En el nombre de la ley o del padre, nos prohibieron prohibir.
Existimos quiénes consideramos, pensamos, sentimos y entendemos que mientras menos regulaciones normativas se dispongan para que el hombre desarrolle con plenitud su libre albedrío, más fidedignamente actuaremos con lo que somos, con nuestra esencia o nuestro ser en el mundo. A contrario sensu, con la pretensión de un control exhaustivo, caemos en la desnaturalización, el impedimento o la dificultad de que el hombre haga su voluntad o pretenda hacerla.
Pero lo más importante a destacar, es que se debe evitar introducirle a la normativa, a la ley, caracterizaciones de índole moral, dado que cuando se dota a la misma de este condimento se la transforma en autoritaria, porque la moralidad impresa en la ley exige siempre obediencia incondicional. Como sí bastara poco, la existencia de la misma pretende del sujeto, el paso de cuatro instancias como son la de la conciencia, de la buena reputación, del infierno y la policía, cuando una ley razonable sólo debe exigir de la ciudadanía, en todo caso o instancia la posibilidad de quien la inflija una sanción sea o no punitiva.
Pero cuando hablamos de moral, nos estamos refiriendo al artículo 19 de la Constitución Nacional que dice “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe” como pudimos observar el texto del artículo menciona la moral pública, y esa moral pública es la debe estar lo menos caracterizada o recargadamente posible. No sólo por lo expuesto con anterioridad sino además, porque en el caso de la moral religiosa, debemos tener en claro que somos parte de una cultura judeo-cristina, de una cultura católica, independientemente de la religión que profesemos o en quién creamos. Para no entrar en polémicas vanas tan sólo voy a señalar un simple ejemplo actual.
Nuestra Ciudad celebra cada 3 de abril la fecha de su fundación, pero no lo hace sólo un día, lo hace durante un mes, el llamado mes de Corrientes, que cierra un 3 de mayo, y la fecha no es casual, pues ese 3 de mayo, se celebra lo que algunos dan en llamar “El Milagro de la Cruz” que es ni más ni menos, que la muerte de un determinado número de aborígenes, en realidad llamados indios por nuestros historiadores, que no se han preocupado en señalar cuantos han sido asesinados, mucho menos en llamarlos hermanos originarios, pero esa fecha, de esa acción, de esas muertes que se le endilga a dios, es en nuestro calendario feriado, es decir es la muestra cabal, de cómo actúa la moralidad en lo normativo, dado que en lo fáctico, en lo concreto es celebrar, conmemorar, festejar la muerte de indios, como un milagro de dios.
Finalmente la última de las consideraciones, todos los prohibicionismos generan lo contrario de lo que están destinados a prohibir, es trillado y también porque no decirlo, bastante imperialista el ejemplo de la ley seca en Estados Unidos (padre simbolico de la institucionalidad democrática, dado que en su historia ha vivenciado ningún tipo de interrupción al sistema entronizado y más luego esparcido o defendido bajo lógica y formas imperiales), que supuestamente genero mayor consumo de bebidas alcohólicas, vayamos al primer prohibicionismo de la historia, de la historia de la madre de todas las ciencias la filosofía.
La filosofía comienza, no como dice la canción porque alguien encontró la piedra filosofal y dijo pongámonos a pensar, se inicia con el poema de Parménides que en uno de sus pasajes expresaba “El ser es”, “de esta vía aparta la mirada “refiriéndose al no ser, que es precisamente lo que da comienzo a la filosofía, cuando alguien osa decir al espíritu libre del ser humano que tiene algo prohibido, en este caso pensar, plantearse y preguntarse qué es en relación al mundo.
“La falta de legitimación, asimismo, de una justicia fundada en la equidad y la costumbre no sólo en los sistemas deónticos y positivistas para lograr una convivencia social mínima agravó la crisis de la democracia representativa, por lo que hoy parece haberse producido un desplazamiento de la universalidad de la ley a la omnipresencia del entretenimiento formal, del que no se sustraen el ciudadano convertido en un potencial elector y visto cómo ni las autoridades políticas reducidas al discurso del espectáculo. Ser ciudadano es limitarse a concurrir al acto eleccionario, el resto que lo hagan los políticos porque menos se averigua y Dios perdona. Este es el pensamiento que suele ser imperante” (Winkler; pág. 12.)
Esta es la razón por la que los políticos, acendrados en lo simbólico, reinan en los festejos o conmemoraciones protocolares, que cada tanto incluyen a los sectores que suelen tener que ver con cada una de las fechas (ex combatientes, católicos en pascuas, etc).
Sostener la ley, es patrimonio de padres que en definitiva usufructúan de ella, más allá de que por la implementación de está, Corrientes y sus más de 500 años de historia deparen los índices más altos de pobreza desde hace décadas.
“Están hermanados desde su origen en el Nombre-del-Padre, Padre-del-Nombre forcluido o no, es decir, en el nombre que nos inserta o excluye del lenguaje y de la cultura. La palabra forclusión, como caducidad constituyen una parte de la terminología jurídica relacionada con la prescripción y el curso del tiempo en el ejercicio de los derechos. La autoridad, que no es sinónima del autoritarismo y requiere del reconocimiento social del otro (de los ciudadanos y habitantes de una nación), pues de lo contrario es carcasa vacía, debe poder ejercitar sus funciones políticas y sociales. En un mundo en el cual por la experiencia de tiranías y dictaduras de distinta índole, aquélla se encuentra sospechada desde el inicio y casi sin admitir prueba en contrario en la concepción popular, la sociedad deviene en soledad y corre el riesgo de transformarse en un sempiterno caos. El caos lo sufren los más visibles, ya que debido a sus escasos recursos no les es posible acceder a la vivienda, al alimento y a la educación, y si las instituciones no median por ellos, el malestar aumenta” (Winkler; pág.17).
Festejamos, como hito fundacional, los correntinos, la matanza de la cruz, reconvirtiéndola en milagro de la cruz, para forcluirla, para que prescriba esa noción de padre o el parricidio cometido por los conquistadores (que son los padres de nuestros padres de sangre) y que devino en la actualidad en el simbolismo de la cruz, de la norma, de la institucionalidad jurídico-legal que impuso como sistema lo democrático, que en términos reales es votar, obligados por ley, escoger entre las opciones que nos presentan para que seamos gobernados, más allá de resultados, saludando y aplaudiendo, a estos padres quiénes nos prohibieron prohibir, en nombre de una autoridad que está más en nuestra estructura psíquica que en las instituciones políticas, que en la realidad cotidiana de las redes o de las calles.
El próximo parricidio, simbólico, para establecer nuevas leyes o normas que dispongan un sistema organizacional más acorde con nuestra humanidad, provendrá, seguramente más del campo personal-analítico y como de allí se logre intervenir en lo público-político, que en sentido contrario de la manera en que se venían dando las disrupciones históricas que nos depara en nuestra realidad parroquial, que aplaudamos a nuestros políticos votados, el hito de una fundación de una sociedad, mediante una matanza, a la que se la esconde y trasviste como milagro.
Por @frantomas30
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