22 de diciembre de 2018

La Calvano.

Cuando al calendario no le quedan más días englobados en el 2018, la política correntina (o los políticos que la componen) le volvieron a dar una estocada, en forma de estropicio a la calidad democrática y por ende a la relación entre los representantes y los representados. Tal como lo escolares, o los oficinistas, cuando culminan un período, rompen las hojas escritas, las recortan en pedacitos, a modo de festejo o despedida simbólica, el ciudadano, bien podría hacer lo propio con el contrato político, que lo obligan a re-suscribir tácitamente con las cláusulas leoninas y de letra chica que lo estafan, a diario, que lo sodomizan en su dignidad visceral, que trasciende el bolsillo. No hablamos de la acción ruin y trillada de decir una cosa en la campaña o cuando se era oposición y realizar lo contrario desde el gobierno. Se le podría perdonar, al carilindo, de rostro aniñado y de formas delicadas, y a su banda de chicos del centro, que bajo la trapisonda, hecha bandera de “la dignidad vence al poder”, abusan una y otra vez de la confianza de la ciudadanía en ellos depositada.

También el desliz de no poder combatir de verdad contra una de las peores afecciones o síntomas de la enfermedad terminal de la política, como el nepotismo. El estado municipal no sólo está poblado de parientes del concejal que no asumió, estafando como en los tiempos del Kircherismo más furibundo por ellos criticado, a los electores, sino que no conforme con esta violación reiterada, la parentela, la poca, que queda afuera, asume la representación legal de los que litigan contra el estado municipal. En esta orgía de violadores, en la que se convirtieron los que decían que iban a proteger a la ciudadanía de los otros, se cumplió el apotegma de peor el remedio que la enfermedad, o de Guatemala a Guatepeor.

Esta es la razón de estas palabras. En términos objetivos, no nos encargamos de los cuatreros de poca monta, de los mecheros de la política, de la democracia y de la institucionalidad. Sin embargo en la connivencia que encuentran en los otros, radica nuestra actual preocupación.

Es decir, sí la democracia precisa de cierta complacencia, de cierta complicidad o actitud silente, para no andar “protestando” o criticando, a cada rato y de hacer inhabitable la imprescindible convivencia política, por parte nuestra no habría ningún inconveniente con ello. No somos principistas, ni teóricos pulcros que no comprenden del barro necesario que impone la dinámica de los hechos. En buen romance, “sí cierta casta de gordos en el poder” debe saltearse la presentación de una declaración jurada, tampoco habría que hacerse los rulos. Más sí las cosas, es decir el día a día ciudadano, es medianamente soportable (una suerte del roba pero hacen, o el síntoma de que la política funciona mejor cuando los ciudadanos no hablan de ella).

Ahora bien, sí debemos tolerar, un contexto cotidiano, muy complejo, en función de un supuesto sacrificio republicano, que nos llevaría a tener una estatura o un contrato moral diferente, como mínimo los representantes de tal fuerza política que, matriarcalmente, propone bajo su figura principal, una intransigencia con los males principales de la política, como la estafa, el engaño, la trapisonda, la camándula, y por ende la corrupción, tendrían que corresponder con sus actos, lo que hablan estando debajo de la pollera o de los pantalones de quiénes los protegen o prohíjan.

Estos pichones de sinvergüenzas, deben ser apartados no por una reacción ciudadana (¿hasta cuando le seguiremos pidiendo cosas, reacciones, y demás a la gente de a pie?) sino por los gavilanes con los que se mezclan e interactúan.

El cupo, de soportabilidad, ya está cubierto con ustedes señores, suéltenle la mano a esta generación de corruptores que, perversamente, en nombre del combate a lo más digno a lo que se puede aspirar en la vinculación con la política, va en verdad por reemplazarlos a ustedes, perfeccionando (es decir empeorando para la ciudadanía) sus prácticas y trapisondas y haciendo cada día más insoportable la paz política y social.

Por "La Don Julio Romero".

 

 

 


Comentarios »
Eduardo Fabian
Escribe muy lindo el hombre, pero no es parte de la familia que sumió a la provincia en la pobreza, que no quiere el tren en la provincia xq tienen empresas de colectivo, y no sé si de camiones, que tienen los campos oseosos, xq el flete de camión se come la ganancia de lo transportado
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