14 de agosto de 2018

La desgracia.

Cada tanto, la vida nos anoticia, que es tal, al terminar, abrupta como inesperadamente, sobre todo cuando se las toma con cuerpos jóvenes en pleno andar de los mismos. Más allá de cualquier circunstancia, todo lo no esperado, en algún punto se torna evitable. Cuando los ciudadanos de una comunidad fallecen, trágicamente, por el accionar directo o secundario, pero accionar de la delincuencia, o lo que se da en llamar inseguridad, los ojos se posan, necesaria (por más que no sea de una manera objetiva o racional) como naturalmente, en los funcionarios a cargo. La desgracia, política en este caso, se sumó a la desgracia humana de la ida prematura de una reconocida, tanto ella como su padre, militante del peronismo provincial, que contrarrestó rápidamente las ineficaces expresiones, minutos antes del hecho, del ministro del área (uno de los pocos que ungió el actual gobernador, habiendo otorgado prioridad al elenco estable de ministros y funcionarios que mucho de ellos vienen desde la intervención cordobesa, perforando en meses más las dos décadas de conchabos de lujo en el estado provincial) que imprudentemente rifó la suerte de su accionar, como la del gobierno de su jefe, en tal área, a la misma suerte que se llevó otra vida inocente, por problemas estructurales de un gobierno que juega a ser nuevo, pero que para que ello le salga debería hacerlo mejor, radicalmente mejor.

Las muertes son tal vez las únicas circunstancias, que dejan a los deudos, con el trauma del habla censurado, del habla obturado por el dolor. De esta comprensión es que siempre ante los familiares de un fallecido, no hay más que acompañamiento corpóreo, que calor humano, dado que no habrá palabra (o mejor dicho luego del duelo, solo serán palabras) las que puedan transcurrir con semejante sensación de pérdida, o la manifestación contundente del vacío.

Sensación semejante, la de la impotencia humana ante la muerte del familiar o amigo, cuando se tiene poder y una acción deja en posición adelantada, desubicado al poderoso, ante la realidad sin que nada de ese poder pueda hacer algo para variar tal situación incómoda o incardinada.

Valdés, debiera tomar nota y actuar en consecuencia. No sólo que el sostenimiento del elenco estable de gobierno, acendrando la nociva referencia de vivir en una sociedad de castas, donde ministros y secretarios de estado (que por otra parte, siquiera ganarían una elección para ser representantes del club de golf o del country desde donde viven la correntinidad) parecen ser los amos y señores de un feudo, cuando en el mejor de los casos, solo han sido unos excelentes cortesanos, cuando no amanuenses, habiendo ejercido, como mucho el secretariado, percude y  perfora la concepción de un gobierno radical, que debe empezar a disfrazar “democráticamente” que ya lleva dos décadas en el poder, al mejor estilo el peronismo formoseño o el cualquiercosismo santiagueño, sino que además, y como si fuese poco, no ha tenido el acompañamiento de la suerte con las pocas designaciones en su propio elenco de ministeriables.

Nadie le pide, dado que sería demasiado, que tome las concepciones de los demócratas modernos, para implementar designaciones vía el gabinete ciudadano, el llamado a concurso público para ciertas áreas del estado, sino, apenas un lavado de cara, a este elenco de gobierno, que parece y actúa, como si fuese una casta elegida por alguna deidad griega que habita en el olimpo inaccesible para las humanos comunes y corrientes.

Puede tomar, Valdés, esta desgracia que se mimetizó con la desgracia política, que su ministro de seguridad haya exclamado que no había inseguridad y que minutos después, muera trágicamente una joven, de acuerdo a lo que informan en gravidez, militante política del partido opositor, secretaria de un senador mandato cumplido e hija de un histórico dirigente, para rever esto mismo, cada una de sus carteras y sus designaciones.

Sobre que han sido pocas (es decir las debe aumentar, su propio poder de decisión, hacerlo valer) debe más que nada, tener una lógica en las mismas. De lo contrario seguirá preso de la suerte, sin necesidad a atarse a semejante sinuosidad de los caprichos del destino. Tal como en este caso, en donde la desgracia de una persona, evidenció esta desgracia o esta falta de prudencia política.

Debe encontrar un método, en donde los hombres que trabajen con Valdés, sean probos, idóneos, capaces, jerarquizados, prestigiosos, no solo obedientes, o que tengan antecedentes en las salas nocturnas de juegos, tanto clandestinos como no, o record de empleos en negro en despacho de alimentos para un supuesto caminito de negociados, llamados supermercados.

Se espera bastante más de Valdés, aún está a tiempo.


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