El anticolombismo en formación.

No se trata de malos o de buenos gobiernos, tampoco de las intenciones de los gobernantes, podemos pecar de sintéticos, pero quizá el arte de la gobernanza no sea más que el construir determinadas formas en ciertos procesos.
El colombismo, llamado de tal forma por la figura gravitacional del hombre-eje en cuestión, lleva 20 años (sí se cuenta desde la intervención federal que dio inició al fin del tatismo e inicios del colombismo) en el manejo político-institucional de la provincia. Un hombre, de los fuertes de la alianza ECO (nombre que electoralmente aglutina el reservorio del poder de Colombi) recuerda de tal forma como se construyó y se sostuvo en sus primeros tiempos esta alianza política y social que lleva dos décadas al frente del manejo de los destinos de la correntinidad: “Cuando discutíamos mucho y parecía que no llegaríamos a un acuerdo, poníamos un cuadro de Tato y nos decíamos, sí salimos de esta reunión peleados, vuelve el de la foto”…Así de gráfico, de real, de contundente como de taxativo.
La paradoja del poder, le enrostra al gobernador Valdés su fuerza furibunda. O inicia un período, en donde a partir de él (es decir hasta con chances de tener dos mandatos) pero lejos de Colombi, invierte el plano inclinado que en caso de no advertirlo terminará con el propio gobernador (incluso en el lodo que propone un poder judicial siempre a la espera del que deja de tener poder para ir por sobre él), o queda como el comando simpático, risueño y bonachón, el otro yo de Colombi, a riesgo, de que en 2021, cualquiera que concite la energía del “anticolombismo” sepulte esta forma de entender y concebir la política y envíe al gobernador Valdés al sótano de los recuerdos, como uno de los pocos gobernadores que habiendo tenido la posibilidad de hacer tanto, se quedó como el botón anti pánico del último de los caudillos, de un período que en el país como en el continente, ya ha terminado hace rato.
Por Kaiser Sosa.
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