La filosofía es Ñandutí o del arte de tejer, hilados como palabras.
La filosofía no es estática, por el contrario es dinámica, se dedica a los problemas que son necesariamente cambiantes de acuerdo a la época y contexto, siendo la filosofía por medio de la creación de conceptos una actividad vital cercana al mundo, pues los conceptos no se tienen como un objeto de colección obsoleto sino que sirven en un aquí y un ahora.
La filosofía por medio de la creación de conceptos se conecta con lo creativo, lo sensible y lo crítico: con lo creativo ya que la creación es la dimensión de un pensar diferente, pues se edifican conceptos que traen consigo nuevas y diversas posibilidades de ver el mundo; con lo sensible porque desde la creación del concepto se piensan los problemas tangibles los cuales deben ser percibidos a partir de lo vivo, de lo exterior, y se requiere sensibilidad para responder a ellos; con lo crítico ya que por medio de la definición existe una mirada para observar el mundo, preguntarse por él, analizarlo, y encontrar parámetros para relacionarse con la vida. El concepto es para el filósofo como el lienzo para el artista o la melodía para el músico, el filósofo se expresa en el concepto, es su obra de arte, es su quehacer.
La creación de conceptos articula y crea conexiones con otros conceptos que se convierten en absoluto y al mismo tiempo en relativo; intenta ser universal, ser un todo y, simultáneamente, hace parte de lo particular, de lo fragmentado, de una historia. La filosofía como creación de conceptos busca encontrar nuevas maneras de pensar que conducen a nuevas maneras de relacionarse, ver, entender y escuchar el mundo. Con ello se generan encuentros para vivir otras experiencias. La creación de conceptos permite la crítica y al mismo tiempo la creatividad, es decir:“Los filósofos se pueden clasificar en edificadores (creadores) y sísmicos (críticos); en los dos casos los conceptos se convierten en movimiento y vehiculizan la creación y la crítica; la creación deviene de la crítica y la crítica deviene de la creación” (Pulido-Cortés, 2009, p. 96)-La creación de conceptos se convierte en una nueva posibilidad, un acto particular y no una designación que limita la sensibilidad y la experiencia propia, no es un concepto dado, tampoco se impone, sino que es el reflejo de un acontecimiento. “Los conceptos no nos están esperando hechos y acabados, como cuerpos celestes. No hay firmamento para los conceptos. Hay que inventarlos, fabricarlos o más bien crearlos, y nada serían sin la firma de quienes los crean” (Deleuze & Guattari, 1997, p. 11). El concepto no está hecho sino que es una invención del filósofo que se conecta con la realidad, una experiencia que convierte los conceptos en temporales y no en universales, es así como los conceptos no son dogmáticos, ni una imposición. La filosofía se encuentra con la creación, pues este encuentro permite construir nuevos pensamientos que fabrican el concepto para repensar constantemente los acontecimientos del mundo (Por Liliana Andrea Mariño Díaz).
En Paraguay, expresión acabada de lo más auténtico de lo latinoamericano, según cuenta la leyenda y atestigua la historia que no cede en el presente el “Ñandutí” no sólo es una peculiar técnica de tejido, sino que la misma, se imbrico, es un resultante de la complexión, del sincretismo de la cultura de dos mundos que no en tantas oportunidades, generaron o devinieron en estas maravillas a observar y que nos observan.
Aquí empieza la relación, íntima entre filosofía y ñandutí. No solo que ambas prácticas, o ejercicios, se producen como tales, producto del maridaje cultural citado, sino que toman características específicas, ni bien se consustancian con lo que, desde estas tierras podemos pensar, para luego tejer, con palabras eso que pensamos, es decir filosofando desde nuestro lugar en el mundo, tal como la tejedora lo hace en referencia a la araña que dejo estampado su paso entre árboles, sin preocuparse en ser vista o no por el fenómeno humano.
Este es el punto de partida que presentamos no sólo para indagar la posibilidad de una filosofía latinoamericana, como ya la vienen trabajando con símbolos tomados de nuestra madre tierra, como el colibrí tal como en Europa se tomó a la Lechuza para vincularla con la filosofía, y por intermedio de métodos como el analéctico profesados por enormes como Dussel o Cerutti, sino que, la urdiembre con la que se nos presenta la supervivencia del “Ñandutí” nos habla a las claras, que debe ser el blasón, el punto de partida de como sostener lo democrático, por intermedio de ese tejer, en este caso, palabra y logos.
Tal como saben, los del arte del tejido que se referencia en el producido de la araña, tras la guerra grande, que Paraguay padeció, rescató o logró que sobreviviera, una de las tantas que hasta entonces, conocía los misterios del Ñandutí.
La oclusión de la política, que es la guerra, la supresión del logos, por poco fulmina el tejer, no solo hilados, sino también palabras, es decir, lo político mismo como tal.
Debemos quiénes nos dedicamos a lo teórico, como lo práctico, tanto de la filosofía como de la política, tener o aumentar nuestros saberes en el hilar.
El Ñandutí es un punto de partida obligado para los que pretendemos pensar lo político y a partir de ello, crear o construir un tejido social que tal como el de la araña, sea sólido como dinámico, y de un alto valor estético como cultural por su concepción justa y ecuánime.
Por Francisco Tomás González Cabañas.
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