La palabra como puente ancestral
Por Carlos A. Coria Garcia
Este encuentro entre culturas, nos acerca de manera audaz a la intimidad de los legados ancestrales y a la cosmogonía wounaan, un paso en el inmenso recorrido por el camino de la convergencia.
La joven que aprendió a tejer canasta
Hace un tiempo atrás vivió una señora con sus cuatro hijos, un varón, una hermosa joven y dos pequeños.
Todos los días la joven se quedaba cuidando a los niños mientras su madre se iba con su hermano mayor a trabajar en los cultivos.
Un día de esos la joven bajo al monte a orinar, y ahí en medio de la naturaleza algo sucedió. Sin razón aparente limpió el lugar, recolectó palmas de chocolatillo y comenzó a tejer canastas. La joven nunca había tejido antes, ahora lo hacía como una experta y de esta manera tejió hasta el atardecer, luego regresó a casa y siguió tejiendo.
Cuando su madre llegó del campo se sorprendió al verla
¿Y a ti quien te enseñó a tejer?
-yo solita aprendí, respondió.
Todos quedaron sin entender. ¿Cómo era posible que tejiera sin saber o sin que alguien le hubiera enseñado?
Al día siguiente sin que nadie se diera cuenta, la joven se fue al mismo lugar en el monte a tejer canastas, envuelta en un mundo de sensaciones, concentrada en el arte que un ser de la naturaleza le enseñaba desde la profundidad de sus entrañas.
Todos los días su mamá y su hermano regresaban del campo y la encontraban tejiendo diseños cada vez más elaborados, y la señora no dejaba de preguntarse: ¿cómo era posible que su hija hubiera aprendido a tejer de manera tan preciosa?
Un día la joven dijo: Ahora se tejer, pero es mejor cuando tejo solita sin que nadie me moleste, y se fue al monte. La madre inquieta llamó al hijo y le dijo: quiero que vayas detrás de ella con cuidado, quiero que observes a tu hermana sin que te vea y en caso de algo extraño, me avisas inmediatamente.
El joven la siguió hasta la mitad del monte, donde todos los días su hermana se sentaba a tejer canastas, la encontró desnuda moviéndose con emoción, él se asustó y regresó a contarle a su mamá. ¡Pues tráigala como sea! ordenó ella.
El hijo volvió al monte donde estaba su hermana, se acercó sin que se diera cuenta, la tomó por detrás, y cuando la alzó pudo ver colgado de su parte íntima una lombriz azul oscura que entonada la penetraba y le transmitía su sabiduría natural. Desde aquel día todos saben que los mejores tejidos de canasta es una enseñanza que la mujer recibe solita en el monte de la maravillosa lombriz azul.
Referencias
Mitología erótica Nonam, Saúl Monard.
Los libros de la buena memoria II, de regreso a tus entrañas, Carlos A. Coria García.
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