Proponen instituir en los concejos deliberantes “La banca del buen contribuyente”.
Instituir en el Concejo Deliberante la Banca del buen contribuyente
ARTICULO 1 º . - Crease la Banca del buen contribuyente en el ámbito del Honorable Concejo deliberante (agregar la que corresponda, distrital como institucional o cada una de las mismas), que funcionará como banca circunstancial, al menos una vez al año.
ARTICULO 2 º . - La Banca del buen contribuyente tendrá como derecho consagrado que los cinco (5) vecinos que elegidos mediante sorteo, dentro del padrón conformado a tales efectos resultado de haber sido buenos contribuyentes, sin tener deuda alguna con impuestos de ninguna naturaleza en al menos dos períodos consecutivos, puedan expresar a en el pleno de una sesión del concejo deliberante sus inquietudes, atinentes al destino y la conformación presupuestaria que se va ejecutando en el período en ejercicio.
ARTICULO 3 º . - La Banca del buen contribuyente estará integrado por cinco miembros de, los que al menos dos deberán ser mujer, elegidos por sorteo, del que participaran todos los ciudadanos que así lo deseen, en la plenitud de sus derechos políticos, teniendo en dos períodos consecutivos, saldo cero como tampoco adhesión a moratoria alguna, en relación a deudas con el municipio. Anualmente la Banca elegirá un/a presidente, un/a vicepresidente y un/a secretario/a que podrán ser reelectos.-
ARTICULO 4 º . - La Banca del buen contribuyente tendrá las siguientes facultades y atribuciones:
1. Incluir la perspectiva de largo plazo, de proyección, de visión general como extensa y crítica en la elaboración y sanción de los proyectos de presupuesto general, tendiendo a la mayor accesibilidad y participación ciudadana en la conformación de los mismos.
2. Promover espacios de encuentro y actividades que permitan generar un conocimiento integrado de experiencias entre funcionarios y ciudadanos, instituciones y organizaciones públicas y privadas para la reflexión, análisis, evaluación y realización de foros de debate necesarios sobre temas de presupuestos participativos 8. Difundir a la opinión pública los datos obtenidos, estudios y actividades a través de un portal web, que tendrá su réplica en redes sociales como en las diferentes plataformas creadas y a crearse desde la institución democrática que lo alumbre o de la que se genere o desprenda
3. Aprobar su reglamento interno de funcionamiento.-
4. La Banca del buen contribuyente sesionará al menos una vez al año, junto al pleno del recinto, teniendo la prelación en el uso de la palabra, como en tal caso, las atribuciones que le correspondiera al presidente de un cuerpo colegiado.
ARTICULO 5 º . - Los gastos que demande la Banca del buen contribuyente serán imputados al presupuesto general.
ARTICULO 6 º . - Comunicar, cumplido archivar.-
Fundamentación.
El distrito del lenguaje, es el de mayor consistencia en donde se acendra la legitimidad de lo democrático; que por definición y hasta antológicamente, no sólo que es palabra, sino más que nada un juego (desde una perspectiva antropológica del homo ludens); político cómo discursivo, sólo existe un ámbito para disputar el poder (sí uno forma parte del mismo, sea como oficialista u opositor, no querrá disputar más que posiciones, pero nunca el poder de que las reglas sean otras) que es el ámbito del lenguaje, donde habita el ser de acuerdo a cierta corriente filosófica occidental.
La democracia es expectativa. La democracia no puede ser plenamente concretada, dado que en tal caso se transformaría automáticamente, en un absolutismo totalitario. En nuestra modernidad, el sujeto de la democracia, es el individuo. Así ocurre desde la composición de los contratos sociales, que unificaron todas y cada una de las expectativas de los suscribientes (expresando medularmente lo filosófico, saldando la aporía de lo uno y lo múltiple) en una voluntad mayor o estado, que mediante una representatividad, administra o ejerce ese poder que ha sido previamente legado. Extendiendo y más luego, renovando las expectativas, cada cierto tiempo, llamando a sufragio, a elecciones, a todos y cada uno de los contratistas, para que elijan a quiénes lo representen en la administración de esa cesión de derechos cívicos y políticos.
La democracia en ciertas latitudes, o el sistema político mejor dicho, avanza hacia lugares donde el soberano electo, posee un poder cada vez más limitado por la participación de los ciudadanos que incluso le pueden elegir hasta sus colaboradores o ministros, los programas de gobierno que tiene que ejecutar y las prioridades en la agenda pública. El desmadre de la tecnología o esta era nanotecnológica, de comunicación instantánea y vida tras una pantalla, es utilizada para estos fines, que podríamos decir que se ajustan un poco más a los relatos de las polis griegas y el ágora de las discusiones políticas, nominalizadas ahora como redes sociales o interfaces virtuales.
La democracia, esconde sus formas, maneras y metodologías totalitarias, en la perversidad engañosa de una aprobación, condicionada, por supuestas mayorías libres, que periódicamente, legitiman a un grupúsculo de privilegiados, que a gusto y piacere, a diestra y siniestra, demuestran la condición líquida, difuminada de las leyes, que casualmente (en este ardid centra su energía nodal lo democrático, en que las reglas de juego parezcan de dominio público, cuando en verdad lo central se escribe en tamaño micro para los pocos que cuentan con lupas para detectarlo) siempre los benefician, perjudicando, por lógica a las mayorías que votan a sus victimarios.
Este sistema que ha encontrado en la política, la forma menos problemática del día a día de la mentira necesaria de la humanidad, hizo surgir a la democracia como alter ego de un sistema perfecto. En el mismo todos debemos decir, sentir y trabajar en una igualdad inexistente, en una similitud de condiciones para la letra muerta de lo que llaman ley, que luego será interpretada, por otro grupo de privilegiados que nos dicen cuanto les corresponde de castigo al que hizo expresa la ruptura con el pacto social, con el que se salió del acuerdo tácito del que está todo bien.
El sujeto histórico debe dejar de ser el individuo, para conveniencia de tal y para regenerar el concepto de lo colectivo. El sujeto histórico de nuestras democracias actuales debe ser la condición en la que este sumido el individuo. Independientemente de que estemos o no de acuerdo, desde hace un tiempo que el consumo (al punto de que ciertos intelectuales, definan al hombre actual como El homo consumus) y su marca, o registro, es la medida del hombre actual, como de su posicionamiento o razón de ser ante la sociedad en la que se desarrolla o habita. Somos lo que tenemos, lo que hemos logrado acumular, y no somos, mediante lo que nos falta, en esa voracidad teleológica o matemática de contar, todo, desde nuestro tiempo, a nuestra infelicidad. Arriesgaremos el concepto de una existencia estadística, en donde desde lo que percibimos, de acuerdo al tiempo que trabajamos, pasando por lo que dormimos, o invertimos para distraernos, hasta los números en una nota académica, en un acto deportivo, en una navegación por una red social para contar la cantidad de personas que expresan su satisfacción por lo exteriorizado, todo es número. Nos hemos transformado, en lo que desde el séptimo arte se nos venía advirtiendo desde hace tiempo en sus producciones de ficción. Somos un número, gozoso y pletórico de serlo. El resultado final de lo más simbólico de la democracia actual, también es un número (el que obtiene la mayoría de votos) sin que esto tenga que ser lo medular o lo radicalmente importante de lo democrático.
Entrar en este tipo de disputas, de micromundos acotados, de facciones que terminan planteando guerras de egos, ha sido el campo de un libro de Pierre Bordieu; El homo academicus. Nuestro propósito, sin embargo, es del prestar atención a todo aquello que sucede dentro del significante de lo democrático. Especialmente en las circunstancias electorales, que es por antonomasia el clímax de la democracia.
No se crea esta banca del buen contribuyente para dar razón entre el combate de número y conceptos, sino de simplemente el de poner las cosas en su lugar. Para los asientos contables, de todos y cada uno de los municipios, el ingreso por tasas, por impuestos, históricamente en esta como en otras geografías, el número rojo, marca, menos del 50% de pagos de los vecinos.
A diferencia del concepto, la cifra es indiscutible, inescrutable, inexpugnable, inapelable, incuestionable y podríamos arriesgar, inhumana. En verdad es producto de lo humano, una suerte de reverberación, de herramienta o instrumental, que terminó, o termina, obliterando, ocluyendo nuestras posibilidades más acabadas de entendimiento y por ende de traducibilidad (en la paradoja de haber sido alumbrado para lo contrario). Es decir, sabemos el precio de las cosas, más no así su valor, nos desesperamos por los índices macro como micro económicos, o por los indicadores numéricos que reflejarían nuestra salubridad o de que enfermedad estamos escapando, pero no cómo nos sentimos o que nos podría hacer más feliz. Creemos ser democráticos, por participar, como número, optando entre los que se nos ofrecen y obedeciendo a quién prevaleció por otro número que dictaminará su sentencia, que le pone cifra al pacto social, que se transforma en tal instancia, en una cuenta numérica. Como sucede con los escritores, que caen en la tiranía, pese a creer habitar en el concepto. Los que se definen por la cantidad de libros que escribieron, editaron o vendieron, por la cantidad de lectores, de público que concitan sus acciones intelectuales o tertulias, convirtiéndose estos, en los tránsfugas de aquella causa, que dicen abrazar o encabezar, la del hombre como ser indiscernible de su posibilidad de pensar, como de expresar o exteriorizar estos pensamientos. Tal como la del banco, esa que nos dice, cuánto tenemos, cuantos autos, o de que año, podemos acceder, cuantos kilómetros más lejos podemos transitar, cuantas casas, terrenos, bienes muebles o inmuebles podemos ostentar, mediante ese número, que borra, acaso, lo conceptual y por ende lo más importante, nuestra noción auténtica de lo humano, como lo que no puede ser definido, ni absolutizado por un producto de nuestros propios temores, como lo es el número; un mero síntoma de nuestras vacilaciones.
Esto es cierto, y debe ser resuelto. El problema, es que no se resuelve, mediante esos “equipos técnicos” que son los eufemismos que usan la mayor cantidad de jefes comunales, para designar a familiares, amigos y punteros de la política mercantil. Es decir, de estos cosificados, anulados como sujetos, solo podrán tener números como respuestas, es decir una mayor flexibilidad en el cobro de impuestos o el corrimiento de una fecha. El problema es numérico, pero no pasa por allí la respuesta, solución o incremento, sino que se debe ir al concepto. El número funge síntoma e interactúa a nivel sistémico, transformando el proceso, colectivo, es decir económico, en depresivo.
La depresión económica, que se manifiesta en los índices de pobreza, de marginalidad, los desajustes financieros, como inflación, recesión, burbujas o bicicletas financieras, no son más que la depresión en sí misma, que cómo síntoma, está indicando el número, o mejor dicho su tiranía, su accionar tiránico tal como en la lógica del amo, nos ponemos bajo él, en condición de esclavos, privándonos de nuestra posibilidad de conquista de ser por nosotros mismos, de realizarnos desde y para nuestra hábitat natural, que es el concepto, el logos, la palabra.
Se le debe ofrecer esto al vecino, la sensación de que es él quien controla su dinero que pone en las tasas municipales. A estos efectos esta creada esta banca, que como si fuera poco, suma para incrementar la calidad democrática, ese valor abstracto en el que trabajan politólogos que hablan difícil, pero que hacen muy poco, cobrando demasiado.
Tener una banca del contribuyente es decir de la condición de lo pensado, de lo analizado, de lo que está más allá del resultado obvio (camino único), de lo inmediato, no sólo que pulverizará las aspiraciones de quiénes pretendan encorsetar lo presupuestario (como se viene intentando desde tiempos inmemoriales) en vanas formas, insulsas y contradictorias de ajustes, contracción o resentimiento de la actividad, sino que por sobre todo, en los tiempos actuales, contribuirá a la tan mentada, como ansiada, participación ciudadana, elevando la calidad de lo democrático e instituyéndose como un elemento más que nutra de alternativas a la democracia entendida como la posibilidad cierta que nos pensemos, sin dejarnos de pensar, es decir que por más que creamos estar sobre la senda más acorde, no dejar de cuestionarnos tales paso, para que tal vacilar de las cosas, no sea el vacilar de nuestra condición de humanos.
Por Francisco Tomás González Cabañas. Para Desiderio Sosa.
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