31 de octubre de 2018

Arturo Illia, el presidente de la justicia social y la ética

La historia nos sirve para poner cada cosa en su lugar, sirve, entre otras cosas, de faro para encontrar la verdad, al menos alguna verdad relativa. Los que trabajan en el ámbito de las ciencias exactas usan cotidianamente los datos,las cifras, los números, las estadísticas como un camino posible para arribar a la verdad que buscamos.

Por Carlos A Coria Garcia

Homenaje a la memoria y lucha de Felipe Manuel Rodríguez Araya (1934-1975) 
 
La tortuga o quelonio, es un reptil que tiene fama (para no decir mala fama) de ser lenta, pero la historia argentina tuvo uno de esos reptiles acorazados que más allá de la falacia del letargo, al que habría que cotejarlo con la “rapidez” para contraponer su lentitud o no, fue de paso firme  para los tiempos que le tocó transitar, y, si es que esa lentitud tiene relación con el avance, el lento avanzó mucho más que los velocistas de cien metros llano que lo sucedieron. En ocasiones se dice que otras sociedades o países marchan mientras que nosotros retrocedemos, pero puede que suceda un fenómeno distinto. En realidad, estamos estancados, petrificados en un sitio y así nos parece que todo avanza cuando en realidad somos nosotros que no acusamos siquiera un balanceo.

Muchos seguramente sospechan que me refiero a Arturo Umberto Illia, el presidente de la Nación (1963-1966) que abrió un horizonte luminoso para un país que lo despreció y boicoteó.

Entiendo que existen dos maneras de reflexionar sobre el paso de hombres y mujeres en la administración de la cosa pública, una de ellas, con los amigos de las ciencias exactas en lo que se refiere a las cifras, números, datos, estadísticas y la otra, con aquello que dejó para el conjunto social, la importancia de hacer lo que el pensamiento dicta que habitualmente decimos “hacer lo que se dice”.

La ideología es un sistema de ideas que construye una cosmovisión del mundo forjada en principios y valores que se instrumentan con la acción política, no hay forma de deslindar la cosa pública de la política ya que ambas son inherentes y una funda a la otra. Ellas, las ideas, deben estar siempre presentes, son la esencia de la ejecución de las decisiones de gobierno, la ideología como sistema es el motor de trasformación. Gobernar es elegir y para elegir el mejor camino el pensamiento debe construir ideas claras y fuertes.

La acción política de Arturo Illia en resumidas líneas fue la siguiente: en materia económica dice María Sanz Quesada, el PBI durante el año 1963 fue del -2,4% y del 10,3% para 1964 y del 9,1% para el año 1965. Se fomentó el consumo, que aumentó 10% en 1964 y 7,4% en 1965 y del 0,7% en el primer semestre de 1966. Se dio abundante crédito a las empresas industriales nacionales para su recuperación y la creación de empleo. La evolución del Producto Bruto Industrial fue del -4,1% para el año 1963, del 18,9% para el año 1964 (cifra récord) y del 13,8% para el año 1965. El salario real horario creció entre diciembre de 1963 y diciembre de 1964 un 9,6%, superando los promedios del segundo gobierno peronista (1950-1955). La desocupación pasó de 8,8% en 1963 a 5,2% en 1966. La inflación se mantuvo estable en oscilando entre el 24% y el 28%, valores similares a los de la década anterior.

Según el BCRA, la participación del factor que trabajó en el ingreso fue del 36,4% en 1964, pasó al 38% en 1965 y al 41,1% en 1966. El personal ocupado creció el 4% en 1964 y el 3,5% en 1965. La tasa de desempleo descendió del 8,8% al 5,2% entre 1963 y 1966. La deuda externa era de 3.390 millones de dólares. En junio de 1966, cuando fue derrocado por la sublevación encabezada por Juan Carlos Onganía, se había reducido —por primera vez en muchos años— a 2.650 millones de dólares.

En junio de 1964 y luego de una terrible lucha política, Illia logra que se sancione la ley 14.459 de salario mínimo, vital y móvil, un derecho consagrado por el artículo 14 bis de la Constitución Nacional de 1957, la ley definió al salario como: la remuneración que posibilite asegurar, en cada zona, al trabajador y su familia alimentación adecuada, vivienda digna, vestuario, educación de los hijos, asistencia sanitaria, transporte, vacaciones, esparcimiento, seguro y previsión. Comprendía las asignaciones familiares (equivalentes en una familia tipo al 30% del salario mínimo, vital y móvil) y otros componentes remunerativos.

En materia de salud pública, en 1963 entran en vigencia las leyes 16.462 y 16.463 de medicamentos en la que congela los precios de los mismos. Gracias a la gestión de Arturo Oñativia como Ministro de Asistencia Social y Salud Pública, se sancionaron las iniciativas de Reforma del Sistema Hospitalario Nacional, de creación de los Hospitales de la Comunidad, del Servicio Nacional de Agua Potable para garantizar su provisión a las comunidades rurales. Y la ley 17.259 que obligaba a usar sal yodada para erradicar el bocio.

En lo que se refiere a la educación pública, en noviembre de 1964 se pone en marcha el Plan Nacional de Alfabetización durante su gestión de gobierno, la educación tuvo un peso significativo en el Presupuesto Nacional. En el año 1963, su participación era del 12%, en el año 1964, del 17%, en el año 1965, del 23%.

Como vemos, Arturo Illia y su gobierno fue el reflejo del radicalismo que no es lo mismo que ser radical. El radicalismo es el pensamiento y la acción llevados a los niveles más altos de la política, es la praxis pura de la herencia que nos dejó Leandro Alem en aquella heroica revolución popular, porque si hay algo en que no tengo dudas es que el radicalismo es popular o no es radicalismo, es la causa de los desposeídos y Arturo Illia lo supo con claridad, el presidente, fue la justicia social concretizada, palpable, aquí y ahora. Todo eso de lo que muchos hablan y nada practican.

Pero el presidente dejó algo más importante, fue el apego irrenunciable a la democracia como herramienta por excelencia de la política y la libertad, así, en marzo de 1964, dio a conocer el nuevo estatuto de los partidos políticos que posibilitaba la incorporación del peronismo a la vida cívica; establecía un control preciso sobre el patrimonio de los partidos; normas sobre proselitismo electoral y dejaba sin efecto las inhabilitaciones de los dirigentes gremiales, tanto obreros como empresarios.

A contrario sensu de la época negra del terrorismo de la Triple A en pleno gobierno constitucional y justamente, de aquellos a los que el presidente Arturo Illia les reconocía el derecho humano de participar en la política del país como cualquier ciudadano. Las diferencias son sustanciales, la diferencia está en los principios y valores, la diferencia está en el sistema de ideas como arquitecto del mundo que deseamos.

Arturo Illia, el presidente, permaneció en sus funciones el mismo tiempo que la Triple A, con la diferencia que la segunda dejó centenares de muertos, secuestrados y torturados protegidos por un gobierno constitucional y el presidente, una idea de país a la que deberíamos prestar atención como un excelente mapa para encontrar la salida del pozo.

La tortuga, el presidente Artuto Illia, es un mojón en la historia de este país que todavía no sabe qué rumbo tomar, que desata guerras intestinas y superfluas. Illia fue la chispa que encendió un motor que hoy reventó por los aires, llevándose lo más preciado de todo hombre: el pensamiento, la acción y la política. La democracia es justamente eso pero al cuadrado.

 

Referencias 
Sanz Quesada, María; Las alternativas políticas argentinas en el siglo XX: pasado y presente, Universidad de Belgrano, 1985.
Banco Central de la República Argentina.

 
 

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