La gran mayoría de los jóvenes son de ECO y aún no lo saben (y todavía no votan).
El trauma de la elección pasada, de una nueva derrota, parece hacerlos repetir en el mismo y craso error, que termina favoreciendo a su rival político, que es ni más ni menos que el régimen colombista (¿A nivel teórico, que tipo de democracia es la que hace veinte años elige, cinco elecciones consecutivas, al mismo partido para que la gobierne?). El fundador y líder de esta expresión en parte democrática, como caudillista y patriarcal, caracterizó, muy inteligentemente, para el marketing político, al candidato opositor como “Pichón de Picurú”. Una suerte de pájaro inmaduro que ya en condiciones, sigue dependiendo de su madre y no quiere salir del nido. Tuvo razón nomás el hombre fuerte, que desplazó al líder naranja, lo encarceló y lo suplió, superándolo en sus manejos discrecionales y objetables no sólo desde una concepción de la democracia a la escandinava.
El pajarito perdió la elección, pero dejo su cría en la legislatura, es decir entraron gracias a la gran cantidad de votos colectados por el sindicado como “Picurú” hasta un vendedor de autos, por el espacio de un capo cómico que siquiera tiene casa en Corrientes, que se dice radical pero que vota con los peronistas.
El gobernador, viene declamando su apoyo a la adecuación de una ley de una obviedad tan magnánima que hasta tiene poco sentido que la escribamos. En fin, todos hacemos a la larga, cosas que no nos gustan. Tener que ponerle letras a lo obvio es como ver una película condicionada y tratar de encontrarle un pliegue filosófico. La ley que se pretende para que la provincia adhiera, es para que los jóvenes de entre 16 y 18 años tengan la posibilidad, en caso de que lo deseen, de que voten en las categorías provinciales (a gobernador y a legisladores) cuando no lo hacen sus municipios (es decir ya lo hacen de hecho, por más que no esté la ley cuando un municipio fija el mismo día de votación que las nacionales la elección de sus intendentes, concejales o convencionales) .
Extrañamente, los opositores, en una clara muestra de que no pretenden abandonar el nido en que los sentenció Colombi, en que los tiene apresado el régimen colombista, no sólo que saluda y aplaude esta iniciativa, sino que la quiere, poco más que presentar casi como una bandera política. Inventan supuestas dilaciones, peleas internas (hace veinte años, con peleas de primos mediante, con el 80% del mismo gabinete, son gobierno y estos ilusos creen que se pelearán por la adecuación de una ley) y se presentan de cara a la sociedad, como si estuviesen trabajando por una legislación de avanzada.
En el mejor de los caso, debiera ser un tema más y listo. Sacándole la pátina hipócrita, de supuestamente pelear por una mayor calidad democrática, cuando más del 30% de la población está en situación de pobreza, lo cierto es que el tema no tendría que dar para más, teniendo en cuenta que el propio gobernador lo reflota (más allá de las idas y vueltas de los tiempos legislativos).
Sin embargo, bajo no sé sabe bajo que especulación política, se presenta esta adecuación de una ley, poco más como si se tratase de la redefinición de los derechos humanos.
Sí vamos al barro, de esa especulación que podrían estar trazando, que se tenga por sentado (encuestas mediante) que los jóvenes que aún no votan, son de ECO, son oficialistas y aún no lo saben. No porque lo quieran, lo deseen o uno lo deduzca o lo sepa. Sino por la obviedad de cómo nos estructuramos individual o colectivamente.
Mayor cantidad de electores, mayor público a seducir por parte de una maquinaria enquistada en el poder, que tiene enfrente, como rivales políticos a pájaros en cómodos nidos, secundarios del poder, que no se animan a dar la pelea por el gobierno, que se quedan con estas gestas menores, que se dejan engañar fácilmente por estas trampas hábilmente pergeñas por el mandamás que los nombra, los define y los pisotea, una y otra vez, con cataratas de triunfos aplastantes.
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