayor tiempo posible, los niveles o índices de pobreza.
Abandonando el peronismo, no solo se fortalece la democracia (alejando el concepto que en la dinámica de los hechos impuso también el peronismo que de lo único que se trata es de ganar elecciones), sino que en verdad, se defiende, se protege, se cuida, se preserva la verdadera esencia del peronismo, que al ser tan fuerte y evidente, prescinde de la nominalidad, de la semántica.
Un peronista verdadero, o para ser tal, debe luchar en espacios políticos diversos, para que el combate de la pobreza sea la prioridad, el resto, el declararse, en forma altisonante, diaria, cotidiana, con el pecho henchido, imitando a un gorila, como peronista, habría que dejárselo a los impostores que se malgastaron la herencia peronista, a esos que les compete la general de la psicología que expresa, rotundamente que: se alardea de lo que se carece, o de que jamás uno se debe creer más de lo que es o de lo que representa.
Por Francisco Tomás González Cabañas
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